La acción de la cinta se sitúa en el verano de 1994 (el mismo del mundial de Estados Unidos y del codazo de Mauro Tassotti a Luis Enrique). Mientras la mayoría de los estudiantes de El Parral se marcha para pasar los meses de asueto con sus parientes, un grupo de chicos tiene que quedarse en el centro educativo regido por religiosas, debido a la ausencia de padres. Con motivo de la permanencia de estos chavales en el recinto, la directora solicita los servicios de una profesora estacional: una esforzada monja llamada Marina (Carmen Machi). Al principio, la relación entre la nueva cuidadora y sus pupilos es bastante lamentable; pero, un día, Marina descubre que los pequeños juegan al fútbol a escondidas. Con la esperanza de captar la atención de sus díscolos alumnos, la religiosa propone formar un equipo, para que los niños de El Parral compitan en una liga veraniega. Pese a los problemas que esto conlleva, los desencantados jóvenes van mostrando un interés progresivo hacia las actividades de Marina, y con ello cambian su visión del futuro que les espera.
Roberto Bueso aprovecha la historia real del exjugador de fútbol Valdo y de sus experiencias con la monja llamada Marina. Los recuerdos del deportista hispano-caboverdiano configuran un guion plagado de situaciones cómicas y dramáticas, en las que se pone de manifiesto el carácter bienintencionado de este largometraje, construido en torno al mensaje relativo a la creencia en los valores compartidos.
Al frente de esta producción de indudable valor y sentido comercial, Carmen Machi realiza una convincente caracterización de la hermana Marina: personaje híbrido entre la singular Whoopi Goldberg de Sister Act y el elocuente Terence Hill de Don Matteo. La actriz de 30 monedas exhibe su versatilidad en un papel carente de grietas irresolubles en su comportamiento, y que evoluciona compactado al ritmo de la historia; un rol que únicamente deja entrever la enérgica pasión de una mujer empeñada en sacar adelante a la pandilla de muchachos descarriados, a los que intenta motivar. Junto a ella, el resto del elenco adulto cumple con creces, a la hora de escenificar unos roles algo estereotipados en su concepción y desarrollo.
Dentro de semejante contexto, Llenos de gracia juega con la baza ganadora del sentimiento de unión futbolística (muy arraigado en España), y lo une -con peculiares resultados- al universo de la religión (no obstante, y pese a lo pintoresco de la propuesta. suele ser más frecuente usar curas para semejantes argumentos de naturaleza balompédica, como lo demostró el film Que baje Dios y lo vea, de Curro Velázquez).
Jesús Martín
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