Una de las mejores adaptaciones de videojuego a cine. O seguramente la mejor. Sí, es posible que a partir de este momento empiecen a llover los tomates en esta dirección y alguno ataque desmesuradamente mi opinión, aunque en realidad tampoco importa demasiado. Mi trabajo es ser honesto conmigo mismo y con los lectores, y decirles lo que pienso desde el punto de vista cinematográfico. Y en este caso también desde el punto de vista de los amantes de una de las sagas del mundo del videojuego más importantes de los últimos quince años, amada por unos, odiada por otros, pero referente en la industria y que, además, nos brindó algunos juegos realmente brillantes, sobre todo en la segunda entrega y sus secuelas, cuando nos hacíamos cargo de la historia de Ezio Auditore en la Italia del Renacimiento, con una historia llena de matices, traiciones, venganzas y conspiraciones, en la eterna lucha entre Asesinos y Templarios. Y hay que tener en cuenta todo eso porque Justin Kurzel ha hecho la adaptación de un videojuego más distinta, arriesgada y valiente que recuerdo. Es más, es uno de los blockbusters más arriesgados que me vienen a la cabeza y por ello merece la pena echarle un vistazo, pese a que no sea perfecta.
Justin Kurzel es un director extraño, capaz de dirigir una película tan diferente como su Macbeth, donde también contaba con Michael Fassbender y Marion Cotillard como protagonistas, y donde no tenía el presupuesto que maneja en esta película, pero nos proporcionaba una película muy distinta a lo que todos esperaban. Aquí hace algo similar. Assassin’s Creed es críptica, es diferente, es compleja en muchos sentidos, aunque su trama sea sencilla, y lo es en parte porque asume que el espectador es jugador habitual de la saga y va a entender todas las referencias y mensajes ocultos que nos ha preparado durante la película. Y como fan eso se disfruta, aunque el personaje de Callum Lynch y de Aguilar de Nerja, su antepasado, ambos interpretados por Michael Fassbender, sean nuevos en esta franquicia. No importa. O es jugador o se ha informado muy bien sobre el juego (sí, ha cambiado el Animus, pero eso es lo de menos), y para entenderlo sólo hay que ver el macguffin de la película, La Manzana del Edén, algo que seguramente despistará a muchos espectadores casuales, pero que los fans van a agradecer mucho. O deberían. Como el tema de la sincronía…
La historia es similar a la de algunos juegos, por supuesto, pero incorpora un elemento antes no visitado por los desarrolladores, la España de la Inquisición, con Torquemada a la cabeza. Callum Lynch es un hombre que vio morir a su madre de niño a manos de su padre, y que ahora espera ser ajusticiado en el Corredor de la muerte. Cuando eso sucede, despierta en un laboratorio en Madrid, de las Industrias Abstergo, donde Sofia (Marion Cotillard) le explica que ha fallecido para el resto del mundo, pero que allí puede ser de ayuda. Si se conecta al Animus, puede revivir las experiencias de su antepasado, miembro de una extraña sociedad secreta de Asesinos siempre en guerra contra los Templarios (los primeros buscan la libertad del hombre, mientras los segundos quieren controlar los impulsos violentos para lo que necesitan la Manzana antes mencionada), que fue el último en conocer el paradero de la Manzana. De paso Callum aprenderá no sólo lo que supone ser un Asesino y su credo, sino lo que se esconde en su pasado lejano y reciente, lleno de secretos y mentiras. Una historia que podría haber salido del juego perfectamente y que es tan sencilla en su planteamiento, como críptica en su desarrollo.
Por ejemplo, Kurzel ha contado en el reparto con varios actores de nuestro país, para dar más vida a la España de la Inquisición de 1492, entre Sevilla y Granada, con Javier Gutiérrez como Torquemada, Hovik Keuchkerian como su segundo al mando y Carlos Bardem como el mentor de Aguilar de Nerja. Y podía haber hecho que todos hablasen inglés para acomodar el asunto al público internacional y sobre todo al americano. Pues no. Decide ser históricamente coherente y todos hablan castellano, incluyendo a Fassbender (muy digno) y a su compañera en el pasado, interpretada por Ariane Labed. Casi la mitad de la película en castellano… O la resolución de ciertas escenas de acción (el asalto al patio en Granada) que en lugar de hacer despliegue de piruetas comienza entre humo con… bueno, véanlo, que es distinto pero es un homenaje al juego. O los saltos de fe. O la fotografía de la película. O los diálogos. O el no explicar del todo muchas cosas y dejar que el espectador lo descubra sólo o lo traiga aprendido de casa (el origen del hombre, sin ir más lejos… sacado del juego). Casi parece un blockbuster dirigido por Tarkovsky a ratos. Como Macbeth.
Eso tiene sus complicaciones. No es una película de fácil acceso y o la amas o la odias, no habrá mucho término medio. Su dificultad la hace valiente y arriesgada, pero a veces es demasiado riesgo, y a veces no funciona. Hay un personaje que, al final, cambia de opinión demasiadas veces de forma inexplicable. Al de Jeremy Irons le falta desarrollo, y el de Brendan Gleeson está pobremente aprovechado. Había potencial para incluso algo mejor, con otra vuelta de guión que no dejase ideas a medio cocer, por mucho que sea el inicio de una posible franquicia en cine. Hay temas que quedan demasiado pendientes y personajes que no son aprovechados. Y mientras que muchos fans aplaudirán hasta quemarse las manos ciertos momentos, al espectador común pueden sonarle a chino. Ese es el riesgo, pero con tanta copia y película sin personalidad, Assassin’s Creed destaca justo por lo contrario. Por tener personalidad, mucha, por ser visualmente fascinante, por ser posiblemente la mejor adaptación de un videojuego al cine, y por sentar las bases, fallidas o no, de una nueva forma de enfocar los blockbusters. Y por el camino, los que hemos jugado al juego, lo pasaremos en grande.
Jesus Usero
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