Black Mass ★★★★
Crítica de la película Black Mass
Recuperación del mejor Johnny Depp y una buena película de tema criminal.
El reto era serio, y opino que tanto Johnny Depp como el resto de sus compañeros, el director y la propia película, salen muy bien parados de esta propuesta. Black Mass es una película totalmente recomendable. Siendo sincero, no puedo por menos que meterla en mi lista de películas realmente favoritas de este año, que se reduce a cuatro: Un día perfecto, Sicario, Deuda de honor y ésta. Quiero decir que son las que más me ha interesado ver y las que, a la larga, más he disfrutado, por motivos distintos entre cada una de ellas, aunque todas tienen en común su capacidad para abordar el cine de géneros y sus respectivas con eficacia y sin renegar del género en el que se desenvuelven con soltura, al contrario que otros recientes ejercicios de géneros con complejo, algo fariseos y que pecan de falsos.
Es comprensible que dada su temática, Black Mass vaya a ser comparada por algunos espectadores y no pocos críticos y comentaristas de cine, entre los cuales me cuento, con otros títulos, así que me lanzo a la piscina y aclaro que por su manera de abordar el tema, y en el amplio abanico de referencias que podrían manejarse para darle a lector una idea de qué se va a encontrar cuando vaya al cine a verla –cosa que les recomiendo hagan sin son aficionados al buen cine, porque ésta película lo es-, me quedo sobre todo con lo mucho que me ha recordado a algunos títulos esenciales e igualmente recomendables de uno de los más afinados cultivadores de este tipo de historias: Sidney Lumet. Varias cosas, distintos momentos de Black Mass, me han llevado a pensar en películas como El príncipe de la ciudad, Distrito 34: corrupción total o La noche cae sobre Manhattan, a las que encuentro más cercanas al título que nos ocupa que, por ejemplo, Uno de los nuestros o Infiltrados de Scorsese, o American Gángster de Ridley Scott, o El precio del poder, de Brian De Palma. No es ese tipo de película. Lo aclaro para que nadie vaya engañado al cine. No es ese tipo de historia. Esto va con otro ritmo. Un ritmo que marcan sus planos de laberinto urbanita utilizados a modo de punto y aparte visual que separa los distintos capítulos del relato, o planos como el de los dos agentes del FBI minimizados en tamaño y casi perdidos entre el cemento del monolítico edificio de la agencia, o esa insistencia en los primeros planos como base de su caligrafía narrativa, en la que destaca también ese sutil movimiento de cámara que repite en los momentos decisivos o de ruptura entre los personajes: en el hospital con Depp y Dakota Johnson, en el último encuentro de Joel Edgerton con Benedict Cumberbatch, etcétera. Todas las batallas de construcción de los personajes se ganan en el territorio del primer plano, todos los conflictos entre los personajes se libran también en primer plano. Y eso me gusta. Hay una buena administración de los recursos de las miradas que lo dicen todo sin una sola palabra, por ejemplo, o principalmente, en el personaje de Depp, en el de Cumberbatch y aún más especialmente en el de Rory Cochrane, con esa pregunta final que no llega a contestar.
