Buena propuesta de ciencia ficción con capacidad de sorpresa, referencias y un gran Banderas.
El viaje al género de ciencia ficción que nos propone esta película comienza con un arranque digno de una sólida variante (ojo, no copia) de Blade Runner con todo su añadido de cine negro sostenido sobre las espaldas de un gran Antonio Banderas, pero luego escapa de las claves de las fábulas paranoides y alucinatorias de Phillip K. Dick que inspiraron la citada película de Ridley Scott para convertirse en una historia de viaje y persecución con paisaje de neowestern en la que el relato evoluciona hacia claves más propias de los relatos futuristas de Ray Bradbury o Arthur C. Clarke. Además mirada desde otro punto de vista es una adaptación mucho más fiel al original de las historias de robots de Isaac Asimov que las versiones de cinematográficas de El hombre del bicentenario y Yo robot que protagonizaran respectivamente Robin Wiliams y Will Smith. De hecho el argumento reescribe las tres leyes de la robótica que formulara Asimov precisamente en un intento por mantenerse más cerca o en mayor coherencia con el paisaje real que trazan actualmente los avances científicos en robótica y la paulatina incorporación de elementos robóticos a nuestra sociedad. Ese es otro de los puntos fuertes de Autómata: se mantiene en constante evolución dentro del género en el que desarrolla su fábula, pero en todo consigue mantenerse en el territorio de la especulación de lo posible por extrapolación de nuestra actualidad, o al menos intenta que sus propuestas argumentales se encuentren entre lo viable. Y este es precisamente el mandato o la condición que Isaac Asimov le ponía al género para que alcanzara su mayor solidez, habitar en el territorio de la prospectiva, formular argumentos, personajes, situaciones y conflictos que estuvieran ligados a la especulación y la extrapolación. Eso presta mayor solvencia dramática a esta película que en algunos momentos, sobre todo por su desarrollo en la segunda parte, con la llegada al desierto, estaría integrada perfectamente en una manera de dibujar cinematográficamente la ciencia ficción que recuerda algunos rasgos de las películas de Neill Blomkamp, Distrito 9 o Elysium, y posiblemente haría buena pareja con la nueva película de este director sudafricano, Chappie, que llegará a la cartelera en torno al próximo mes de marzo. Podríamos decir que Autómata respira el mismo aire que estas producciones y al mismo tiempo recoge argumentalmente una herencia que se remonta a la obra de teatro R.U.R. (Robots Universales Rossum), de Karel Capek, y desde ahí hace un homenaje que tiene mucho que ver con fuentes de inspiración clásicas como Almas de metal, dirigida por Michael Crichton en 1973, y a la que en cierto modo rinde homenaje con ese rostro de robot del que se liberan sus modelos Pilgrim 7000.
En su conjunto y aunque en su tercer acto y desenlace pierda algo de ritmo, Autómata es una de las mejores películas de ciencia ficción que ha llegado en los últimos años a la cartelera, eficaz en su planteamiento visual y de efectos, pero trocando la pirotecnia de los efectos especiales por contenido argumental y dramático que Antonio Banderas defiende con uno de sus más destacados trabajos ante las cámaras que deja claro lo que vieron en él los productores norteamericanos cuando le abrieron las puertas de su industria: talento unido a eficacia ante las cámaras.
Miguel Juan Payán
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