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jueves, abril 25, 2024
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Sorority Row: el slasher se renueva con posos de Victoria’s Secret

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Para los pacientes amantes del cine de terror en su demencial vertiente de asesinos en serie, encontrar una única aportación novedosa a un subgénero que llevaba años languideciendo a velocidad de vértigo resultaba casi un imposible, una dolorosa utopía.

La subclase del slasher hizo su particular primera aparición allá por  el lejano 1978 de la mano del maestro de lo terrorífico, John Carpenter. Este film se erigió como manual de lo que supone la elaboración de una cinta de estas características, a saber: asesino desquiciado debido a un truculento trauma familiar digno del Diario de Patricia o bien por culpa de la sociedad postmoderna y víctimas con todos los síntomas derivados de la susodicha sociedad ultracapitalista. Aquí podemos encontrarnos a féminas con una preocupación exacerbada por aumentar su talla de sujetador y varones cuya máxima aspiración es desabrochar el sostén de las recién citadas. El desarrollo de las acciones de semejantes personajes se puede acotar en persecuciones y crímenes, un bucle que termina justo en el instante en el que ya no queda por rebanar ni el apuntador.

De esa matriz que fue la Noche de Halloween surgió al instante sus consabidas derivaciones: por un lado sus propias secuelas interminables y por otro cintas que calcaron de forma casi enfermiza el modelo expuesto por aquella y variando únicamente el asesino-charcutero.  De estas, las más significativas -más por los jugosos dividendos en taquilla que obtuvieron y su pasmosa capacidad de fabricación de secuelas hasta el hartazgo- que por su calidad fueron Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street .Curiosamente, en el año 2003 los serial killers de ambas sagas se enfrentaron cara a cara en el delirio hemoglobínico  que fue Freddy VS Jason y que se saldó con un notable éxito.

Este género hizo furor durante todo el decenio de los ochenta, si bien con el cambio de década el cansancio de la audiencia por culpa de la sobrecarga excesiva de cadáveres adolescentes que era ya una realidad.

La tabla de salvación llegó de la mano de la celebrada Scream en el año 1996, que fue quien de escupir el gusano que empodrecía la suculenta manzana. El film de Craven sirvió para aderezar al slasher a través de una dosis de autoparodia que funcionó con la precisión de un reloj suizo. En Scream, se alternaban las muertes con las carcajadas, las víctimas contaban un chiste antes de morir y el asesino no tenía pudor alguno en mostrar con antelación su planificación de la matanza.

Sin embargo, este ejercicio tan disfrutable no tuvo la esperada continuidad y se optó por la vía que precisamente había provocado la saturación anterior. Así, los errores perpretados en el pasado se elevaron a la máxima potencia a través de la descarada fotocopia y el plagio sin miramientos, unidos a la manía de realizar hasta décimas partes y un nuevo vía crucis: el ejercicio del remake, fruto de la pura dejadez, la alarmante falta de ideas y la estúpida aspiración de hacer caja a cualquier precio. Ahora se pasaba a copiar fotograma a fotograma, eso sí, ya dentro de la legalidad.

Quizá la personificación de todos y cada uno de los errores que habían llevado al slasher al abismo se podría retratar con el film Sé lo que hicisteis el último verano. La cinta  parecía regodearse en sus propios fallos y por ende, en todos los clichés típicos del género que éste se encargaba de repetir casi hasta con chulería. Por si fuera poco , la película peca todavía más al tomarse en serio a sí misma y adquirir una pose altiva, enorgulleciéndose de que el cast esté conformado por actores de tirada (pero de dudosas cualidades para el oficio) entre los teenagers de la época y por contar con un exageradísimo presupuesto totalmente innecesario para un film de terror, consiguiendo mandar al traste el primer mandamiento de obligado cumplimiento en este tipo de filmes: el aroma a serie B, bien porque es en realidad humilde en medios y, si no es el caso, porque debe parecerlo con el fin de resultar creíble. Por ello, Sé lo que hicisteis el último verano es el ejemplo palmario de lo que no se debe hacer en el cine de los asesinos en serie  y no lo fue Leyenda Urbana, que si bien era otro bodrio al menos cumplía el mandamiento de la humildad en el que el otro se terminó por sentenciar.

Con la llegada del nuevo milenio, bajo un panorama desolador en el que el remake irrumpió con fuerza de Titán y casi da por finiquitado el género por la vía artística, sorprende ver una cinta tan estimable como esta Hermand de Sangre.

Lo más loable de esta cinta es que sabe salir airosa de un desfavorable punto de partida, puesto que Sorority Row es un remake. Ante este percal, se optó por extraer la idea original, pero desechar la vía de la fotocopia.

Así, la estrategia funciona, puesto que hubo tino a la hora de actualizarla. A los creadores no se les escapó el hecho de que la sociedad de hoy en día tiene el paladar del factor sorpresa a prueba de bombas, y lo que antes provocaba pánico y estupor hoy quizá esté más próximo a rozar el ridículo.

Bien es cierto que Hermandad de Sangre es terror en su vertiente fast-food: se engulle y se digiere con facilidad, se olvida pronto pero se disfruta (y mucho). Es humilde en cuanto a medios pero sabe estar en el punto exacto: parece menos serie B de lo que en realidad es pero sin llegar a alejarse de los cánones establecidos. Su envoltorio es elegante no porque se haya derrochado en su concepción, sino porque se ha sabido invertir cada dólar, lo cual la engrandece.

Otro gran acierto es que coloca sobre la palestra varios dilemas éticos y morales que en un primer momento parece una incongruencia en un género más proclive al destrozo sin miramientos. Las protagonistas se ven sumidas en una situación la mar de grimosa, sus acciones desesperadas ante el secreto que deben ocultar provoca morbo en el espectador, que se pregunta una y otra vez qué haría el ante semejante coyuntura.  El film expone sin que nos enteremos todos los males de una sociedad cuyo modelo de vida y moneda de cambio es el puro y duro egoísmo, el narcisismo pueril, la auto-felación y el onanismo por obra y gracia de uno mismo.

Se disfrutan además las muertes, que desdeña tanto el gore gratuito como las muertes casi entre algodones en donde el asesino parece pasarlo mal matando cuando se le debería ir la vida en ello.

Por si fuera poco, las protagonistas ejercen el papel de féminas sibilinas, de chicas malas y de gossip girls de pasta que son capaces de esconder sus lodos por un cristal Swarovski. Cierto es que hay un desnivel en el trabajo actoral, con actuaciones de calidad notable y por encima de lo visto anteriormente y cuyas cotas más altas se alcanzan en los roles ejercidos por Rumer Willis y Leah Pipes, con otras que acaban cayendo en el clicé de las animadoras tontas que son masacradas con los pompones en ristre (y de lo que Jaume Collet-Serra se rio a través del papel de Paris Hilton en La Casa de Cera).

Final con sorpresa, banda sonora con una utilización acertada de las cuerdas para los momentos de tensión, y de regalo un rol-cameo de manos de Carrie Fisher, célebre por ser la princesa Leia y que aquí ejerce de regente de la hermandad sin su mítico peinado con forma de ensaimada. Así da gusto que te asesinen macho, así que: que empiece la escabechina!.

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