Reparto sensacional más guión casi impecable, igual a comedia dramática de lujo. Esa es la matemática detrás de El Camino de Vuelta, una pequeña película independiente que nos cuenta una historia tan sencilla como universal. Una historia de adolescencia y paso a la madurez, de familia y amistad, de un verano soñado e inesperado como todos hemos tenido alguna vez en la vida. Y lo hace de la mejor manera posible, con un sentido del humor extraño, bizarro por momentos, pero arrebatador, inteligente y completamente efectivo. Para situar el drama en su lugar y con su importancia debida, la comedia tiene que ser tan inteligente como en esta pequeña película. El resultado es magnífico.
Un joven solitario, poco hablador y menos social aún, viaja con su madre, el novio de ésta y su hija, a una casa en la playa para pasar el verano como una nueva familia feliz. Pero él no termina de encajar, ni de fiarse de su posible padrastro, ni de disfrutar de un verano idílico, porque la gente tampoco termina de entenderle, pese a que su preciosa vecina parece escucharle. Pero todo cambia cuando conoce a los responsables de un parque acuático donde todo es posible, y donde encontrará trabajo, amigos y el respeto y cariño que la gente cercana a él no termina de concederle. Madura y asume esa madurez mientras su madre la pierde por momentos, regresando a la adolescencia que él parece ir dejando atrás.
Para sostener una trama sencilla se necesita algo más que humor, y la película se apoya en un reparto realmente brillante. Steve Carell, Toni Colette, AnnaSophia Robb, Rob Corddry, Allison Janney, Amanda Peet, Maya Rudolph o Nat Faxon son el apoyo que necesita el protagonista, el joven pero magnífico Liam James como ese alienado y desubicado adolescente, para sacar adelante toda la trama, sin despeinarse. Pero si alguien destaca como nadie y merece ser mencionado a parte del resto por su sensacional trabajo, ese es sin duda al insuperable Sam Rockwell, el alma de la película, el humor, la ternura y la locura de toda la película concentradas en un solo personaje, sencillamente brillante. Cada vez que aparece en pantalla, como una suerte de Groucho Marx moderno, sabes que vas a reírte y mucho.
Además el guión sabe cuándo y dónde aplicar el drama, un drama creíble y real como la vida misma, pero no exagerado ni excesivo. Tan medido como la comedia. Igual de inteligente. Por eso la película funciona casi a la perfección y te hace desear que sus poco más de 100 minutos duren un poco más. Sólo un poco más. Aunque la historia romántica sobre un poco, pese a la enorme belleza de Robb, y pese a que personajes como el de Rob Corddry sean meros adornos que no aparecen casi nada en la historia. Minucias en una película con ecos de otras como Pequeña Miss Sunshine, Las Sesiones, Win, Win o incluso El Lado Bueno de las Cosas. Recomendable para todo el mundo y perfecta para aliviarnos un poco en los tiempos que corren. No me sorprendería que la nominasen a guión en cualquier gala de premios. Y a Sam Rockwell, claro.
Jesús Usero.
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