La adaptación al cine de las peripecias del Capitán Trueno, héroe incombustible del cómic patrio que llevaba años intentando encontrar su hueco en la cartelera, produce la impresión de una película en conflicto consigo misma. Proyecto ambicioso y poco habitual en el cine español, no consigue alzar el vuelo. Era una traducción difícil de la viñeta a la pantalla y ha demostrado ser un hueso duro de roer para sus artífices, especialmente en la parcela de guión y no tanto por los más o menos medios invertidos en el proyecto.
La película ensaya una convivencia difícil, sino imposible, entre el homenaje a los diálogos originales, hoy infumables, y una faceta más siniestra y en principio interesante, que es la que junto con los diálogos entre Crispín y su ligue en la aldea, o la escena en la que Crispín y Trueno esperan la llegada de Sigrid antes de iniciar el viaje a España, me llevan a pensar que el reparto saca petróleo del guión a la mínima ocasión que le da el diálogo, aunque los actores no tienen mucho a lo que agarrarse. El Trueno que me hubiera gustado ver es el de ese tonillo macarrilla, crispado y mosqueado con la fémina que le sale a Segio Peris Mencheta cuando contesta a Crispín: “¡Sí, es ella!”, dejándonos intuir una guerra de sexos que lamentablemente luego no explota el resto del la relación entre ambos personajes. A la mínima oportunidad, los actores cumplen de sobra, pero les ha faltado más respaldo en la construcción del guión.
Quienes nos pasamos la infancia disfrutando de las aventuras del Capitán Trueno y el Jabato (reconozco que yo era más del Jabato, porque la época de las guerras púnicas, Cartago contra Roma, me parecía más divertida que la de las Cruzadas), siempre hemos confiado, y al mismo tiempo temido, que tarde o temprano el cine se atrevería a meterle mano a estos personajes. Por otra parte a título personal siempre tuve igualmente claro que por tratarse de héroes del tebeo español estarían inevitablemente lastrados por las limitaciones de presupuesto. Es por tener muy asumido ese aspecto de limitación de medios a las posibilidades del cine español que al ir a ver Capitán Trueno y el Santo Grial no esperaba encontrarme con un despliegue de medios estilo Ridley Scott en El reino de los cielos o Robin Hood, ni siquiera con las escenas de apertura en las Cruzadas de En tiempo de brujas, aunque bien es cierto que muchos de nuestros cineastas han demostrado ya que si les dan el presupuesto suficiente pueden conseguir logros de reconstrucción histórica ciertamente notables, porque aquí donde no llega el dinero llega el talento y la habilidad. Siendo además como soy adicto a las producciones de espagueti western y del péplum mediterráneo cocinado en coproducción entre España, Italia y cualquier otro país o países europeos, no estaba de partida predispuesto a ponerle pegas a los medios aplicados a esta película. Me resulta familiar la limitación de medios en la construcción de la épica en el cine español, y no me molesta en absoluto. Obviamente es posible que con más medios los resultados visuales, sobre todo en su arranque, con esa reunión de huestes cristianas en Tierra Santa, habrían mejorado, pero eso no es lo que me preocupa, si bien quiero aclarar que, como ya sucediera en la última batalla de Alastriste, la reconstrucción histórica y épica en el cine español sigue teniendo como asignatura pendiente el tratamiento de los grandes planos generales, mientras paradójicamente suele pasar con nota en esa misma reconstrucción siempre que la lleve a cabo en planos sin acción o con acción pero siempre con planos cercanos. En Alatriste el plano general del tercio resistiendo la carga a caballo cantaba tanto como en este Capitán Trueno canta la cabalgada o la vista del campamento cristiano que espía el musulmán a través de cuyos ojos empezamos a ver la película. Sin embargo en esa última batalla de Alatriste los planos cercanos de la batalla, cuerpo a cuerpo, funcionaban bien. Es evidentemente una consecuencia de la falta de medios, que impide grandes despliegues, algo que se repetía en la película de la serie Águila Roja, de manera que conviene que los directores españoles vayan sacando conclusiones de esta experiencia y busquen la manera de hacer la épica más cercana, más de plano medio y primeros planos, renunciando a los planos generales, algo que puede parecer una propuesta absurda e incluso una herejía tratándose de épica, pero que es sobre todo un camino de adaptación a los medios reales de que se dispone en una cinematografía como la española. Conste que ello no significa renunciar a la épica visual ni al espectáculo. Revisen las escenas de las salinas en Blackthorn (Sin destino) de Mateo Gil, y el uso del paisaje en la misma a modo de ejemplo. Quizá lo que toca es olvidar huestes y mesnadas y dejarlo todo reducido a grupos salvajes.
