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jueves, abril 25, 2024
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Big Eyes ****

Big Eyes ****Tim Burton nos propone una acertada reflexión sobre la mentira y el arribismo.

De la última propuesta de Tim Burton me quedo sobre todo con sus dos protagonistas, de los que no me ha sorprendido que estén ya en las listas de los primeros premios de cine del año, porque son el alma de este largometraje. Amy Adams vuelve a demostrarme por qué es la gran camaleona del cine de los últimos años. El calificativo de actriz todorreno empieza a quedarse corto para definirla. Y cada vez más queda claro que sólo por ella solita ya merece la pena acercarse a ver cualquier película al cine. En cuanto a Christoph Waltz vuelve a bordar esa capacidad suya para mezclar lo simpático con lo inquietante que hizo de él lo más destacado de Malditos Bastardos y desde entonces no ha dejado de manifestarse en su filmografía como una especie de firma de estilo. En esta ocasión hay momentos en que me recuerda al Gene Kelly de Un americano en París, pero en cuanto me descuido vuelve a aparecer la perversa y peligrosa golfería de superviviente cainita que le caracterizó cuando interpretó al nazi cazador de judíos en la película de Quentin Tarantino.




A mi parecer en el variopinto jardín de propuestas cinematográficas que ha venido elaborando Tim Burton a lo largo de su carrera, Big Eyes estaría emparentada con esa familia de fábulas sociales con personajes disparatados que forman películas como Eduardo Manostijeras (era un cuento fantástico, cierto, pero también una reflexión social, y dicho sea de paso, el barrio residencial del que escapa la protagonista de Big Eyes al principio de la película tiene mucho en común con el que habitaban las amas de casa seducidas por el peluquero dedostijeras en dicha película), Ed Wood (que es el viaje desde ese barrio residencial que comentaba a la gran urbe, con la que también tiene cierto parentesco la odisea urbanita de la protagonista de Big Eyes), y Big Fish

Argumentalmente y por su tema podría hacer buena pareja también con ese otro trabajo sobre la mentira que es El lobo de Wall Street, sobre todo con ese último plano de la película de Scorsese que establece claramente que los culpables somos nosotros, que nos dejamos engañar.  Elocuente y eficaz en su propuesta, Big Eyes es especialmente oportuna en estos tiempos en que la política ha dado a luz a una nueva estirpe de arribistas y oportunistas hijos de ese nuevo Mordor que es la desilusión generalizada por los abusos y las corruptelas y que a río revuelto buscan la ganancia de pescadores adictos a los discursos populistas. Burton ha rodado una interesante reflexión sobre la mentira y sobre lo fácil que es engañar a los tontos, a los ilusos, a los que se creyeron eso del “persigue tus sueños” y el último anuncio de compresas con alas. Ver a las víctimas de los Keane y sus estafas puede servir como espejo para muchos espectadores amigos de los caminos fáciles, del populismo, de las promesas vacías… En ese sentido, para mí destaca en la película la aparición del gran Terence Stamp como esa especie de conciencia crítica desagradable que es como el Pepito Grillo de los muchos Pinochos que parece que hoy en día hay sueltos por ahí.  Su contribución al relato es corta pero con mucho filo, y esencial.

Enorme Stamp.

Miguel Juan Payán

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