Diablo, disparatada comedia de acciรณn, respuesta argentina y algo amateur a Tarantino Robert Rodrรญguez y Guy Ritchie.
โVos no sos un hombre, tampoco sos un boxeador. Vos sos un animal, la mezcla entre el Sinaรญ y el Cuzcoโ. El Inca del Sinaรญ, boxeador judรญo-peruano en Argentina, es amonestado y guiado en un โmomento Yodaโ por un rabino del ring en su lucha final contra un Geyperman con mรบsculos estilo Rambo que hace las veces de villano, y es entonces cuando queda definitivamente claro que todo lo que hemos visto, todo el disparate a que hemos asistido, es pura comedia, puro esperpento que finalmente ha encontrado su camino en esa secuencia.
Vista desde el punto de vista de la comedia, esta intento de emular las comedias de acciรณn de Guy Ritchie, Quentin Tarantino y sobre todo Robert Rodrรญguez, tiene sentido. Incluso dirรญa que es una de las mรกs divertidas muestras de cine de mazmorra, de serie B descarada que tira de lo amateur sobre todo en sus escenas de acciรณn, pero me ha hecho pasar un rato agradables con su uso y abuso del lenguaje callejero, poniendo un taco casi detrรกs de cada palabra. Su tono amateur, como digo sobre todo en las secuencias de acciรณn, que no obstante en algunos momentos son bastante bestias, encaja con esa vocaciรณn de parodia que insinuaba ya en su cita de arranque y su descarada copia de la pelea de Jake La Mota y Sugar Ray Robinson en Toro salvaje. Sus pocos medios, que la obligan a esa localizaciรณn casi รบnica dentro de la casa del protagonista, no le han impedido tirarse a la piscina del homenaje al cine negro, pero, ojo, a un cine negro que estรก lejos del cine clรกsico norteamericano y muy cerca de las mรกs insolentes historias que se publicaban en las revistas pulp de policรญas y ladrones con vistosas portadas de violencia sin fin. Si Tarantino homenajeรณ ese tipo de relatoย marginal en su Pulp Fiction, Diablo decide zambullirse en sus mรกs bajas expresiones sin ningรบn tipo de pudor. Adapta lo peor de lo peor de los relatos pulp, y se queda tan fresca. Esa caradura singular, esa insolencia, esa alegrรญa a la hora de vendernos humo con tono picaresco y sin cortarse un pelo al airear sus limitaciones, son su mejor baza para resultar divertida, aunque en algunos de sus momentos se acerque peligrosamente al territorio comanche del trabajo de aficionado, con mucha pasiรณn pero pocos recursos y al final se le vaya algo la pinza y abuse del disparate. Su peor enemigo es que en el arranque, con esa frase de Jim Thompson, puede despistar un poco al espectador, haciรฉndole pensar que el asunto va en serio, sospecha que queda descartada con dificultad hasta aproximadamente la mitad del metraje, momento a partir del cual ya es imposible tomรกrsela en serio.
Lo dicho: traducida como parodia o broma gamberra sobre el gรฉnero de acciรณn explotado por los directores citados, es curiosa, aunque con patentes limitaciones y cierta factura amateur.
Miguel Juan Payรกn
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