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1898 los últimos de Filipinas ★★★★

1898 los últimos de Filipinas ★★★★

Crítica de la película 1898 los últimos de Filipinas

Recomendable aventura bélica con mirada responsable hacia nuestra historia.

Aplaudo con ganas la iniciativa de devolver al audiovisual español, ya sea en el cine o en televisión, la fuente inagotable de personajes, argumentos, acontecimientos y conflictos que puede aportar al mismo la fecunda Historia de España anterior a la Guerra Civil. Lo aplaudo naturalmente como necesaria reflexión sobre nuestro pasado, de dónde venimos, para tener al menos una ligera idea de qué somos y hacia dónde vamos. Pero lo aplaudo aún más como aficionado al cine que ha consumido y aplaudido la incesante mitificación de la historia ajena, británica y estadounidense principalmente, en películas como El Álamo o Zulú y puede ahora experimentar similares sensaciones como aficionado al cine entrando en contacto con un hecho histórico de su propia cultura, habitado por personajes que además el brillante reparto de esta película hace tan cercanos, tan de hoy mismo, tan de encontrárselos a la vuelta de la esquina, aunque la acción de la película nos remonte hasta fecha tan lejana, pero no necesariamente tan ajena, como 1898. Aplaudo en definitiva la película porque consigue sacar adelante una mirada responsable sobre esa Historia que, como la de cualquier otro país, tiene luces y sombras, y en la que desde hace demasiado tiempo la mirada del cine y la televisión parece empeñada en dejar que las sombras siempre devoren a las luces.

En Baler resistieron un puñado de españoles que habían llegado hasta allí, en la quinta puñeta del Imperio español que se derrumbaba, procedentes de toda la geografía española. La mayoría eran carne de cañón, pero lucharon como héroes, por muy cómodo que les resulte hoy a algunos poner ahora en cuestión, según los valores de nuestros días, lo que allí estaban defendiendo.

La película respeta a estos héroes, los saca del anonimato, reflexiona incluso desde los puntos más oscuros de los resistentes, y saca el máximo partido para ello de la mejor baza de nuestro cine, su mejor efecto visual, su artillería esencial: los actores. El partido que saca el director del dibujo entre las luces y las sombras que hacen de sus personajes Javier Gutiérrez, Luis Tosar, Karra Elejalde, Eduard Fernández o Carlos Hipólito –ahí es nada, quien siga el cine y la televisión española sabe lo que significa ya en cuanto a calidad y personalidad ante la cámara reunir a estos cinco magníficos para un proyecto- es brillante. Varios ejemplos entre muchos otros que podría citar: Tosar apuntando con su rifle y definiendo la relación de su personaje con la mujer de la historia en una de las mejores secuencias de la película; o Gutiérrez apareciendo frente a la tropa de relevo al principio del relato, o Elejalde en cualquier momento de su contribución a la película; o la escena de reflexión sobre las medallas y la supervivencia de Fernández, mítica; o esa presencia constante de la conciencia de todos que es el personaje de Carlos Hipólito. No son islas, son un encadenado que añade al dibujo épico de la película la filigrana dramática y de reflexión de la que hablaba antes, para que todo no se quede en un intercambio de disparos, unas cuantas muertes y algunos gritos. Porque esta película es más que una entrega de acción y aventuras bélicas, aunque también en esa parcela resulte muy eficaz.

Lo importante es que detrás de los tiros, las carreras, los ataques y las muertes, hay gente, personajes bien dibujados en el guión que tras el encuentro con el actor y bajo la eficaz mirada del director se traducen en momentos de buen cine. Si eso se puede decir de los veteranos, otro tanto puede articularse de los más jóvenes, Álvaro Cervantes, que se echa sobre sus espaldas con eficacia un protagonismo en clave de antihéroe y narrador que no es nada fácil, como tampoco lo es el papel de respaldo desde distintos lados de la trinchera que ejercen Patrick Criado, destinado a introducir la voz de la duda en el propio espectador, y Miguel Herrán, el abanderado pegado a su cruz de la suerte que traduce el miedo más allá del héroe.

Matices en cada personaje que están bien envueltos en una aproximación a los planos de épica de la película y la acción de la misma que me han recordado en algunos momentos la mirada de Coppola al Vietnam de Apocalypse Now o la de Oliver Stone al Vietnam de Platoon, lo cual es lógico porque, ¿acaso no fueron las Filipinas para España lo que años después sería Indochina para Francia o Vietnam para Estados Unidos?

Lo dicho: altamente recomendable. Entre lo mejor de cine español que se ha estrenado este año, y eso es decir mucho porque hemos tenido una buena cosecha de cine de aquí en 2016.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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