La construcción en flashback, hilvanada por esa declaración de los socios de Bulguer, es una fórmula que está bien aprovechada para armar el puzle de la historia con buen ritmo y cubriendo todos los aspectos más destacados del asunto. Además la película tiene esa capacidad esencial de mantener nuestro interés y aportar algo diferente que reactiva nuestro interés cuando parece que la máquina de fabular está parándose o a punto de caer en un bajón de ritmo por repetición. Por ejemplo: claramente empieza teniendo como protagonista a James “Withey” Bulguer, pero después de un primer acto y de una primera mitad del segundo acto en el que Depp parece copar casi todo el protagonismo, hace crecer el personaje de Joel Edgerton, el agente del FBI John Connolly, hasta un nivel de co-protagonista. Ese relato de tres amigos de la infancia finalmente situados en lados distintos de la ley y el poder, o lo que es lo mismo, representando tres maneras diferentes de entender, obtener y ejercer el poder, como son Bulguer, su hermano político y su colega de la infancia Connolly, se constituye en triunvirato nuclear del reparto en torno al cual gravita un reparto de auténtico lujo si medimos el lujo en esa parcela por el nivel de talento de los integrantes del elenco. Apunten, que todos ellos tienen su momento para lucirse, por breve o episódico que éste sea: Dakota Johnson, Kevin Baco, Peter Sarsgaard, Rory Cochrane, David Harbour, Adam Scott, Corey Stoll, Juliane Nicholson, W. Earl Brown, Juno Temple… Un ejemplo de cómo contar con lo mejor de lo mejor incluso para papeles breves lo tenemos en la escena de Depp/Bulguer con la esposa de Edgerton/Connelly, interpretada por Julianne Nicholson, o en la escena en el coche entre Junto Temple, Rory Cochrane y Johnny Depp, o en el diálogo de la receta secreta de familia entre Depp y David Harbour…
A todo lo anterior pueden añadir la evolución del personaje de Bulguer, que Depp construye como una especie de James Dean psicóticamente empeñado en la tarea de ser el depredador más peligroso de su entorno, hasta el punto de que en varias escenas acaba por convertirse en un auténtico monstruo que instala una intriga inquietante cada vez que se acerca un momento de violencia en la película. Depp disfruta dándonos una especie de variante del gánster interpretado por Jack Nicholson en Infiltrados.
Tengo que decir no obstante que quien menos me ha convencido es Joel Edgerton. Esperaba más por ese lado, pero creo que Edgerton no acaba de hacerse con el papel. Sólo hacia el final, en el encuentro con los dos policías en el portal de su casa ha conseguido convencerme. Por el contrario la película le permite a Depp recuperarse de la colección de flojos trabajos que nos ha estado propinando últimamente.
Miguel Juan Payán
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Piratas del Caribe, en mareas misteriosas ★★★
Crítica de la película Piratas del Caribe, en mareas misteriosas
El estreno de la última entrega de la saga Piratas del Caribe me recuerda, en cierta y simpática medida, a un Madrid-Barça de los que se han vivido últimamente. Deja de ser fútbol para convertirse en algo más, en un evento. Ahora tenemos la cuarta película con Johnny Depp a la cabeza del reparto y ha dejado de ser película para convertirse en un evento cinematográfico, uno de los más importantes del año y uno al que pocos faltarán.
Es una de las películas más esperadas, y es normal. No son pocos los motivos, la verdad. Piratas del Caribe es la saga que convirtió a Depp en la estrella que hoy conocemos, cuando antes era un actor de prestigio que los estudios consideraban veneno para la taquilla. Además trajo de vuelta el género de piratas que tantos quebraderos de cabeza daba a Hollywood y que solía significar símbolo de fiasco. Sin olvidarnos de que se trata del regreso de uno de los iconos más importantes del cine del nuevo milenio, el capitán Jack Sparrow. Y encima la presencia de Penélope Cruz, (sin olvidarnos de Óscar Jaenada, que aparece aquí justo mientras se emite la serie Piratas, que él protagoniza). Motivos para el evento, los que quieran. Motivos para aplaudir la película por sí misma… analicémosla de cerca.
Porque, seamos sinceros, del mismo modo que la saga fue un rotundo éxito, la segunda y tercera entregas dejaron a los espectadores con un sabor de boca agridulce, muy por debajo de las sensaciones que produjo la primera película. Muy por debajo de las expectativas del público. Quizá eso suponga un lastre para la nueva película, pero lo que está claro es que se han puesto las pilas intentando devolver la película a lo que era en un principio, al origen, al planteamiento inicial con Jack Sparrow como líder indiscutible. Aventuras mezcladas con el rollito sobrenatural y unas pinceladas de humor. Una aventura única que no se detiene para casi nada de principio a fin. Divertida, emocionante, simpática y sin pretensiones. Puede perfectamente ser el renacer de la saga. Si siguen su propio camino.
Otra cosa es que vuelvan al modo ladrillero de las otras películas y la gente acabe más que harta de dar vueltas sin que nada suceda. Aquí por lo menos siempre parece estar pasando algo en pantalla. Y eso sólo, ya hace la mitad de la película.
