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jueves, abril 25, 2024
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Cazadores de sombras: Ciudad de hueso ★★★

Crítica de la película Cazadores de sombras: ciudad de hueso 

Más entretenida que Crepúsculo y con más acción.

El nuevo intento de seguirle la pista comercial en el cine a la saga de Crepúsculo llega a la cartelera arrastrando tras de sí a la habitual legión de fans que han leído las novelas y se saben de memoria algunos de sus diálogos. Fans que, como vengo diciendo, merecen tanto respeto como los que alucinamos con los Jaeger y los Kaijus viendo Pacific Rim o nos convertimos en gorilas gritones (servidor el primero) cantando un gol de Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Diego Costa, Roberto Soldado o Negredo (eso a elegir cada cual). O como los que se sienten trasladados al Parnaso musical escuchando AC/DC o un aria Nessun Dorma de Puccini para el acto final de Turandot. Vamos que friquis somos todos y hay que respetar el friquismo ajeno.

Pero dejando de lado con sus filias y sus fobias a los muchos lectores que ya tienen las novelas de esta saga y comprensiblemente en su mayoría van a interesarse por la versión cinematográfica, disfrutándola desde su afición por personajes y tramas, la pregunta que realmente hay que contestar aquí es cómo funciona Cazadores de sombras: ciudad de hueso para los profanos en la materia. Esto es: para quienes, como yo mismo, nunca han leído una novela de esta saga. Mi impresión en ese sentido es que como película, Cazadores de sombras es más entretenida que Crepúsculo y apuesta por la acción frente al enredo sentimental, aunque obviamente por tratarse del tipo de producto de que se trata, incluya el enredo sentimental de los protagonistas y la extrapolación inevitable de la fórmula de Romeo y Julieta de Shakespeare a parámetros más morbosos para acercarla a los consumidores adolescente de este tipo de producto en nuestros días. No obstante, como lego en la caza de sombras y las ciudades de hueso, aprecio que hayan elegido dedicar más tiempo a la acción y las intrigas que a los momentos románticos, de los cuales sólo hay realmente dos, bastante ñoños, eso sí (lo de las florecillas y el agua y el final del chaval con moto incluida supera mi tolerancia gástrica con el abordaje del romanticismo blanco para adolescentes por la vía del tópico previsible) que ciertamente rompen el ritmo tirando a trepidante del resto del relato.

Seré más claro: esta primera entrega de la saga me parece más entretenida para todo tipo de público y más cuidada en muchos aspectos de lo que nunca lo fueron las entregas de Crepúsculo. Parto de la base de que el 90 por ciento de los grandes éxitos de ficción que se están publicando hoy en día para adolescentes (y lamentablemente muchas de las que se publican para los adultos) son un esencialmente un refrito de esquemas y fórmulas tomadas al vuelo de la mitología popular más reciente, y no tanto de las fuentes que inspiraron los trabajos de clásicos en la materia como Julio Verne, Emilio Salgari, Mark Twain, Charles Dickens, Jonathan Swift… que era la literatura que leíamos los adolescentes en los años 50, 60 y 70 junto con Yo robot de Asimov y la vida del Lazarillo de Tormes que nos metían en la escuela a piñón fijo. Dicho esto, vivimos en un tiempo de imitación de la imitación, y en ese terreno creo que esta primera adaptación cinematográfica de Cazadores de sombras se mueve con singular habilidad y soltura. Me explico: su traducción de la típica historia de la adolescente normalita que encuentra su manera de convertirse en popular al mismo tiempo que intenta sobrevivir a la pubertad y la madurez sexual es la misma de siempre, pero aquí está tejida con una serie de elementos que muy posiblemente funcionen en la taquilla precisamente por no ser novedosos, sino más bien un lugar común repetido en otros éxitos previos que seguramente el espectador reconocerá. De manera que en este tipo de producto no se valora ya la originalidad o la imaginación, sino la capacidad para la reiteración de elementos previos de probado éxito en la taquilla o las audiencias televisivas. Y en ese ejercicio de reiteración, creo que los artífices de Cazadores de sombras andan cinematográficamente algo más finos a la hora de presentar personajes y hacer que el relato funcione que los responsables de la saga Crepúsculo, aunque ambos fagociten con notable desparpajo propuestas y ficciones que les precedieron. De hecho, en su arranque, esta película tiene mucho de Crepúsculo, pero rápidamente empieza a introducir elementos que suenan a Harry Potter, como esa catedralicia mole con reminiscencias de palacio medieval que sirve como epicentro de la trama y surge de manera mágica entre los modernos rascacielos de la populosa urbe para permitirle a los personajes principales revestirse de un protagonismo mesiánico en un mundo donde de otro modo pasarían desapercibidos y serían simplemente otro fulanito más, lo cual no deja de ser una variante de la fórmula del superhéroe aplicada a los ardores hormonales, las inquietudes y el caos de indefinición propios de la adolescencia. Además en ese esquema añade a su trama a modo de sustrato el argumento de la caza de demonios que es el leitmotiv esencial de los protagonistas de una de las más divertidas series de televisión de las últimas ocho temporadas, Sobrenatural, de manera que los protagonistas de Cazadores de sombras emulan de algún modo a los hermanos Winchester de aquella, eso sí, con un look más cercano a los góticos tatuados y siempre angustiados por todo que se aleja del espíritu más optimista y rockero de aventuras de carretera emparentadas con el western que anima los terrores y las fantasías de Sobrenatural. Y si para las peripecias con vampiros y licántropos hay que tirar un poco de Blade y otro poco de Underworld, no pasa nada, todo entra en el puzle de manera fluida, aunque sea tan poco original como esa especie de agujero de gusano para viajar entre dimensiones, épocas y lugares que es tan práctica narrativamente para meter y sacar personajes en la trama y al menos en su traducción cinematográfica es un calco visual de las puertas estelares de las series de la franquicia Stargate… La guinda de todo ello es un sonoro “yo soy tu padre” al estilo de El imperio contraataca… que pone a los protagonistas en un dilema curioso del que me apetece ver cómo salen en la siguiente entrega.

Así que aun con esa falta de originalidad y esa capacidad para fagocitar antecedentes de la cultura popular más reciente, y a pesar del inevitable apunte romántico, como digo, muy dosificado, reconozco que la película me parece entretenida y más completa que las de la saga Crepúsculo.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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