Crítica de la película Mi niña
La directora Lisa Azuelos aborda el síndrome del nido vacío en un viaje emocional cuyo trayecto conocemos de memoria.
La independencia de los hijos suele ser uno de los acontecimientos marcados en rojo en el calendario vital de una madre. Ese sentimiento de vacío que dejan con su marcha se puede hacer insoportable si además ha dedicado su vida por completo a sacarlos adelante ella sola. Este síndrome del nido vacío es el tema sobre el que gira Mi niña, la nueva propuesta de la directora francesa Lisa Azuelos (LOL, Reencontrar el amor), que cuenta con una de las actuaciones más memorables de su filmografía, pero que narrativamente sigue cayendo en la misma superficialidad y tópicos que han lastrado su carrera.
La historia se centra en Heloise (Sandrine Kiberlain), una mujer divorciada y madre de tres hijos que debe afrontar la marcha de su hija menor Jade (Thaïs Alessandrin), que quiere continuar sus estudios en Canadá. Conforme se acerca el día de la partida, la preocupación de Heloise crece y no puede evitar recordar todos los momentos que han vivido juntas. Lo más interesante de este planteamiento es la brecha generacional entre madre e hija y la visión tan distinta que tienen sobre la familia y las relaciones. Mientras que Heloise es una mujer moderna, pero que pone a sus hijos por encima de todo y de todos, Jade no se plantea tener hijos y rechaza la idea de que el primer amor le corte las alas. Por ello, consciente de las diferencias entre ella y sus tres hijos, Heloise hace cualquier cosa por conservar su amor y mantenerlos cerca, especialmente a su hija pequeña. Muchas madres se sentirán identificadas en esa necesidad de consentirlos por el miedo a la perdida, pero ciertas situaciones que se establecen en la película, como el botellón improvisado o la primera vez de la pareja adolescente en casa, rayan lo inverosímil.
A la hora de explorar la soledad y el sentido de la responsabilidad de Heloise, la película funciona mejor cuando lo hace a través de sus fallidos ligues que cuando apuesta por los repetitivos flashbacks con los niños o el colegueo forzado entre madre e hija. Al no seguir la estructura clásica del viaje del héroe, la película es un viaje emocional sin grandes conflictos dramáticos que no aprovecha los elementos ni los personajes que la protagonista se encuentra en el camino: el grupo de amigas, los ligues o la multa en el restaurante caen en el olvido para seguir girando sobre el mismo tema de la forma más perezosa posible. Ni siquiera la hija, que parece sacada de un folletín adolescente, aporta nada significativo a la historia, más allá de ser la típica púber rebelde que descubre su sexualidad.
El visionado de Mi niña no deja huella en el espectador. Es una visión demasiado superficial de la figura de la madre moderna y del síndrome del nido vacío, que incluso llega a hacerse larga para sus escasos 85 minutos. El cortometraje de Pixar Bao construía una metáfora sobre la maternidad en menos tiempo y con mejores soluciones tanto visuales como narrativas.
Alejandro Gómez
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