Peter Weir siempre ha sabido mantenerse en un tรฉrmino medio entre los clรกsicos y los modernos, resaltando en su cine las historias de supervivencia acompaรฑadas por el resto de las caracterรญsticas que comentรฉ en el artรญculo que le hemos dedicado en el รบltimo nรบmero de la revista Acciรณn. Todas esas notas de estilo, esas claves de su cine como cine del llamado de autor, se dan cita en su รบltima pelรญcula, Camino a la libertad, con una claves de relato รฉpico que dan como resultado una de las mejores historias de aventuras que hemos visto en pantalla grande en los รบltimos aรฑos.
Hago especial hincapiรฉ en lo de pantalla grande, porque es una lรกstima no ver esta pelรญcula en todo su esplendor visual, esto es, en un cine. Hay que ir al cine a ver cine. Puede parecer de Perogrullo, pero a mucho personal eso se le estรก escapando: algunas pelรญculas, como la que aquรญ nos ocupa, han sido concebidas con claves cinematogrรกficas tan importantes que pierden la mitad de su capacidad de seducciรณn si se ven en otras condiciones. De hecho en esas otras condiciones no las vemos, mรกs bien las consumimos, o quizรก las deglutimos apresuradamente. ย Quede claro que รฉsta, como todas las pelรญculas de Peter Weir, es de las que hay que ver en pantalla grande.
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La primera pieza del puzzle, como en todas las historias de Weir, son las personas, no los personajes, ojo, las personas. El director no maneja estereotipos o bocetos de personajes apenas desarrollados para habitar su fรกbula. Sus historias son mรกs creรญbles precisamente por esa capacidad para habitarlas con seres humanos de carne y hueso, con toda la panoplia de virtudes y defectos que adorna a nuestra maltratada y maltratadora especie. En Camino a la libertad vuelve a poner de manifiesto esa especie de virtuosismo en la descripciรณn de personajes con un solo plano o una sola lรญnea de diรกlogo. Pongo un ejemplo para quienes me hagan caso y decidan ir a ver la pelรญcula: Khabarov, el actor encarnado por Mark Strong, adquiere un destacado protagonismo al principio de la historia, y se explica a sรญ mismo y su internamiento en el gulag al tiempo que explica la aberrante manera de operar de la represiรณn estalinista al tiempo que elabora un chiste sobre su destino: le encerraron por interpretar a un noble de manera que desagradรณ al rรฉgimenโฆ Un actor encerrado por hacer bien su trabajo es una paradoja, como todo el personaje de Khabarov, el hombre que planea siempre una fuga, pero nunca se atreve a escapar. El personaje es esencial para introducirnos en el gulag junto a Janusz (Jim Sturgess), al que me resisto a calificar como protagonista, ya que como toda historia de supervivencia bien tramada, en รฉsta el protagonismo es coral y cada uno de los personajes tiene lo que podrรญamos llamar su โmomento protagรณnicoโ dentro de la trama. En todo caso, visto el desenlace y el arranque, queda claro que Weir ha querido seรฑalarle especialmente como el principal protagonista de su historia, una especie de testigo del convulso siglo veinte que nos representa a todos de algรบn modo, y que por lo tanto se convierte en el personaje con el que el espectador tenderรก a identificarse inevitablemente, aunque esporรกdicamente encuentre detalles en el resto de sus compaรฑeros con los que se reconoce o identifica mรกs directamente. El caso es que Khabarov es el puente de entrada de Janusz en el gulag y su informador, es decir, nuestro informador, sobre lo que allรญ ocurre y cรณmo funciona esa sociedad. Pues bien: Weir construye tan bien su historia que Khabarov seguirรก estando presente, incluso en ausencia, durante el resto del relato, como si fuera alguien real a quien hemos conocido en algรบn momento de nuestra vida y que recordamos de vez en cuando. Toda la trama y todos los personajes que nos acompaรฑan en Camino a la libertad funcionan de la misma manera: con un enorme realismo que les convierte en personas de carne y hueso a las que nos duele ir perdiendo en el camino.
Junto a su tema central, que no es el encierro, sino la libertad (morir en libertad antes de perecer encadenados es el motivo principal de los personajes, porque escaparse es la mejor manera de desafiar y luchar contra el poder despรณtico que les ha encerrado), el otro asunto esencial de toda esta fรกbula de aventuras teรฑida con un poderoso mensaje humanista (no olvidemos que el motivo para escapar es tambiรฉn perdonar), es la pรฉrdida y la memoria. Es un motivo que el director expresa visualmente en esos dibujos que traza uno de los personajes en su cuaderno y que cobran singular protagonismo despuรฉs de cada muerte, y que se repite en esos planos trazados con mano firme de director clรกsico por Weir, con los personajes ante las tumbas, en el desiertoโฆ un desierto que nos ha revelado en toda su temible grandeza en un plano que nos lo muestra con un movimiento de cรกmara que no muestra su infinita extensiรณn haciendo que lo miremos no desde el punto de vista de los personajes, sino iniciando el movimiento desde detrรกs de los mismos para dejarnos claro que somos un personaje mรกs, que estamos junto a ellos mirando lo que nos espera, y no mirando a travรฉs de sus ojos. Es la clave de un director clรกsico que no intenta recurrir al truco fรกcil de hacernos mirar a travรฉs de los ojos de sus personajes, sino que hace algo mucho mรกs difรญcil, mucho mรกs mรกgico, mucho mรกs interesante: meternos dentro de su pelรญcula como un personaje mรกs.
Otro aspecto destacado es la forma en la que introduce su crรญtica al rรฉgimen de Stalin, que se expresa por sรญ mismo en su brutalidad y no necesita ser subrayada, porque subrayarla serรญa caer en lo obvio, quitรกndole hierro al asunto. Esquivando toda tentaciรณn panfletaria, Weir se limita a dar sutiles pinceladas sobre el asunto, generalmente en clave visual, como la que nos muestra la puerta en el desierto donde la foto de Stalin revela a los personajes que siguen estando en un paรญs hostil para ellos y deben continuar adelante con su fuga.
Por supuesto todo esto estรก servido con un elemento esencial que Weir ha cuidado siempre mucho en su filmografรญa. El primero son los actores, herramientas ejemplares entre las que encontramos a uno de los actores con mรกs talento del cine americano de hace varias dรฉcadas al que nos gustarรญa ver con mรกs frecuencia en pantalla, Ed Harris, un pilar sรณlido sobre el que se puede construir una pequeรฑa historia como la de su peripecia con su hijo, sin mostrar nada, salvo su rostro, y que en esta pelรญcula mantiene un duelo interpretativo genial con la integrante mรกs joven del reparto, una Saoirse Ronan que debemos seguir con atenciรณn porque es una de las mejores actrices de su generaciรณn. Me recuerda a una Meryl Streep mรกs joven, y tambiรฉn mรกs capaz de acercarse al pรบblico. El trabajo de ambos, juntos y por separado, estรก entre lo mejor de la pelรญcula, aunque ya entiendo que las miradas de la mayorรญa irรกn a posarse en el trabajo de Colin Farrell como Valka, el mafioso ruso, que por otra parte es uno de los mejores trabajos del actor en los รบltimos aรฑos (se hace imposible entender cรณmo este hombre se dejรณ liar para hacer la patochada de Alejandro con Oliver Stone).
Miguel Juan Payรกn