Crítica Puñales por la espalda 2: El misterio de Glass Onion
Tan buena como la primera entrega, que no es decir poco.
Cuando uno se enfrenta a una secuela el miedo de que se trate de simplemente una repetición de los mismos mecanismos que vimos en la primera parte siempre está presente. Es algo que sucede especialmente con el género de terror, donde las secuelas suelen ser clónicas sin personalidad. Pero también con otras segundas partes que no cumplen las expectativas, que se quedan muy lejos de lo conseguido con la primera parte. Y en el caso de Puñales por la espalda se trataba de una película que incluso fue nominada al Oscar a mejor guión, que tenía un reparto de lujo, un Daniel Craig liderando impresionante y un Rian Johnson tras las cámaras en estado de gracia. Una mezcla de misterio de Agatha Christie y comedia que ahora da el salto a Netflix. Y lo hace de la mejor forma posible. Con una película tan buena como la original.
No era sencillo repetir el éxito y cuando Netflix compró los derechos de las secuelas de la película, pero el anuncio del reparto hizo que la gente pensase que la película podía estar a la altura de la anterior, al menos en ese aspecto. De la mano de Johnson, El misterio Glass Onion es tan potente o más gracias a un enrevesado y divertidísimo guión, una narración ágil y unos personajes memorables. En esta ocasión nos trasladamos a una pequeña isla de Grecia, donde se desarrolla un misterio preparado cada año, con un millonario que invita a un grupo de amigos para participar en un juego en el que alguien debe descubrir a un asesino en el grupo. Un juego inocente que, de repente, se convierte en algo mucho más serio cuando alguien muere. Pero, claro, Benoit Blanc, el mejor detective del mundo, está allí para solucionarlo.
Daniel Craig se lo pasa en grande con este personaje. Desde su demencial acento sureño, de todas partes y ninguna a la vez, a su postura, la forma en que se mueve o cómo se relaciona con los personajes. Es algo impresionante sobre todo si sólo le recordamos interpretando a James Bond. Aquí entre los secundarios hay nombres como Kathryn Hahn, Edward Norton, Jessica Henwick, Janel Monáe, Leslie Odom Jr., Madelyn Cline, Dave Bautista y algún cameo maravilloso… Pero quien sale triunfal de la película es Kate Hudson, en un papel que tiene mucho para ser solo una caricatura, pero al que la actriz sabe darle forma y vida de forma divertida y con personalidad. Inolvidable en la película. Los demás están fantásticos, pero lo de ella es otro nivel dentro de este universo de Rian Johnson. Y por eso funciona tan bien.
El guionista y director tiene un talento visual muy particular y aquí se traduce en su forma de usar los cristales y los espejos, en su talento impresionante para meternos dentro de la historia desde el primer minuto, con una historia que cuando parece que la hemos entendido, se transforma y convierte en más, con una narración fragmentada, en la que hay continuos saltos temporales llenos de giros y sorpresas. Pero, sobre todo, divertidos. El humor es la clave para mantenernos pegados al asiento durante sus casi dos horas y media de duración. Esa es la mayor queja de la película. El excesivo metraje que podía haber sido recortado en varios puntos, es lo único en contra de una película que mantiene el tipo y encuentra nuevas formas de sorprender, con guión, personajes y narrativa. Dejando la sensación de que no es una secuela, sino una historia más dentro de este mundo de Benoit Blanc. Estamos deseando que llegue la siguiente.
Jesús Usero
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