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Análisis NARUTO BOX 1 - DVD
Sicario: El día del soldado ★★★★★
Crítica de la película Sicario: El día del soldado
Cinco estrellas de buen cine de acción e intriga, sólido y para adultos.
El público tendrá que ponerse otra vez el chip de estado adulto para poder reencontrarse con el cine de acción de calidad y madurez en esta segunda peripecia del sicario interpretado por Benicio Del Toro que dirige Stefano Sollima con mano firme, las cosas claras, personalidad y contundencia. No defrauda. Y quienes esperaban más de lo mismo, se equivocan. Sollima ha rodado una película según su propio criterio, respetando su precedente, sin faltar a la identidad trazada por Villeneuve en Sicario, pero sin depender de la misma para elaborar su propio discurso. Le agradezco enormemente eso, porque estoy harto del “más de lo mismo” en las películas de saga, trilogías, secuelas, etcétera. De hecho, me resisto a etiquetar y minusvalorar Sicario, el día del soldado, como una secuela. Aviso que puede verse sin haber visto la película de Villeneuve, y no pasa nada. Tiene mimbre de sobra este cesto para salir adelante por sí mismo y estoy seguro de que cuando repasemos toda la producción que llegará este año a nuestra cartelera, Sicario: el día del soldado estará entre las diez mejores.
Es justo y conveniente aplaudir uno de los mejores guiones de cine que vamos a disfrutar esta temporada. Taylor Sheridan se confirma como pieza esencial en el puzle de los maestros que cuentan historias para el cine y la televisión de nuestros días. Y además coincide que acaba de estrenar serie, Yellowstone, tan recomendable para los amantes del buen audiovisual como sus otros guiones para la pantalla grande: Sicario, Comanchería, Wind River y por supuesto Sicario: el día del soldado. En una etapa en la que el género policíaco necesita más que nunca adoptar nuevas estrategias de desarrollo, necesita arriesgarse y reforzarse con personajes y argumentos sólidos, Taylor Sheridan es hoy por hoy el valor más seguro para apostar sin dudar un segundo por todo lo que nos proponga en este territorio. Y en Sicario: el día del soldado, el rendimiento del guionista Sheridan con el director Sollima le da al aficionado a este género el máximo de satisfacción.
La palabra clave es sobriedad. Y para que quede más claro cómo trabajan el concepto de menos es más Sollima y Sheridan, les propongo que cuando vean la película, se fijen en la manera contundente y eficaz, y que me recuerda al buen cine de conspiraciones y policíaco de los años setenta, en que presentan a los personajes de Josh Brolin y Benicio Del Toro. Y cómo desde el momento en que se presenta la acción en el supermercado con esa madre y su hija en la puerta, empiezan a removernos en la clave de empatía por las motivaciones y la moral ambiguas de los personajes principales. En el caso de Sollima y Sheridan esa elección de simpatía o antipatía por los personajes nunca es fácil. Y tener a Brolin y a Benicio Del Toro agigantándose como actores en esta producción es un refuerzo de potencia extra para los resultados de la película. Otro ejemplo de la adusta sobriedad de western crepuscular y setentero que trabaja la película lo encontramos en la secuencia de la llegada de Benicio Del Toro e Isabela Moner a esa especie de rancho decrépito, y la charla con el propietario. Momento de pura magia del cine. Para terminar con las referencias al western, en este caso al western mediterráneo, en el que el padre del director, Sergio Sollima, fuera tan definitorio junto a Sergio Leone, quiero llamar la atención sobre la parte final del viaje que hace el personaje de Benicio Del Toro, que encaja perfectamente con la fase de martirio y crucifixión que seguían los antihéroes principales del western mediterráneo y además es toda una lección de cine en lo que se refiere a su puesta en escena.
