El Chico del Millón de Dólares ***
Un agente de deportistas en horas bajas, encuentra la forma de reflotar su negocio montando un concurso en el último país que queda por explotar deportivamente, India. Convertir a un jugador de cricket en jugador de baseball y presentarle a una prueba de los grandes equipos americanos. Así se embarca en un viaje a India para encontrar a dos chicos a través de ese concurso y, con un millón de dólares como premio final, hacer de ellos los primeros deportistas indios en fichar por un gran deporte americano. No creo que a nadie le sorprenda el final, ni siquiera el desarrollo de la película, pero tiene suficientes puntos a favor como para convertirse en una propuesta interesante para ver este fin de semana.
Entre esos puntos a favor por supuesto está Jon Hamm, el protagonista de la serie Mad Men, que aquí da vida a ese agente egoísta y sólo preocupado por el dinero y su empresa, que poco a poco va cambiando y modificando las prioridades en su vida cuando se empieza a convertir en una figura paternal para los dos chicos. El resultado es totalmente distinto a lo que vemos habitualmente del actor, convincente siempre, seguro y haciendo interesante un arco conocido por todos. Y muy bien acompañado por los, desconocidos para nosotros, actores indios, y por nombres como Lake Bell, Bill Paxton o, sobre todo, Alan Arkin que hace del sarcasmo una forma de vida, y convierte su breve (demasiado) personaje en lo mejor de la película.
Queda como resultado una producción Disney amable, sencilla y modesta, con mucho humor de choque cultural y con un espíritu cercano a las películas de Frank Capra, quizá incluso dejando de lado un poco el deporte (aunque con su dosis de épica final, como no podía ser de otro modo) y basada en hechos reales, algo que a veces es un bache que hay que evitar. Es humana, te hace salir de la misma con una sonrisa, pero es predecible, aunque quizá el mayor pero a ponerle sea ese tono paternalista de la cultura anglosajona cada vez que se acerca a otras culturas. Y eso que el trabajo del director, Craig Gillespie, pasa algo desapercibido (es el director de Lars y una chica de verdad, siempre se espera más de él). Buen cine deportivo, con aire de fábula Disney y con la capacidad de hacernos soñar durante un par de horas con esa victoria contra todas las probabilidades. Las fotos reales del final y los créditos no tienen desperdicio tampoco.
Jesús Usero
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