Crítica American Gangster
Pese a su sobriedad, estamos ante una de las mejores películas del maestro Ridley Scott
En el año 2007 el director Ridley Scott (Alien el Octavo Pasajero, Balde Runner, Gladiator, Red de mentiras, Black Hawk Derribado…) estrenaba American Gangster, una historia basada en hechos reales en la que cuenta el ascenso a finales de los 60 de un hombre negro que llegó a dominar el hasta entonces negocio liderado por los hombres blancos: el tráfico de heroína en las calles de Nueva York, especialmente en Harlem.
El director contó con un guionista de renombre, Steven Zaillian (La lista de Schindler, Gans of New York, Hannibal…) y supuso el reencuentro en pantalla de dos estrellas que ya habían sido pareja protagonista en la película Virtuosity, Russell Crowe y Denzel Washington, y que en esta ocasión las tornas dan un giro de 180º y el que fuera el fiel defensor de la ley ahora se convierte en villano (Washington) y el que fuera el villano en aquella ocasión ahora es el inquebrantable justiciero (Crowe) al que no le temblará el pulso a la hora de meter entre rejas a uno de los mayores criminales de la ciudad de Nueva York.
Pero antes de llegar a ese punto, debemos situarnos en el año 1968 cuando las calles de esta ciudad (NY) eran un hervidero de drogas dominado por mafiosos y es en uno de esos barrios, en Harlem, donde el Capo Bumpy Johnson (Clarence Williams III) muere repentinamente de un ataque al corazón, dejando un vacío de poder en las calles que rápidamente será ocupado por el que fuera su hombre de confianza, Frank Lucas (Denzel Washington). El resto de criminales que acuden al funeral de Bumpy, creen que con la muerte del capo sus deudas económicas con el difunto quedarán saldadas pero Lucas no piensa dejar que esos oportunistas aprovechen la muerte de su querido mentor para eludir sus obligaciones.
Al otro lado de la ley tenemos al detective Richie Roberts (Russell Crowe) quien, a parte de vivir unos difíciles momentos matrimoniales al estar en medio de un divorcio, sus colegas de profesión le dan la espalda cuando en una operación anti droga encuentra un millón de dólares en billetes sin marcar en el maletero de un coche y decide entregarlos en comisaría bajo inventario, dejando en evidencia al resto de sus compañeros corruptos y provocando que sea la oveja negra de la comisaría de policía de Newark (Nueva Jersey).
Ambos personajes se mueven por férreos principios éticos y morales, los cuales son inquebrantables para ellos provocando que sean lobos solitarios muy parecidos, sólo que uno está del lado de la ley (Richi) y el otro se aprovecha de las debilidades de la ley mediante sobornos (Lucas).
Cuando Lucas empieza a distribuir por las calles una heroína llamada Blue Magic, más pura y más barata que toda la competencia, empieza a ganar dinero a raudales pero sabe que no debe llamar la atención y mantiene sus costumbres acudiendo los domingos a misa, donando dinero a la gente necesitada de Harlem… Sin embargo, en un evento deportivo de primer nivel como es el mítico combate entre Joe Frazier y Muhammad Ali, Richi, quien se encontraba en el evento para fotografiar a los miembros de la mafia que asistieran, descubre al que hasta entonces era un desconocido para él, Frank Lucas, ocupando unos asientos mejores que los del propio Capo de la mafia y preguntándose quién demonios era ese hombre.
Rápidamente Richie empieza a atar cabos gracias a otra pregunta que se había hecho anteriormente al descubrir en las calles la famosa heroína Blue Magic: “¿quién puede vender un caballo el doble de bueno a mitad de precio?”. Todos los hilos acaban llevando a ese tal Frank Lucas, haciendo que el enfrentamiento entre ambos sea sólo cuestión de tiempo.
Lo primero que hay que decir de esta película es que para tratarla con justicia y valorarla en su justa medida hacen falta varios visionados para que el espectador pueda reposar todo lo que el director nos cuenta con esta historia y valorar el gran trabajo realizado en esta ocasión. En su primer visionado, las comparaciones con otras películas de gánster van a ser odiosas porque al equiparar esta película con El Padrino, Scarface, Carlito´s Way o incluso Uno de los nuestros, evidentemente esta cinta sale perdiendo pues hablamos de los grandes pilares del cine de gangster pero saliendo de esa… llamémosle “élite”, lo cierto es que estamos ante una obra muy estimable con un fantástico pulso narrativo que si te dejas llevar te atrapará desde su inicio.
Aunque la película ha sido dirigida por Ridley Scott, quien hace un estupendo trabajo, inicialmente el proyecto estuvo en manos primero de Oliver Stone, Brian de Palma y Antonie Fuqua, quien fue sustituido finalmente por Scott al incrementarse el presupuesto. Creo que hubiera sido interesante ver qué propuesta nos hubiera hecho Brian de Palma, seguramente mucho más atrevida en cuanto a excesos se refiere, basta recordar algunas de sus películas como Scarface o Carlito´s Way.
