Curiosa comedia dramática guiada por un brillante dúo protagonista. Y es que pese a sus buenas intenciones, lo que quedará en la cabeza de cualquier espectador que acuda a ver 3 Veces 20 Años, será su pareja protagonista, Isabella Rossellini y William Hurt, que están magníficos en la piel de este peculiar matrimonio que se niega a envejecer. El resto pasará de largo con mayor o menor interés para quien pague la entrada, quizá por culpa de un empeño de su directora y guionista Julie Gavras, de no arriesgar absolutamente nada a favor de la historia. Todo queda encerrado en los límites de lo correcto.
Vamos, que para llegar a talento de su padre, el brillante director Costa-Gavras (Desaparecido), aún le queda mucho trecho por recorrer a esta mujer. Y lo demuestra con lo blanda que es la historia que nos presenta en esta película, siempre cargada de tópicos y de una sonrisa blanca, sin ninguna malicia ni ingenio, que nos hace sonreír muchas veces, incluso reír, pero que cae a la hora de presentar el drama por la falta de fuerza de lo que nos plantea. La historia de un matrimonio que se adora pero que debe aprender a sobrellevar la llegada de la vejez, cada uno a su peculiar manera.
Y tiene momentos de humor brillantes, como ella en clase de aerobic náutico rodeada de jóvenes que le parecen de otro mundo, sin saber que hacer ni cómo moverse, o él siendo confundido con uno de los residentes en de un asilo al que acude de visita. La cara de ambos actores en los dos casos provoca la carcajada. Lo mismo que Rossellini, de nuevo, intentando atraer hombres en una cafetería. Son los mejores momentos de la película (ese viaje en la furgoneta llena de ancianos), cuando el humor campa a sus anchas y la película pierde pretensiones.
El problema es su zona dramática. Los momentos en los que la llegada de la vejez golpea y uno no sabe cómo enfrentarse a ella y que conducen a todos los tópicos habidos y por haber y a un tratamiento por parte del guión de lo más blando. Hasta cuando la pareja tiene un encuentro fuera del matrimonio lo tiene a la par. Lo que lleva a un final previsible e insatisfactorio, porque da lo mismo, a fin de cuentas. Y eso sí que es una lástima.
Es una lástima porque la pareja protagonista está magnífica y se mueve como pez en el agua dando vida a los dos personajes centrales. Es una pena porque lo dan todo para recibir muy poco a cambio y los dos están muy por encima del guión, de la historia y de la moraleja final. Le falta acidez, le falta mala baba y le falta la sorna suficiente para convertir esta coproducción entre Francia y Reino Unido en algo más. Algo mucho más interesante. No deja de ser una buena película, por su humor y por su reparto, pero acaba pareciendo una oportunidad perdida.
Jesús Usero
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