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Para los pacientes amantes del cine de terror en su demencial vertiente de asesinos en serie, encontrar una Ăşnica aportaciĂłn novedosa a un subgĂ©nero que llevaba años languideciendo a velocidad de vĂ©rtigo resultaba casi un imposible, una dolorosa utopĂa.
La subclase del slasher hizo su particular primera apariciĂłn allá por  el lejano 1978 de la mano del maestro de lo terrorĂfico, John Carpenter. Este film se erigiĂł como manual de lo que supone la elaboraciĂłn de una cinta de estas caracterĂsticas, a saber: asesino desquiciado debido a un truculento trauma familiar digno del Diario de Patricia o bien por culpa de la sociedad postmoderna y vĂctimas con todos los sĂntomas derivados de la susodicha sociedad ultracapitalista. AquĂ podemos encontrarnos a fĂ©minas con una preocupaciĂłn exacerbada por aumentar su talla de sujetador y varones cuya máxima aspiraciĂłn es desabrochar el sostĂ©n de las reciĂ©n citadas. El desarrollo de las acciones de semejantes personajes se puede acotar en persecuciones y crĂmenes, un bucle que termina justo en el instante en el que ya no queda por rebanar ni el apuntador.
De esa matriz que fue la Noche de Halloween surgiĂł al instante sus consabidas derivaciones: por un lado sus propias secuelas interminables y por otro cintas que calcaron de forma casi enfermiza el modelo expuesto por aquella y variando Ăşnicamente el asesino-charcutero.  De estas, las más significativas -más por los jugosos dividendos en taquilla que obtuvieron y su pasmosa capacidad de fabricaciĂłn de secuelas hasta el hartazgo- que por su calidad fueron Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street .Curiosamente, en el año 2003 los serial killers de ambas sagas se enfrentaron cara a cara en el delirio hemoglobĂnico  que fue Freddy VS Jason y que se saldĂł con un notable Ă©xito.
Este género hizo furor durante todo el decenio de los ochenta, si bien con el cambio de década el cansancio de la audiencia por culpa de la sobrecarga excesiva de cadáveres adolescentes que era ya una realidad.
La tabla de salvaciĂłn llegĂł de la mano de la celebrada Scream en el año 1996, que fue quien de escupir el gusano que empodrecĂa la suculenta manzana. El film de Craven sirviĂł para aderezar al slasher a travĂ©s de una dosis de autoparodia que funcionĂł con la precisiĂłn de un reloj suizo. En Scream, se alternaban las muertes con las carcajadas, las vĂctimas contaban un chiste antes de morir y el asesino no tenĂa pudor alguno en mostrar con antelaciĂłn su planificaciĂłn de la matanza.
Sin embargo, este ejercicio tan disfrutable no tuvo la esperada continuidad y se optĂł por la vĂa que precisamente habĂa provocado la saturaciĂłn anterior. AsĂ, los errores perpretados en el pasado se elevaron a la máxima potencia a travĂ©s de la descarada fotocopia y el plagio sin miramientos, unidos a la manĂa de realizar hasta dĂ©cimas partes y un nuevo vĂa crucis: el ejercicio del remake, fruto de la pura dejadez, la alarmante falta de ideas y la estĂşpida aspiraciĂłn de hacer caja a cualquier precio. Ahora se pasaba a copiar fotograma a fotograma, eso sĂ, ya dentro de la legalidad.