Una película que, por otro lado, se abre con un inicio que nos mete de lleno en el humor y la aventura, que nos recuerda plenamente lo mejor de la saga y los mejores momentos del personaje central. Deja de ser el cobarde torpe y algo payaso, para volver a ser el capitán Jack Sparrow que añorábamos. Con sus peculiaridades pero también con su talento. No os perdáis la fuga, tremenda, que le lleva del rey a las calles de Londres.
Esa apertura que nos trae hasta el personaje de Penélope Cruz y que nos mete de lleno en la película, es el mejor acierto de la misma y la mejor forma de recuperar el favor del público. Tanto los guionistas habituales de la saga, como el director nuevo en la misma Rob Marshall, que sustituye al habitual Gore Verbinski, saben lo que se hacen para que la gente recupere la ilusión desde el primer minuto. Un primer minuto en el que aparece Cádiz, el rey de España y dos marineros. Y se agradece que la producción haya contado en gran medida con actores españoles de verdad.
Algo que a Cruz le viene que ni pintado porque puede hablar con su acento sin necesidad de enmascararlo, y soltar varios improperios en perfecto castellano por el camino (algo que sólo se disfrutará en la versión original). Quizá su química con Depp no sea lo mejor de la película, pero no cabe duda que la actriz se lo pasó pipa interpretando a su personaje, aunque en muchas escenas de acción y en planos generales fuese doblada por su hermana, debido a su embarazo.
Hay un par de momentos de la cinta, sobre todo tras el motín y hasta la llegada de las sirenas, en los que pierde un poco el norte, pese a la brillante presentación y presencia del pirata Barbanegra y con el gran Ian McShane. Es como si el viaje tuviese que alargarse, y no llega a funcionar del todo. Se ralentiza. Pero entonces hacen acto de presencia las sirenas y todo vuelve a su sitio.
La imponente presencia de Astrid Bergés-Frisbey, la actriz franco-española que da vida a la principal sirena, ayuda a superar una historia de amor algo ñoña e inconclusa con Sam Claflin (lo más flojo de las nuevas incorporaciones), que no intenta emular la de Keira Knightley y Orlando Bloom en la primera película, sino buscar su propio camino, algo que logra a medias. La película se preocupa más, lógicamente, por el dúo Cruz-Depp. Sin dejar de lado al gran Geoffrey Rush y su nueva apariencia.
Si algo le podemos achacar realmente a la cuarta película es, además de que el 3D sobra y no era necesario, que parece como si hubiesen ahorrado dinero con ella. No hay batallas navales, hay bastante rodaje en interior y hasta escenas espectaculares como la mencionada de las sirenas, saben a poco. Saben a recortes en el presupuesto, algo que los responsables de Disney ya avisaban, que querían que la película fuese más pequeña que las últimas, dentro de su gran presupuesto. Por ejemplo, el ejército español y Jaenada están muy desaprovechados, y hay una lucha en el mar que deseamos haber visto de cerca y no al fondo del plano.
Lo que está claro es que Piratas del Caribe, en Mareas Misteriosas, recupera lo mejor de la saga para hacernos recordar lo que fue La Maldición de la Perla Negra, añade un par de magníficos secundarios a la serie y nos lleva a un paraje de ensueño y lleno de peligros para buscar la fuente de la vida en compañía de Jack Sparrow.
Y más no se puede pedir.
Jesús Usero
Revista ACCION nº 1104 Mes Abril de 2011

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Águila Roja. La película
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Reportaje: Invasiones extraterrestres

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ENTREVISTA Dana Delany

Reportaje: Falling Skies <

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Katharine Hepburn
En septiembre de 1999 se publicó una encuesta para nombrar a la mejor actriz clásica del siglo XX en la revista Entertainment Weekly. Katharine Hepburn consiguió ponerse por delante de Audrey Hepburn por solo un punto más en el porcentaje.
Las dos compartían el mismo apellido y la misma profesión, ambas compartían una gran elegancia a la hora de vestir, pero ahí se acaba toda similitud entre ambas. Donde Audrey era como un toque sutil, grácil, de una belleza casi frágil, Katharine era un tobogán de genio difícil de gobernar, un enérgico brochazo de talento en el cuadro de un Hollywood que acabaría convirtiéndola en estrella después de haberla tirado por tierra calificándola como “veneno para la taquilla”.
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