Potente visualmente, poderosa aunque imperfecta. La primera película como director de Samu Fuentes seguramente será comparada con El Renacido, la película que le dio el Oscar a Leonardo DiCaprio, aunque no es del todo justa la comparación. Pero sí comprensible. Su uso del paisaje y el tipo de paisaje que presenta, su ausencia de diálogos durante gran parte del metraje, la fuerza de sus imágenes y el carácter de su protagonista, un cazador solitario entre montañas, le dan un tono cercano, sí, aunque en esencia sea una película completamente distinta. No se trata de una búsqueda de venganza y supervivencia, sino de una historia sobre la soledad y el aislamiento en la naturaleza, y sobre lo poco preparados que estamos entonces para relacionarnos con otros seres humanos.
La película cuenta la historia de un cazador, interpretado por Mario Casas, que es el último habitante de un pueblo perdido en las montañas, y que baja muy de cuando en cuando al pueblo que hay en el valle, para comerciar con las pieles de lo que caza (mantiene al pueblo a salvo de los lobos) y para comprar lo que necesita… bueno, y otras cosas. Cuando una mujer entre en su vida, todo cambiará para él. A partir de ese momento comienza realmente la película, la historia de ese hombre aislado y la situación que le lleva a encontrarse con no una, sino dos mujeres, lo que incluso en el último tercio de la película incluye una pequeña parte de thriller con un tono casi cercano a Hitchcock.
Me he cansado de defender las virtudes de Mario Casas como actor, pese a las continuas críticas, porque creo que lo ha demostrado ya con creces. Es bueno, muy bueno incluso, y aquí mantiene con su magnética presencia un duelo entre él y la naturaleza, con un personaje que es a veces más animal que persona, y con ante todo la presencia de Irene Escolar, un personaje tan interesante como… bueno, mejor vean la película. Una película que apenas tiene diálogos, en lo que todo se cuenta a través de los actos, las miradas, los paisajes, el peligro… y con un poderío visual impresionante, que aprovecha el paisaje como un personaje más, uno tan poderoso como temible, con su nieve, sus cumbres, sus cuevas…
La película adolece, sin embargo, de varios defectos. Una trama intermedia que no lleva a ninguna parte y que alarga la película. Innecesariamente. El tono de la historia es contemplativo de por sí, su forma de acercarse a la historia es pausada, calmada, muy reposada, para que los momentos «violentos» golpeen al espectador. Lo que hace que esa trama innecesaria alargue aún más la historia. El final es magnífico, pero le cuesta llegar a él. Y no explica realmente muchas cosas. Con 20 minutos menos, la película habría sido mejor. Con un tono más directo incluso. Pero queda una película distinta, con momentos excelentes y con algo que no se ve habitualmente en nuestro cine. Y debería.
Jesús Usero
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