“El film es una fuente instrumental de la ciencia histórica, ya que refleja, mejor o peor, las mentalidades de los hombres de una determinada época.” De esta manera concibe el cine el historiador y crítico cinematográfico José María Caparros. Otro experto en historia, el francés Marc Ferro, ofrece otra idea muy similar y es que para él, “El film se observa no como una obra de arte, sino como un producto, una imagen objeto cuya significación va más allá de lo puramente cinematográfico; no cuenta sólo por aquello que atestigua, sino por el acercamiento socio-histórico que permite.” Como vemos, el cine es, entretenimiento aparte, un documento que puede funcionar como fuente histórica. Películas como El Cazador o Platoon nos mostraron la Guerra de Vietnam. Buenas Noches, y Buena suerte nos enseñó el trabajo del periodista durante la Guerra Fría, al igual que Todos los hombres del presidente hizo lo propio durante el Caso Watergate. Otra realidad que también se suele llevar con bastante asiduidad a la gran pantalla es el terrorismo, como es el caso de la película que se estrena esta semana, El cazador de Dragones.
Dirigida por Patxi Barko, El cazador de Dragones narra el fenómeno ETA a través de las las vivencias de Gorka (Asier Hormaza), un hombre que perteneció a la banda terrorista hasta su disolución a principios de los años ochenta. Se trata de la última película hecha en España sobre un hecho tan relevante además de importante como es el conflicto vasco.
Pero hace ya más de 30 años, en 1979 el famoso director italiano Gillo Pontecorvo dirigió el primer largometraje que puso en alza las películas sobre ETA, se trata del excepcional thriller Operación Ogro (Comando Txikia, dirigida por José Luis Madrid, fue la primera película sobre ETA pero no tuvo notoriedad). Declarada de «Especial Calidad» por la Dirección General de Cinematografía en 1980 y elegida como film de clausura en el Festival de Venecia, este largometraje nos narra cómo se realizó el intento de secuestro y posterior asesinato del almirante Carrero Blanco en 1973 por parte de un comando de ETA desplazado a Madrid. El director Gillio Pontecorvo (que ya realizó películas sobre el terrorismo como La batalla de Argel con la que fue nominado al Oscar) decidió dar fin a su exitosa carrera como realizador con este trepidante thriller. La banda sonora realizada por su compatriota Ennio Morricone (El bueno, el feo y el malo) eleva la incertidumbre y la tensión de una película que, pese a conocer su fin, la inquietud está presente desde el inicio.
Tras la muerte de Franco se abre la veda a películas que se centran en el terrorismo provocado por ETA de una manera abierta, se rompe el tabú. Siendo Operación Ogro la incursora de una larga lista de filmes entre las que podemos destacar Días Contados, Yoyes o Ander y Yul. Pero la película de Pontecorvo cuenta una historia de terrorismo desde una perspectiva diferente a como lo han hecho las películas de ETA posteriores. Se trata de un film de suspense narrado desde el punto de vista de los terroristas, sin valorar si sus acciones son buenas o malas, algo que pocas veces ocurre ya que el drama suele tener un gran peso en los metrajes sobre ETA como La casa de mi padre, La muerte de Mikel o la ya mencionada Yoyes. Por otro lado, películas como El Lobo o Gal sí que consiguieron una atmósfera de suspense similar a Operación Ogro pero el papel que desencadena el terrorista en estos films suele ser más subjetivo.
Como vemos, esta película del director italiano triunfó y sigue triunfando más de 30 años después. Esperemos que El cazador de Dragones consiga lo mismo o, por lo menos, algo parecido.