Quizá la personificaciĂłn de todos y cada uno de los errores que habĂan llevado al slasher al abismo se podrĂa retratar con el film SĂ© lo que hicisteis el Ăşltimo verano. La cinta parecĂa regodearse en sus propios fallos y por ende, en todos los clichĂ©s tĂpicos del gĂ©nero que Ă©ste se encargaba de repetir casi hasta con chulerĂa. Por si fuera poco , la pelĂcula peca todavĂa más al tomarse en serio a sĂ misma y adquirir una pose altiva, enorgulleciĂ©ndose de que el cast estĂ© conformado por actores de tirada (pero de dudosas cualidades para el oficio) entre los teenagers de la Ă©poca y por contar con un exageradĂsimo presupuesto totalmente innecesario para un film de terror, consiguiendo mandar al traste el primer mandamiento de obligado cumplimiento en este tipo de filmes: el aroma a serie B, bien porque es en realidad humilde en medios y, si no es el caso, porque debe parecerlo con el fin de resultar creĂble. Por ello, SĂ© lo que hicisteis el Ăşltimo verano es el ejemplo palmario de lo que no se debe hacer en el cine de los asesinos en serie y no lo fue Leyenda Urbana, que si bien era otro bodrio al menos cumplĂa el mandamiento de la humildad en el que el otro se terminĂł por sentenciar.
Con la llegada del nuevo milenio, bajo un panorama desolador en el que el remake irrumpiĂł con fuerza de Titán y casi da por finiquitado el gĂ©nero por la vĂa artĂstica, sorprende ver una cinta tan estimable como esta Hermand de Sangre.
Lo más loable de esta cinta es que sabe salir airosa de un desfavorable punto de partida, puesto que Sorority Row es un remake. Ante este percal, se optĂł por extraer la idea original, pero desechar la vĂa de la fotocopia.
AsĂ, la estrategia funciona, puesto que hubo tino a la hora de actualizarla. A los creadores no se les escapĂł el hecho de que la sociedad de hoy en dĂa tiene el paladar del factor sorpresa a prueba de bombas, y lo que antes provocaba pánico y estupor hoy quizá estĂ© más prĂłximo a rozar el ridĂculo.
Bien es cierto que Hermandad de Sangre es terror en su vertiente fast-food: se engulle y se digiere con facilidad, se olvida pronto pero se disfruta (y mucho). Es humilde en cuanto a medios pero sabe estar en el punto exacto: parece menos serie B de lo que en realidad es pero sin llegar a alejarse de los cánones establecidos. Su envoltorio es elegante no porque se haya derrochado en su concepción, sino porque se ha sabido invertir cada dólar, lo cual la engrandece.
Otro gran acierto es que coloca sobre la palestra varios dilemas Ă©ticos y morales que en un primer momento parece una incongruencia en un gĂ©nero más proclive al destrozo sin miramientos. Las protagonistas se ven sumidas en una situaciĂłn la mar de grimosa, sus acciones desesperadas ante el secreto que deben ocultar provoca morbo en el espectador, que se pregunta una y otra vez quĂ© harĂa el ante semejante coyuntura. El film expone sin que nos enteremos todos los males de una sociedad cuyo modelo de vida y moneda de cambio es el puro y duro egoĂsmo, el narcisismo pueril, la auto-felaciĂłn y el onanismo por obra y gracia de uno mismo.
Se disfrutan además las muertes, que desdeña tanto el gore gratuito como las muertes casi entre algodones en donde el asesino parece pasarlo mal matando cuando se le deberĂa ir la vida en ello.
Por si fuera poco, las protagonistas ejercen el papel de féminas sibilinas, de chicas malas y de gossip girls de pasta que son capaces de esconder sus lodos por un cristal Swarovski. Cierto es que hay un desnivel en el trabajo actoral, con actuaciones de calidad notable y por encima de lo visto anteriormente y cuyas cotas más altas se alcanzan en los roles ejercidos por Rumer Willis y Leah Pipes, con otras que acaban cayendo en el clicé de las animadoras tontas que son masacradas con los pompones en ristre (y de lo que Jaume Collet-Serra se rio a través del papel de Paris Hilton en La Casa de Cera).
Final con sorpresa, banda sonora con una utilizaciĂłn acertada de las cuerdas para los momentos de tensiĂłn, y de regalo un rol-cameo de manos de Carrie Fisher, cĂ©lebre por ser la princesa Leia y que aquĂ ejerce de regente de la hermandad sin su mĂtico peinado con forma de ensaimada. AsĂ da gusto que te asesinen macho, asĂ que: que empiece la escabechina!.