El inicio de la película es sensacional con dos escenas que muestran la cara y la cruz de la misma moneda:
- Cuando en un callejón en plena noche Frank Lucas ajustan cuentas con un pobre diablo que ya vemos que está completamente maltratado y, aún así, lo rocían de gasolina y lo prende fuego antes de asestarle varios disparos en la cabeza, todo bajo la atenta supervisión de su mentor, el Capo Bumpy.
- Justo después, tras aparecer el título de la película, se abre el plano con una escena de Bumpy subido en un camión felicitando el Día de Acción de Gracias al gentío que se ha aglomerado a la espera de ver los regalos que este Capo mafioso va a ofrecerles y que no es otra cosa más que pavos para celebrar ese día tan especial en EEUU. En esta ocasión, es Frank Lucas quien se queda en segundo plano admirando lo que está haciendo su querido mentor, cuidando de su gente. Esto es lo que más adelante tratará de hacer Frank donando parte de su dinero a los más necesitados en Harlem a la espera de que el día de mañana, en caso de necesitar ayuda, esa gente acuda a su rescate, como hace saber a Richie más adelante: “Tengo a Harlem Richie. Yo cuidé a Harlem y Harlem me va a cuidar a mí, puede estar seguro”.
Durante todo el primer y segundo acto veremos a estos dos protagonistas, Frank Lucas y Richie Roberts, evolucionando de manera muy diferente. Por una parte, Frank conseguirá ascender rápidamente gracias sus turbios negocios con la droga mientras que Richie caerá en desgracia dentro de su departamento justamente por hacer lo correcto, devolver el millón de dólares que se ha encontrado en un coche de la droga.
A pesar de ser dos personajes opuestos, el directo juega muy inteligentemente a enfrentar las motivaciones que mueven a uno y a otro, haciendo que a veces la diferencia entre el bien y el mal sea una delgada línea que uno de los protagonistas, Frank, decide cruzar sin pena ni gloria para conseguir asentar su posición de hombre de negocios dentro de esa ciudad de Harlem en la que lo correcto nunca está dentro de la ley. Esta similitud entre los principios de Frank y Richie se ve estupendamente en una escena en una cafetería en la que Frank explica a sus hermanos el secreto del éxito en los negocios: “Lo más importante (en los negocios) es la honradez, la integridad, la constancia, la familia… no olvidar nunca los orígenes. En esta vida puedes ser dos cosas: o eres alguien o no eres nadie”. Esta es una frase sacada de primer curso de mafioso y que perfectamente podría pertenecer a cualquiera de las películas del género que he mencionado anteriormente.
Un ejemplo de que los polos opuestos se tocan, es la relación de amistad que finalmente surge entre Richie y Frank que no solo acaba con esa amistad en la pantalla, sino que en la vida real fueron realmente amigos, algo que recuerda (salvando las distancias) la relación final entre Frank Abagnale Jr. y el agente del FBI Carl Hanratty (Joe Shaye en la vida real) de la película “Atrápame si puedes”.
Para prepararse para su papel, Denzel Washington mantuvo varias reuniones grabadas con el auténtico Frank Lucas para recoger su esencia, su carisma, algo que sin duda consigue durante todo el metraje mostrando a ese criminal carismático, con mucha labia y don de gentes que no duda en apretar el gatillo para dar una lección de principios cuando la ocasión lo requiera. Y es que esa es una de las cosas que definen a Frank, su inquebrantable fe en sus reglas, en sus principios éticos y morales que su mentor, el difunto Capo Bumpy le había inculcado, convirtiéndolo en un “hombre de provecho”. De esas reuniones salió un dato escalofriante y es que, cuando Frank estaba en el cénit de su carrera criminal, recaudaba nada menos que un millón de dólares diarios por la venta de heroína en las calles de Harlem, que se dice pronto…
Él reparto de actores secundarios no es anda despreciable, encabezado por Josh Brolin haciendo de policía corrupto, Cuba Gooding Jr. como un jefe mafioso, Armand Assante como un jefe de la mafia, Idris Elba como un mafiosete de medio pelo que debía dinero a Frank, Ted Levine como el capitán de la comisaría de Richie o la magnífica Ruby Dee como madre de Frank.
En conclusión, tenemos un trepidante thriller sobre el mundo de la mafia en los años 70 que empieza encabezado por Denzel Washington en un papel que quizás sea lo menos llamativo de la película ya que una vez más vuelve a hacer de Denzel Washington con esa manera de gesticular, moviendo la cabeza mientras te da lecciones sobre la vida… y, por otro lado, tenemos a un fantástico Russell Crowe que entra en la trama de manera muy sosegada, casi como un secundario pero que a medida que avanza la historia el protagonismo es compartido hasta que, al final de la película, casi todo el peso cae sobre las espaldas de Crowe (que hay que reconocer que el hombre tiene buenas espaldas). Esta es una película que Ridley Scott cocina de manera lenta pero con una fuerza visual y dramática lo suficientemente potente para que el espectador, una vez terminada de ver la cinta, tenga la sensación de haber visto una muy buena película pero sin grandes aderezos que es lo que la aleja en cierta manera de esos tótems del género que son: El Padrino, Scarface, Carlito´s Way y Uno de los nuestros.
Rubén Arenal
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