Hasta la llegada a Hong Kong la parte Tomb Raider no arranca. Pero entonces es precisamente cuando empezamos a darnos cuenta de que ese aire noventero de la secuencia en la casa de empeños no era una casualidad, sino algo que va a seguir repitiéndose y marcando el resto del relato, que en líneas generales, viene a ser no un relanzamiento de la franquicia sino más bien, y muy obviamente, una especie de remake del argumento que ya aplicaron a la primera película de Lara Croft protagonizada por Angelina Jolie. Los pasos son los mismos, hay poca diferencia, salvo que aquella otra era más entretenida en su primera parte en la ciudad y de paso en sus flashback no era tan tópica. Los flashbacks de esta película son poco creíbles, por repetitivos y por lugares comunes. Y en su repetición del “Te quiero hija” del padre, contrastada con la poca química que hay entre Vikander y su padre de ficción, queda todo menos emotivo de lo que pretende y por el mismo motivo menos épico e intenso. Los flashback están sin duda entre lo peor del largometraje.
Por otra parte la protagonista no está bien respaldada por el resto de los elementos del reparto, ni por el guión, ni por los diálogos. Vikander se pega una paliza a correr, saltar, rodar, pelear y hacer acrobacias, como si pretendiera quitarle el trono de actor saltimbanqui y corredor al mismísimo Tom Cruise, pero ya sabemos que, como demostró el remake de La Momia, con eso no basta. Hace falta guión. Y el guión de esta película no solo nos cuenta algo que ya hemos visto antes, sino que lo hace como con desgana a la hora de caer en lugares comunes constantemente. Por su nivel y recursos, recuerda a ratos un guión flojo de las series Cazatesoros, Librarians, Arrow, sobre todo en la isla. No llega a arrancar. Simplemente nos conduce a la inevitable entrada en la tumba, las trampas, etcétera, pero sin conseguir en ningún momento que quedemos enganchados a lo que allí ocurre porque hay más nervio en el prólogo de la tumba de En busca del arca perdida que en toda esta película cuyas dos horas de duración son un metraje excesivo e inflado para lo que realmente nos cuenta, que bien podría haberse quedado en un capítulo de serie de televisión de unos sesenta minutos de duración. En ese formato habría estado bien, pero como largometraje y frente a las expectativas que había despertado, sólo funciona Vikander y, si son jugadores del videojuego, el aire visual que le dan a algunas secuencias de acción.
Miguel Juan Payán
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