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jueves, mayo 2, 2024
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El circo de los extraños **

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Lo primero que cabe advertir de la adaptación de El circo de los extraños al cine es que no tiene mucho que ver con El tenebroso circo de los extraños, El aprendiz de vampiro y Túneles de sangre, que forman la primera trilogía firmada por Darren Shan y publicadas en España en un solo volumen con el mismo título común que luce la película.  El intento de poner en la cartelera un producto capaz de abarcar tanto el público infantil como el juvenil, en una clave de imitación de la saga de Harry Potter y variantes, ha dejado fuera de juego las mejores características de las novelas originales, que son ciertamente mucho más tenebrosas y en algunos momentos incluso inquietantes que esta variante cinematográfica descafeinada.

No obstante contener algunos atractivos, sobre todo en su primera parte, a medida que la película avanza, los seguidores de la saga de Darren Shan se irán percatando de cómo el cine se ha apartado cada vez más de las tres primeras novelas para dar cabida a un enredo sentimental del protagonista, pero sobre todo para modificar radicalmente el periplo de éste desde el mundo real hacia los tenebrosos páramos en los que habitan los freaks del circo del título.

En un intento por simplificar, por otra parte lógico teniendo en cuenta que se trata de una adaptación a otro medio, se quedan por el camino muchos elementos que habrían dado lugar a una película no apta para público infantil. Estoy pensando por ejemplo en el tratamiento del personaje de Sam, el niño “normal” empeñado en unirse al circo de los extraños, una historia totalmente perdida en la versión para el cine, o en la amistad que se trama entre el protagonista y el chico serpiente, que apenas aparece en la película, y como todo ello desemboca en un momento terrible que implica además al hombre lobo, personaje totalmente desaprovechado como mero adorno en la película.

El guión de Brian Helgeland en el que ha participado también el director de la película, Paul Weitz, ha tirado por el camino más comercial, y con el objetivo de público de referencia más abierto posible, más abierto que las novelas en que se basa. Sin embargo, al intentar convertir un terror para adolescentes en una peripecia de corte más fantástico dirigida a toda la familia, incluyendo niños, pierde el horizonte del relato original, desvirtuando tanto las situaciones como los personajes, y entrando en el adocenamiento con otro tipo de variantes de Harry Potter, algo que las novelas no son en absoluto.

¿Merecía la pena hacer una adaptación marcada por este oportunismo? ¿Es preciso incorporar ese atisbo de romance con el personaje de la chica? ¿Por qué no nos dice nadie para qué recogen animales muertos?

Buena parte de lo más divertido y siniestro de esta saga se ha quedado en los libros sin pasar al celuloide.

Aunque la película pueda parecer del montón echen una lectura a los libros, que merece la pena, porque son bastante distintos de lo que vemos en la pantalla, que inevitablemente me recuerda más a ratos las peripecias de El pequeño vampiro. La falta de respeto por el material original, y el empeño por adaptarlo al cine quebrando su verdadera naturaleza, da como resultado una estructura narrativa que arranca de manera más o menos interesante, insinuándose en claves próximas al terror-humor en la onda de Tim Burton, lo cual podría haber sido una buena alternativa de adaptación al cine puestos a buscar un registro distinto del de las novelas originales, pero ese aire de comedia queda luego traicionado a su vez, diluyéndose en una historia confusa y algo lenta en la que, inexplicablemente, se desperdician además los propios personajes que siendo secundarios en las novelas inicialmente parecían tener cierto grado de protagonismo en la película, como la mujer-barbuda encarnada por Salma Hayek y el vampiro interpretado por Willem Dafoe en una nueva ceremonia de autoexplotación oportunista como secundario que le pone a la altura de Christopher Walken, otro de los grandes actores desaprovechados por un cine americano incapaz de darles papeles merecedores de explotar lo mejor de su talento a algunos de sus mejores actores (apunten en la lista también a Ed Harris).

Si ya me parece absurdo infantilizar las novelas, subvirtiendo para ello el reparto de protagonismo en las mismas de algunos personajes como Sam, el chico serpiente, o el licántropo, mucho más absurdo me parece aún privar de protagonismo a estos personajes de la fémina con barba y el vampiro, aún más cuando se convoca para los mismos, a modo de anzuelo, a sendos actores a los que luego apenas vemos aparecer en la pantalla.

Algo de caótico, de improvisado y de imprevisto tiene todo lo anterior que salpica con un desarrollo defectuoso al propio relato cinematográfico, haciendo que su tercer acto sea particularmente aburrido, confuso y resuelva la trama con notable precipitación.

A su favor tiene no obstante la película la presencia de John C. Reilly, una auténtica viga maestra del reparto cuya presencia tampoco ha sido del todo bien aprovechada por el director, pero que desde la capacidad y talento del actor para transmitir a su personaje de vampiro una singular humanidad, merece ser destacado como lo mejor de la película.

Tampoco ha sabido aprovechar el aire de farsa que impregna el primer acto y la primera parte del segundo acto de la película, a la que le habría sentado bien algo más de sentido del humor y menos exceso melodramático en su desenlace.

Lo dicho: nada que ver con los libros, y negándose a sí misma sus mejores características como película.

Miguel Juan Payán

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