Will Ferrell y Kevin Hart protagonizan esta comedia de trazo grueso, en la que se tocan temas como el de la corrupciรณn en las altas finanzas y los robos en los grandes imperios capitalistas.
James King (Will Ferrell) es un tipo al que le sonrรญe la vida. El hombre posee una casa semejante a un palacio, pasea con una novia guapa y rica, conduce un coche de relumbrรณn y colecciona millones en su cuenta corriente. Todo esto lo ha conseguido con sus aciertos en el mercado libre de compra-venta de acciones, pero la ruleta de fortuna cambia de signo repentinamente. Sin saber cรณmo ni por quรฉ, el tipo es acusado de engaรฑar a los inversores de la empresa para la que presta sus servicios como brรณker. Convencido de su inocencia, el protagonista comparece ante el tribunal, y el juez le condena a diez aรฑos de prisiรณn.
Treinta dรญas separan a James de la trena, y el otrora rey Midas comienza percibir el aroma de las duchas atestadas de compaรฑeros obsesionados con violarle. Las pesadillas respecto a las peleas en el patio no le abandonan, por lo que contrata a Darnell Lewis (Kevin Hart): un limpiador de coches, que necesita el dinero para llevar a su hija a un colegio privado.
Asรญ, el futuro preso y el profesor de pega empiezan a trabajar con el objetivo de transformar a James en un tipo duro de pelar.
Este es el argumento que resume el largometraje firmado por Etan Cohen, una pelรญcula que discurre con cierta agilidad a travรฉs de estereotipos usados hasta la saciedad en filmes anteriores. Poco ingenioso, el guion no duda en echar mano de una ristra de chistes que huelen a naftalina, relativos a asuntos como el de los comportamientos lejanos a la moral de los que detentan el capital, la diferenciaciรณn de los sectores poblacionales que se da en USA en funciรณn de la raza, o la visiรณn de la homosexualidad en una lรญnea similar a la que se mostraba en las cintas de Fernando Esteso y Andrรฉs Pajares.
Semejante engranaje de simplicidad humorรญstica sirve a Will Ferrell y a Kevin Hart para desplegar su arsenal de estrafalaria gestualidad, aparte de sus movimientos tendentes a la exageraciรณn mรกs inverosรญmil. Una fรณrmula en la que se atisba la compenetraciรณn clara entre los dos intรฉrpretes, ya que cada uno pugna con decisiรณn por ser declarado el mรกs histriรณnico del dueto.
Dentro de esa eufรณrica epopeya del delirio, el director se deja llevar por la vis chillona de sus protagonistas, sin prestar la menor atenciรณn a un libreto que revela las limitaciones de un producto escaso en ideas y en originalidad.
Dale duro avanza por medio de trompicones narrativos, en los que ni los aparatosos trabalenguas callejeros de Will Ferrell consiguen elevar la factura final. No obstante, lo que no se le puede negar a Etan Cohen es su determinaciรณn por escapar del conservadurismo puritano made in Hollywood, al mostrar en primer plano un intento de felaciรณn (eso sรญ, el asunto no va a mayores).
ย
Jesรบs Martรญn
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK