Crítica de la película Acuarela
Fallido cuento romántico debido, entre otras cosas, a la multiplicidad de subtramas y tópicos y los problemas de ritmo. .
Tras su escarceo en la comedia pura con El comandante y la cigüeña, el director milanés Silvio Soldini regresa al territorio que, a priori, mejor domina: el drama romántico. Con un subgénero tan manoseado es difícil no caer en los personajes y estructuras arquetípicas, y a pesar de alguna pequeña variación en su planteamiento argumental y dibujo de la protagonista, el director de la afamada Pan y tulipanes no puede evitar que todo suene a déjà vu.
El germen de la idea para su nueva película podemos aventurar que surgió en 2013 con Altri occhi, un documental acerca de las actividades y los distintos deportes que practican las personas invidentes. En Acuarela (traducción libre del más poético Il colore nascosto delle cose italiano) Soldini cuenta la historia de Teo (Adriano Giannini), publicista de profesión y Don Juan en sus ratos libres; un fulano narcisista y seductor que colecciona ligues para alimentar su síndrome de Peter Pan y paliar su miedo al compromiso. Sin embargo, todo cambia (y aquí viene la pequeña novedad) cuando conoce a Emma (Valeria Golino), una osteópata invidente. Esa unión de un hombre que trabaja esencialmente con imágenes con una mujer ciega es un punto de partida interesante que podría haber dado más de sí. Por un lado, el film muestra esa evolución del protagonista de forma visualmente competente, con un cambio de relación de aspecto constante entre el 1:33 y el 1:85 para incidir en cómo Emma, paradójicamente, le hace ampliar sus miras y ver el mundo de otra manera; pero a nivel narrativo y de construcción de personajes no lo resulta tanto, más allá de algunos momentos puntuales como el de la primera cita en la cafetería (encuentro en el que se derriban tópicos y prejuicios sobre las personas invidentes con verdadero ingenio), la resolución de la subtrama del encargo publicitario o las confesiones en el bosque. Dejando a un lado el arco evolutivo, se echa en falta una mayor química entre los amantes y un verdadero sufrimiento y pasión por el amor prohibido, que al fin y al cabo es lo que busca el público objetivo de este tipo de historias. Soldini debería haberse revisado la primera mitad de Match Point y, de paso, fijarse en la destreza del genio neoyorkino para convertir las ciudades en las que transcurren sus historias en personajes de capital importancia.
Como comentaba antes, el sopor hace acto de presencia debido a la necesidad del director de querer jugar con múltiples subtramas que impiden que la historia de romance avance y se desarrolle plenamente. Tenemos la del drama familiar del protagonista con la muerte de su padre, cuyo único objetivo es humanizar a un personaje con el que nunca llegamos a empatizar, y la de las infidelidades en la relación con una novia que por culpa del maniqueísmo del guion llegamos a aborrecer. En el trabajo nos encontramos con la del encargo publicitario, con presencia del típico amigo que admira sus dotes para ligar y que sirve como contrapunto humorístico, papel que desempeña mejor por el lado de la protagonista una alocada e imprevisible Arianna Scommegna que es de lo mejor de la película. Por si no fuera suficiente, introduce por parte de Emma una trama de ayuda y superación a una joven que acaba de perder la vista. Son ingredientes suficientes para una serie de televisión, pero a todas luces demasiados para menos de dos horas de metraje. Quizá si Soldini hubiera focalizado su atención en la relación habríamos tenido un producto más convencional, pero también mucho más entretenido.
Alejandro Gómez
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