Crítica de la película Aguas oscuras
Inquietante y muy bien dirigida película de intriga sobre caso real.
Todd Haynes nos cuenta con gran habilidad y personalidad una trama de intriga corporativa y envenenamiento de la población que aún siguiendo cuidadosamente los pasos de este tipo de películas de denuncia y fórmula del viaje del héroe, gana puntos por el trabajo de dirección. Está muy bien contada y con un muy buen ritmo. No llega a tener el gancho de Spotlight, pero engancha por su solidez a la hora de plantearse un relato que fácilmente podría haberla llevado al lenguaje visual del telefilme o hacerla perecer en las aguas del tópico.
Hay muchas películas que pueden haber abordado temas similares al que aquí se nos cuenta, pero Haynes le aporta un juego visual a su propuesta que le hace ganar distancia de las mismas. Le pasa lo contrario que a Cuestión de justicia, que partiendo de un caso real pierde fuerza al entregarse a una fórmula a medio camino entre la denuncia temática del abuso racista y la pena de muerte y la entrega a la fórmula de intriga típica de las novelas de John Grisham. Nada de eso ocurre en este caso porque Haynes consigue desarrollar una propuesta muy seria, y por tanto inquietante, siguiendo el recorrido de la fórmula, cierto, pero sin entregarse al tópico.
Haynes presenta una propuesta que supera claramente a otras películas de abogados que pueden haber tocado situaciones similares. Mejora por ejemplo los resultados de Coppola en Legítima defensa, adaptación de una novela de John Grisham, es superior a A Civil Action (Acción civil), de Steven Zaillian y mejor que Erin Brockovich, de Steven Soderbergh, porque no cede tanto terreno y de forma tan obvia al concepto de “película de estrella” haciendo que la trama esté puesta en función del lucimiento de la estrella.
Lo importante en esta película es el asunto real que trata, el aviso y la denuncia sobre las consecuencias del mismo. Y si no en su estilo, sí en su tono y resultado final, eso pone Aguas oscuras más en la línea de Spotlight. Ambas están por encima de todas las citadas.
Un ejemplo referido al manejo del lenguaje: la manera en la que Haynes nos muestra al protagonista frente a sus carpetas, cuando empieza a sonar la música de piano, con las carpetas a modo de teclas y el protagonista a punto de empezar a tocar la pieza de denuncia contra el titán empresarial Dupont. O la forma en la que va desarrollando los personajes de Tim Robbins, el jefe, y Anne Hathaway, la esposa. O ese plano del granjero tumbado en su furgoneta con una escopeta, vigilando hacia el cielo en el que poco antes ha visto un helicóptero que da paso a la siguiente fase del relato con el diálogo del protagonista va solapándose con los planos en los que expone la conspiración y las consecuencias de la misma para la salud primero a su esposa, luego a su jefe, luego al jefe de la compañía Dupont y finalmente al propio granjero, que de algún modo representa a todos los espectadores/víctimas (si hacemos caso a esas inquietantes cifras sobre el envenenamiento por sustancias químicas del que nos hablan los datos expuestos antes de los créditos finales). Una sencilla pero al mismo tiempo muy contundente revelación de todo el enigma.
Miguel Juan Payán
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