Pero eso no es todo, porque Sicario: el día del soldado no se conforma con hacer las cosas bien, sino que persigue hacerlas mejor. De manera que además de liberarse con habilidad y elegancia de la nada desdeñable sombra y la estructura de su precedecesora para buscar su propia identidad como propuesta más centrada en el duelo de personajes de Brolin y Del Toro, haciendo de éste último el hilo conductor de la trilogía de películas sobre el asunto, y por tanto el principal protagonista de esta segunda producción, cultiva no sólo a sus actores y personajes principales, sino también a sus supuestos secundarios. Isabela Moner en el papel de Isabel Reyes, tiene papel y desarrollo dentro de esta película de itinerario para todos los personajes, lo mismo que el otro destacado más joven el reparto, Elijah Rodriguez. Ambos jóvenes son un apunte de lo que le espera a las generaciones del futuro a los dos lados de la frontera de Méjico con Estados Unidos cuya identidad y complejidad va más allá de lo meramente geográfico, como bien ha sabido ver y escribir Taylor Sheridan y ver y narrar visualmente Stefano Sollima. Introduciendo a los personajes de Moner y de Rodriguez, la película incorpora y completa las distintas visiones de distintas generaciones sobre el conflicto fronterizo, pero también cultural y psicológico entre ambos países. Los viajes de los personajes de Moner y Rodríguez a ambos lados de la frontera son el relato dentro del relato de toda una nueva generación condenada por los pecados de sus mayores. Y ese punto de vista enriquece el conjunto de la propuesta argumental de Sicario: el día del soldado, tanto más cuanto que las voces que suenan en el mismo no son solo las de los personajes principales. Otro par de apuntes sobre esa forma de construir con verosimilitud tanto en el primer plano del relato como en el segundo son los personajes de Matthew Modine y Catherine Keener, que aparecen poco, lo justo y suficiente para dejar una impronta esencial en el relato general y marcarlo con el tufo de la política maquiavélica del fin justifica los medios que pudre y afecta al resto de los personajes.
Miguel Juan Payán
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A la deriva ★★★
En la filmografía de Baltasar Kormákur existe una fuerte relación con respecto a las hazañas emprendidas por personajes aventureros, normalmente obsesionados con vencer las condiciones extremas que les impone la naturaleza. Everest, en 2015, mostraba cómo un grupo de escaladores debía afrontar su posible muerte, en una subida montañosa que se cobró la vida de la mayoría de los participantes. Y similares motores existenciales son los que se pueden localizar en A la deriva.
Nuevamente, una historia real inspira al cineasta islandés, para componer una película en la que la angustia por no perecer ante las adversidades se convierte en la principal protagonista.
El libro autobiográfico de Tami Ashcraft sirve de fiel guía argumental al responsable de Medidas extremas, para recrear la terrible experiencia sufrida por un par de jóvenes, mientras pretendían cubrir la distancia entre Tahití y San Diego, a bordo de un costoso yate.
El guion comienza con una chica herida, mientras las olas aporrean con violencia el costado de la nave en la que se encuentra. A partir de aquí, un flashback sitúa al espectador tiempo atrás, cuando la misma joven llega a Tahití. La muchacha, que se llama Tami, es una norteamericana con ganas de ver mundo; y, con el fin de pagarse su estancia, acepta un trabajo en el puerto de la localidad. Allí conoce a Richard Sharp: un navegante inglés, con el que la estadounidense comienza a desarrollar una apasionada relación amorosa.
Un día, unos amigos piden a Richard que lleve el barco que estos poseen a San Diego, a cambio de una suma de 10.000 dólares y dos billetes de vuelta. Tami y el marino británico aceptan el encargo, y se preparan para la complicada travesía. Lo que no saben es que será un viaje determinante en sus respectivas vidas. Kormákur escenifica la trágica aventura experimentada por Richard y Tami con continuos flashbacks, que no logran activar el cansino ritmo por el que transita la película. La sucesión de paisajes increíbles y puestas de sol a mar abierto tampoco minimizan la sensación de anquilosamiento de un guion demasiado reiterativo y ralentizado.
Pese a desplegar una técnica fotográfica que recuerda a la usada por Nestor Almendros para retratar los idílicos escenarios de El lago azul, la relación amorosa entre Tami y Richard resulta un tanto ligera y artificial; por lo que es incapaz de desencadenar la reacción sentimental que el drama debería generar. Un problema que no queda simulado ni con el exceso de energía interpretativa ejecutado por Shailene Woodley.
Este defecto de forma y contenido desde el punto de vista argumental hace que la parte de la supervivencia de los náufragos se perciba como congelada en el tiempo, aunque Kormákur pretenda potenciar el interés con flashbacks relativos a escenas de declaraciones amatorias, y nostálgicos besos sobre la arena de playas solitarias.
Aunque también existe una explicación plausible para el ritmo machacante y entrecortado del filme: mirado desde la perspectiva de la angustia en pos de la supervivencia, esos efectos de agotamiento casan bien con la ansiedad de los personajes por ser rescatados de la situación límite en la que estos se encuentran.
Jesús Martín
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