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jueves, marzo 28, 2024
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Drácula, la leyenda jamás contada ★★★

Drácula, la leyenda jamás contada ★★★

Crítica de la película Drácula, la leyenda jamás contada

Mezcla de géneros entre la espada y brujería y el terror con toque superheróico.

Es un puzle de referentes visuales y narrativos diversos. Hilvanada con hilos visuales que van desde la réplica de los planos paisajísticos de El señor de los anillos o El hobbit de Peter Jackson hasta los planos de ejércitos en marcha y enfrentamientos que toman como referencia de 300 de Zack Snyder, aunque le salen más cercanos a su secuela, 300: el origen de un imperio, de Noam Munro, esta nueva versión del personaje creado por Bram Stoker incluye también algún que otro guiño en plan “cameo” visual de los planos del prólogo de Drácula de Francis Coppola, que es la última gran visión del personaje creada para el cine, una gran película, aunque personalmente no me convenza como adaptación por su tono plañidero y forzadamente romántico que convierte la novela original en una variante de Romeo y Julieta, en lugar de la historia de corrupción faústica y ocaso de la aristocracia frente a la burguesía que era originalmente. Coppola puso amor desgarrado y fatal, condenado al final trágico,  donde había sexo desbordado y entrega a las pasiones como rebelión contra la norma y la esclerotizada sociedad victoriana… Pero ese es asunto que ya trataré en otra ocasión. Volviendo a Drácula, la leyenda jamás contada, a todo lo anterior añade un complicado y laborioso proceso de producción y lo que sospecho es su objetivo añadido a última hora, consistente en ser la primera pieza en el intento de Universal por crear su propia franquicia de personajes al estilo de la galería de los superhéroes de la Marvel o la DC con los monstruos del terror gótico que ya le permitieron al estudio hacerse dueño y señor del cine fantástico en los años treinta y parte de los cuarenta. Drácula, Frankenstein, la Momia, el Hombre Lobo estarían llamados a convertirse, si la jugada sale adelante, en una especie de alternativa terrorífica al superhéroe, simplemente cambiando superpoderes o por los atributos especiales derivados de su naturaleza sobrenatural o terrorífica (léase el Drácula que aquí se convierte en una bandada de murciélagos…). El intento no es nuevo, ya lo propuso en su momento en el cómic Alan Moore con algunos personajes icónicos del relato de terror gótico y la novela clásica de aventuras en La liga de los hombres extraordinarios, que tuvo una floja, si bien que entretenida, adaptación al cine. La aportación final de Charles Dance a Drácula, la leyenda jamás contada, va por un camino que parece querer imitar las apariciones de Samuel L. Jackson como Nick Furia en las películas de la Marvel que acabaron por dar lugar a Los Vengadores, pero sólo el tiempo podrá confirmar o no esta sospecha mía sobre cuál es el “juego” que ha empezado con esta película.



El problema es que con todos esos referentes, influencias visuales, obligaciones y objetivos, Drácula, la leyenda jamás contada, se pierde un poco a la hora de centrar su verdadera identidad. Tiene momentos entretenidos propios del relato de espada y brujería tipo Conan el bárbaro de Robert E. Howard, como el encuentro con la criatura en las cueva, y posiblemente si hubiera seguido por ahí a por todas, aceptando su identidad como relato de héroes bárbaros, habría funcionado mucho mejor, jugando con ese grupo de guerreros que acompaña al antihéroe Vlad el Empalador. Sus primeros compases van por ese camino. Pero luego afloja con una historia de amor endeble que fracasa en emular el desgarro intenso de la versión de Drácula dirigida por Coppola, y la brújula del relato empieza a dar vueltas como loca sin llegar a centrar del todo sus objetivos… Resultado, es entretenida pero no explota al máximo sus mejores armas. Un par de ejemplos: se habla mucho de Vlad como el Empalador, pero se nos hurta ese papel de guerrero salvaje y brutal que sí estaba, en brillante forma de sombras chinescas, en la película de Coppola. Tampoco está bien aprovechado el Vlad Tepes histórico tan aprovechado como debiera con su corolario de momentos sangrientos que le convirtieron en un guerrero temido por los turcos que protegió las fronteras de occidente de la invasión otomana. Y por otra parte no está el Drácula de la novela de Stoker plenamente aprovechado, ni siquiera para el objetivo de emulación superheróica que mencionaba anteriormente, de tal modo que parecen reservarse el potencial del personaje para entregas posteriores, en lugar de poner toda la carne en el asador desde el principio.

Resumiendo: me gusta la parte de espada y brujería y enfrentamiento con los turcos. Pero el resto me parece flojo.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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