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domingo, abril 28, 2024
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Deuda de honor *****

Deuda de honor *****Deuda de honor. Un brillante giro al western que rescata el protagonismo femenino en el género

De todas las películas que he visto este año, Deuda de honor está en mi lista de favoritas junto a Sicario, Blackmass, la versión de Macbeth protagonizada por Michael Fassbender y Marion Cotillard y el dibujo animado de Pixar Del revés. Y todas ellas coinciden en un mismo asunto: afrontan el reto imprescindible de no ser un cine previsible y acomodado. Se niegan a ser simplemente otra aplicación de la fórmula segura para triunfar en taquilla. Apuestan. Se arriesgan. Le dan otra vuelta de tuerca a aquello que nos quieren contar. Imponen su personalidad por encima de modas o tendencias. En un cine de propuestas argumentalmente tan pobres, seriadas, mutiladas o domesticadas como el que nos llega últimamente, son un soplo de aire fresco que además retiene la virtud de ser un cine entretenido además de interesante. Tommy Lee Jones nos propone, como director, guionista y actor, un nuevo viaje al lejano oeste y otra manera de mirar el western. Ya lo había hecho, con resultados muy notables, en Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005). En Deuda de honor se confirma como uno de los directores que abre nuevas posibilidades al género arriesgando. En primer lugar impone un protagonismo femenino poco habitual dándole a Hilary Swank un papel que es un auténtico caramelo para un actriz y que juega a la contra de toda la idealización de las heroínas femeninas falsamente masculinizadas en el western. Al escribir esto estoy pensando en clásicos del género como Johnny Guitar (1954), dirigida por Nicholas Ray o 40 pistolas (1957), dirigida por Samuel Fuller, aunque encuentro más parentesco por el tono de pesadilla de la primera parte de Deuda de honor en otro clásico mucho más alejado en el tiempo, El viento (1928), dirigida por Victor Sjöström. Ésta última incorpora el mismo híbrido de terror y western que maneja Tommy Lee Jones en la primera parte de su película, donde, como hiciera Sjöström en su película, pone en primer plano la relación y la experiencia inquietante de la mujer con el paisaje salvaje. Es una manera de reformular las claves del tema central del western, el choque de naturaleza y civilización. Pero si tradicionalmente ese tema ha sido abordado desde el punto de vista del hombre, protagonista central del género, mientras la mujer quedaba relegada a un papel secundario, las más de las veces meramente decorativo en la épica masculina del género, Sjöström y Tommy Lee Jones reintroducen en el género la visión femenina sobre el asunto. Es algo que ya había hecho también Clint Eastwood en Sin Perdón (1992) incorporando a las prostitutas a su relato, si bien el mismo era eminentemente un ejercicio de protagonismo masculino. En el caso de Deuda de honor, película que tiene algunos puntos de contacto o parentesco estilístico y narrativo con la de Eastwood (todo el encuentro con el hotelero y sus matones y el resultado final del mismo nos remite a Sin perdón), Tommy Lee Jones se arriesga además jugando con la alternancia y la ruptura del protagonismo previsible en la parte final del relato, situando al espectador en una encrucijada de alternancia o relevo del protagonismo que quizá algunos no hayan entendido o acepten mal, pero en mi opinión es uno de los mejores aportes de la película, empeñada en no dejar que nos acomodemos en la que debe ser una historia incómoda que rompe con toda la mitología del western y se empeña en mirar su épica desde un punto de vista más realista, negándose a la mitificación épica que por ejemplo manejaba William A. Wellman en Caravana de mujeres (1951). De hecho, no es casualidad que argumentalmente el viaje que emprenden los protagonistas de Deuda de honor se desarrolle en sentido contrario al que hicieran los de Caravana de mujeres: en lugar de conducir a las féminas por un territorio salvaje camino de un pueblo habitado mayoritariamente por hombres para forjar un enclave de civilización en la zona más agreste de la naturaleza, ellos llevan de vuelta a la civilización a tres féminas maltratadas por su encuentro con la naturaleza y con unos hombres que no han llegado a entenderlas. Es por tanto una historia de fracaso en lugar de celebración del éxito, el reverso más siniestro de la épica más triunfalista y tradicional del western, como ya anticipan esos primeros planos de la película con Hilary Swank luchando en un intento por arrancarle una cosecha al terreno agreste.




Deuda de honor rinde homenaje al género sin para ello apartarse de su empeño por revelar los aspectos más oscuros de lo que fuera la verdadera conquista del oeste, esquivados por el western más clásico. Un ejemplo de ello: ese momento en el que Tommy Lee Jones se convierte en una especie de antítesis del mítico Ringo que lanzara a la fama a John Wayne en La diligencia (1939) de John Ford… salvo que aquí es una variante envejecida, acabada, escuálida, de aquella imagen mítica de Wayne. y el nuevo Ringo no saluda a la diligencia alzando su rifle, sino que está maltratado y miserable, peligrosamente colgado de un árbol intentando que su caballo no se mueva para evitar morir ahorcado. Que en ese encuentro con la protagonista la mítica diligencia de Ford se haya convertido en un siniestro furgón en el que el hombruno personaje de Hilary Swank conduce a las féminas enloquecidas de regreso a la civilización es suficientemente significativo. A partir de ese momento en el que la historia termina su primer acto y entra de lleno en la parte central del relato, que es en definitiva una variante de película de viaje, se desarrolla entre ambos personajes una relación que recuerda más la de Humphrey Bogart con Katharine Hepburn en otro clásico esencial del cine, La reina de África (1951), de John Huston, lo cual es lógico, porque el pulso y la manera de entender el western de Tommy Lee Jones está más cerca de la mirada existencialista y cínica de Huston que de las inquietudes de mitificación que guiaron el cine de John Ford.

Miguel Juan Payán

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