Éternité
Intentar hacer lo que a los otros les funciona es algo que debería estar prohibido en el manual de uso de cualquier creador con ansias de destacar, y Tran Ahn Hung entra de lleno en esta categoría. El interesante autor de El olor de la papaya verde parece poseído por el ego narrativo del Terrence Malick más plástico, y abandona el desarrollo de su última película al inmovilismo reinante, como si se tratara de una obra del cine mudo.
Éternité comienza con frases en off que enganchan, perfectamente hilvanadas (probablemente, en este apartado tenga más que ver la novela original de Alice Ferney que el talento de Hung), y desplegadas en torno a una sucesión de imágenes pletóricas de color y naturaleza impresionista. Pero, al cabo de veinte minutos de sucesión reiterativa de situaciones escasamente sorpresivas, el filme cae en picado a los abismos del aburrimiento sombrío.