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viernes, abril 26, 2024
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Antes del Anochecer ****

Antes del Anochecer ****


Gran cierre para la trilogía de Linklater, con unos magníficos Ethan Hawke y Julie Delpy. Pero, pese a lo brillante de la propuesta, la puesta en escena y los sensacionales diálogos (casi todos ellos, no todo es perfecto en la película), hay algo que no termina de encajar en esta propuesta de Richard Linklater para cerrar la trilogía de esta peculiar pareja. Hay detalles que no encajan a la hora de recibir como espectadores este cuento algo extraño e impredecible. No sabemos cómo va a terminar aunque el desarrollo de las acciones es completamente lógico. Pero tiene un sabor… un regusto a ya visto. Le falta la frescura que tenían las dos películas anteriores, sobre todo la segunda ambientada en París. Le falta algo de aquella fuerza, de aquella sensación de estar viendo algo nuevo. Sí, son personajes conocidos, queridos por los muchos seguidores de la historia que han vivido durante 19 años entre Viena, París y ahora la costa de Grecia. Pero aquí hay cosas que no terminan de cuadrar porque hace falta… algo nuevo que contar, y precisamente la historia habla de qué ocurre cuando no hay nada nuevo que contar. De la monotonía y las relaciones que se encuentran con baches a veces insalvables. Del final del amor, o de cómo reavivarlo.

La historia nos lleva a Grecia, al final de un gran verano en el que Jesse, impresionante Ethan Hawke, se despide de su hijo, del que tiene la custodia su exmujer, una persona… poco agradable y comprensiva. Esa despedida pone en marcha una serie de eventos que hará que la relación de Jesse con Celine (una no menos impresionante Julie Delpy) se tambalee desde sus cimientos pese a lo mucho que parece quererse y entenderse la pareja, pese a que son felices y tienen dos adorables gemelas a las que quieren con locura. Pese a que han pasado un verano memorable en Grecia con nuevos amigos que les aprecian y demuestran su cariño alquilando una habitación de hotel para que la pareja disfrute la noche sin las niñas antes de partir hacia París de nuevo. Pero lo que podría ser una perfecta noche romántica poco a poco se encamina hacia el desastre.

Richard Linklater es un director poco conocido más allá de esta curiosa trilogía. Casi siempre dentro de la producción independiente, aunque tuvo un amago de acercamiento a las grandes producciones con películas como School of Rock. Pero sólo por estas tres películas ya podemos decir que es un director de culto que tiene muchos seguidores, los suficientes como para convertir una pequeña historia romántica en los noventa en una historia que abarca tres películas y tres décadas, que va del primer encuentro al amor floreciente, al declive o bache que viven todas las relaciones. Su estilo es limpio, nada pretencioso visualmente, con una puesta en escena limpia y sencilla, pero muy efectiva, y trabajando ante todo con los actores y con los diálogos. Incluso en su trabajo para alguna major más alimenticio, se nota ese gusto por el trabajo con los actores y los diálogos. Y se agradece.

Al igual que en la anterior película, Antes del Atardecer, aquí los guionistas que figuran son los actores protagonistas además del director, por lo que tal y como han contado muchas veces, los diálogos eran en parte improvisados para dar fluidez y realismo a los mismos. Y funciona. Sus charlas, sus gestos, son creíbles, son reales, son los que cualquiera podría tener con una pareja con la que lleva años y con la que comparte todo. Un ejemplo perfecto es la charla en el coche después del aeropuerto, que se alarga durante un buen trecho en un plano fijo y que tiene ternura, humor, tensión, un amago de discusión… Cualquier pequeño detalle puede hacer descarrilar una relación, incluso cuando son cosas nunca dichas, solo intuidas. Cuando uno conoce tan bien a la otra persona no hace falta demasiado para saber leer entre líneas y descubrir lo que realmente quieren decir las palabras del otro. Así se desarrolla la historia, de charla a charla haciendo que la situación vaya a peor, alimentando los rencores y los errores pasados para sacar lo peor de nosotros mismos a relucir y quizá, darnos cuenta de que nuestra relación ya no funciona. No va a ninguna parte.

En eso parámetros, con dos actores que conocen tan bien su papel, con un director que les deja a sus anchas y sabe cómo y cuándo encuadrarlos (como esa despedida en el aeropuerto en la que Ethan Hawke lo dice todo con una mirada de profunda tristeza, pese a que le esperan sus hijas y su mujer), todo fluye de forma brillante. Sus problemas son nuestros problemas. La charla va de una manzana a un desliz del pasado, de una mirada a un silencio. Tan real como la vida misma. Pero eso plantea un problema. Carece de la magia de la película anterior, en su empeño por mostrar esa monotonía y ese anquilosamiento en una relación, la película a ratos puede resultar monótona, carente de chispa. Es para un público muy determinado. Muy concreto. Gente que conoce los personajes y los adora. Si no corremos el riesgo de quedarnos fuera, como quedan fuera de lugar algunos comentarios, algunas charlas demasiado cargadas y cargantes (por dios santo, ¿cuánta gente de la calle conoce La Ley del Silencio en Grecia? Aquí todos los personajes la han visto y hablan de ella como expertos…). Es un pequeño pero, un simple traspiés, pero hacen por momentos la película poco accesible. Y le restan brillo a una obra de resultado casi perfecto. De lo mejor del año, sin duda.

Evidentemente la película está destinada a la gente que ha visto las anteriores, así que si sois fans de Antes del amanecer y Antes del Atardecer, esta película os encantará. Pero también tiene algo de ese tipo de cine independiente de la vertiente Kevin Smith en sus inicios (aunque mucho menos irreverente, claro) o Marc Webb. Así que quien disfrute con ese tipo de películas, tiene aquí casi dos horas de buen cine garantizado.

Jesús Usero.

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