Pero como digo, lo que hace que Capitán Trueno y el Santo Grialtenga serios problemas y realmente no funcione no es en absoluto la limitación de presupuesto, que además en su desenlace es relativa, porque está repleto de efectos visuales que incluso permiten convocar el mítico globo en el que viajaban los personajes de las viñetas, además de una criatura gigantesca de las profundidades y un fenómeno cósmico, todo ello más que suficiente para servir a las necesidades de la película, y muy logrado, incluyendo un inesperado efecto de gigantismo a mitad del metraje. Lo que realmente ejerce como lastre de todo el proyecto es que, como he comentado antes, es una película en conflicto consigo misma. Empezando por el guión. Entiendo el intento de homenaje al cómic original, pero en el siglo XXI no puedes poner al personaje de Goliath a jurar por el gran batracio verde ni puedes poner a los actores encargados de interpretar al Capitán Trueno y Crispín en el compromiso de decir ¡Cáspita! En el diálogo era imprescindible olvidarse del tebeo original, porque los años cincuenta del pasado siglo quedan lejos, y lo que valía para las viñetas en aquella época y en la década siguiente hoy no funciona en la pantalla y ni siquiera está ya presente en las viñetas del cómic actual. Hay muchas frases de diálogo que provocan cierto sonrojo, por ser demasiado infantiles incluso para la infancia de nuestros tiempos, suficientemente fogueada en los videojuegos y en un lenguaje más duro incluso desde una temprana edad, lo que coloca la película en el primero de los muchos callejones sin salida que se empeña en frecuentar a lo largo de su metraje.
Siguiendo con el guión, está en conflicto consigo mismo ya desde el principio. Sin ánimo de enmendarle la plana a nadie, sino simplemente de aclarar mejor por qué no me ha convencido la película, pondré el ejemplo de la toma de la fortaleza musulmana en Tierra Santa con la que arranca el relato, en la que se suceden una serie de enfrentamientos, liberaciones, duelos trepidantes y demás… Trueno se encuentra demasiado pronto con el anciano que esconde el Santo Grial y le encomienda su misión; ocurre casi al principio de la refriega, cuando esa revelación de la misión y del villano –por cierto, muy buen villano Ramón Langa- funcionaría mejor instalado como el cierre de ese párrafo introductorio de acción, después de que Trueno haya tropezado con Sigrid y demás en los túneles, construyendo de menos a más, en lugar de poner el Grial y la misión en el centro de ese párrafo introductorio a la aventura, lo que desde un punto de vista de ritmo de la narración es contraproducente para retener el interés del público.
Además ya digo que el guión parece empeñado en pelear consigo mismo, y produce la impresión de no acabar de decidirse por cuál es su verdadera naturaleza, mezclando situaciones y frases de diálogo infantiloides con un tratamiento de la aventura en España ciertamente siniestro, torturas incluidas, con su puntito sadomaso, violación de la personalidad, drogas, y algunos toques próximos al terror… como esa escena de las cabezas… que, como ocurre con la escena de amor en el río, empieza bien, con solidez, pero en su desenlace vuelve a caer en la trampa de la resolución infantiloide. Las frases que profiere Trueno cuando le cortan el rollo con Sigrid, en un intento por replicar los diálogos de los cómics, se cargan lo que estaba bien construido anteriormente. Por otra parte, algunas escenas, como las despedidas, especialmente la del príncipe musulmán, se alargan hasta que los personajes se quedan sin palabras, dando lugar a silencios embarazosos.
Finalmente las escenas de acción no llegan a desplegarse del todo, y en algunos casos apenas vemos nada. Un ejemplo de ello está en el asalto final al castillo, cuando los distintos enfrentamientos se muestran con la cámara pegada a los personajes en un montaje que intuyo no quiere mostrar la violencia de forma demasiado evidente pensando quizá en la explotación ante un público infantil, maniobra arriesgada que resta poder visual a esos duelos individuales o en grupo. Un ejemplo: el tipo del hacha y su colega explorador (desaprovechados como personajes como el resto de los compañeros de Trueno, a los que se nos presenta en principio con un protagonismo que despierta expectativas luego no cumplidas) pasan por un arco y se enfrentan a dos oponentes… pero no llegamos a ver esa pelea porque transcurre detrás de ese arco en su mayor parte. Ocurre lo mismo con el enfrentamiento de Goliath con los tipos blindados, donde la cámara está tan encima de los personajes que no podemos ver lo que ocurre realmente. Una cosa es sustituir la épica de plano general por planos cercanos y otra distinta es amputar la emoción a las escenas de acción convirtiéndolas en borrones de cuerpos en movimiento sin dejarnos ver quién está dando y quién está recibiendo cera. Sé que el trabajo de coreografía y el esfuerzo de esgrima de los actores está hecho y se ha rodado. Esto es más un problema de elegir una opción de montaje frenético que en mi opinión perjudica el lucimiento de las escenas de duelo.
Creo sinceramente que la parte siniestra de este Capitán Trueno de Antonio Hernández merecería haber tenido un desarrollo pleno sin el lastre, no sé si impuesto por los que ponen el dinero, de obligar al proyecto a replicar las peripecias y los diálogos más infantiloides del cómic original, que pertenece a otra época y otro medio. Creo que el Capitán Trueno de Hernández y Peris Mencheta es el que está en esa jaula enfrentado a la tortura, el que mira a Sigrid como una molestia que sin embargo le pone como una moto, el que tiene como compañero a un adolescente inseguro y al mismo tiempo exitoso con las chicas como Crispín, y el que tiene que enfrentarse a un Ramón Langa particularmente convincente como villano.
Miguel Juan Payán
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