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martes, abril 30, 2024
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7 días en Entebbe ★★

7 días en Entebbe ★★Tediosa recreación del secuestro y operación de rescate en Entebbe. Si el director de la película no fuera José Padilha sería fácil arremeter contra ella diciendo que su realizador no entiende los mecanismos del thriller, pero tratándose del director de Tropa de Élite y su secuela y del productor ejecutivo de Narcos cuesta más entender semejante resultado.

La película nos lleva al año 1976, cuando un grupo de terroristas del Frente Popular para la Liberación Palestina y dos miembros de las Células Revolucionarias alemanas decidieron secuestrar un avión de Air France procedente de Tel Aviv con el fin de reclamar la liberación de prisioneros palestinos. El impacto mediático de los hechos hizo que el cine trasladara toda la espectacularidad de la Operación Thunderbolt a la gran pantalla en películas como Brigada antisecuestro y Operación relámpago, centradas en la gesta de los militares israelíes. En esta ocasión, Padilha prefiere ahondar en el drama de los secuestradores, humanizarlos y dotarlos de la profundidad psicológica que el medio les había privado. Las dudas morales de los secuestradores, que se consideran humanitarios pero a la misma vez luchan por escapar de la alargada sombra del nazismo, es lo más interesante de la película, y aunque a veces sean reiterativas y algo simplistas, siempre aparece el carisma de Daniel Brühl para otorgarles una consistencia que el personaje de Rosamund Pike y el resto de secuestradores nunca logran igualar.

Para evitar meterse en líos políticos, el director también añade a la ecuación las consabidas conversaciones de despacho, rodadas sin nervio y con el único propósito de actualizar el conflicto palestino-israelí y concienciar sobre la necesaria paz, y la visión por parte del ciudadano de a pie a través del personaje de la bailarina y su relación con el militar. Tantos puntos de vista concentrados en una película de poco más de hora y media dan lugar a que no se termine profundizando en ninguno de los implicados más allá de los secuestradores. Por todo eso, el montaje del final, tan poético y metafórico como anticlimático, deja en segundo plano la operación militar y resume a la perfección el tema de la película (“yo lucho para que tú puedas bailar”), pero no deja de resultar desconcertante ante la poca importancia que se le ha dado en el resto del relato al personaje de la bailarina y la resolución tan pobre que tienen los secuestradores.

Ese asalto final recupera buena parte del buen hacer del Padilha de Tropa de élite y algunos capítulos de Narcos, pero llega después de una pesada estancia en el aeropuerto de Entebbe en la que los días pesan como una losa sobre el espectador. Quizá escaldado por su experiencia hollywoodiense con el remake de Robocop ha intentado volver a la crónica de sucesos por la vía discursiva y del drama, pero la total ausencia de tensión en una secuencia a priori cinematográficamente tan potente como la del secuestro del avión es verdaderamente preocupante. Para algunos críticos e historiadores quizás 7 días en Entebbe pueda tener cierto valor como documento histórico, pero no es lo que uno espera cuando va al cine a disfrutar de un rato de evasión y tensión con una película sobre secuestros y rencillas políticas.

Alejandro Gómez

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Alejandro Gómez
Todo en uno: cinéfilo, seriéfilo, melómano, lector voraz y tragaldabas.

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