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viernes, abril 26, 2024
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El Hobbit, un viaje inesperado *****

El Hobbit, un viaje inesperado *****

El Hobbit, un viaje inesperado, me ha gustado más que El señor de los anillos. Peter Jackson le ha pillado el truco a Tolkien.

La sensación agridulce que me invadió cuando salí de ver la primera entrega de El señor de los anillos no se ha producido esta tarde cuando he salido de ver El Hobbit, un viaje inesperado. Todo lo contrario. En la primera película de los Anillos sólo advertí el tono familiar épico, legendario y fantástico de las novelas de Tolkien en su prólogo de batalla, en las Minas de Moria y en el paso de la barca por las gigantescas estatuas de los Argonath. El resto no me transmitía el aliento épico y legendario del original.

Sin embargo en esta primera película de El Hobbit me ha ocurrido todo lo contrario. Diría que cada una de sus secuencias es un reflejo notablemente fiel de la novela de Tolkien, y no tiene los altibajos de ritmo que la trilogía de El señor de los anillos presenta. Toda la película tiene el ritmo y la carga de espectáculo visual de las secuencias en las minas de Moria de La comunidad del anillo. Hay una explicación lógica para que me haya gustado más esta adaptación que la trilogía anterior de Jackson.

Primero es pura acción y aventura. En segundo lugar juega con ventaja respecto a los Anillos, porque el planteamiento argumental de la novela El Hobbit es mucho más sencillo: es en definitiva el relato de una reunión de profesionales en lo suyo que se disponen a cumplir una peligrosa misión. No existen los giros y complejidades aplicados por Tolkien en la trilogía de El señor de los anillos. Lo que tenemos aquí es la versión Tierra Media del clásico relato de viaje del héroe que expusiera Joseph Campbell en su libro Las máscaras del héroe: psicoanálisis del mito. O si ustedes lo prefieren, la versión Tierra Media del argumento clásico de míticas joyas del cine como Doce del patíbulo, Los cañones de Navarone o Los siete magníficos. Salvo que aquí los protagonistas no son comandos de la Segunda Guerra Mundial o pistoleros del lejano y salvaje oeste (aunque hay muchas claves de western, tanto visuales como argumentales, esparcidas por esta primera entrega de la trilogía de El Hobbit), sino una compañía de guerreros enanos dirigidos por el mago Gandalf, el Gris.

Otro punto a favor en esta ocasión el emulador del héroe de Joseph Campbell es Bilbo Bolsón, no Frodo. Bilbo incorpora unas claves de humor donde Frodo era presa de un sentimiento trágico de su vida. Bilbo sale a correr una aventura. Es un héroe donde Frodo era más una víctima del destino o la fatalidad. Bilbo bromea y nos hace sonreír donde Frodo nos hacía sentirnos apesadumbrados. Al menos en esta primera entrega. Esas características del personaje juegan a favor de la película y de paso hacen que el trabajo del actor encargado de dar vida a este mediano, Martin Freeman, pueda desplegar su talento con más riqueza de matices y libertad para crear empatía con el público de la que tuviera Elijah Wood en El señor de los anillos. Como consecuencia de todo lo anterior, simpatizamos más con Bilbo que con Frodo. Y como ejemplo basta con pensar en el encuentro con Gollum, que es aquí más siniestro que en los Anillos y al mismo tiempo resulta más divertido e incluso te hace reír en algún momento. Dicho sea de paso, el tono más distendido, más aventurero, menos denso y trágico que el de la visita anterior de Peter Jackson a la Tierra Media, permite también un juego más rico y con más matices en la interpretación de Andy Serkis como Gollum.

La estructura argumental de la novela El Hobbit, que como digo permite centrar más la trama sobre la idea del viaje y la misión de todo el grupo de enanos, aporta además otra diferencia esencial: la materialización o personalización del enemigo del grupo en esta trama de persecución en la figura de Azog, el Pálido Orco, montando su temible Wargo albino, y que tiene una participación como antagonista más clara y con más metraje y protagonismo de la más dispersa y volátil que tuviera en El señor de los anillos: la Comunidad del Anillo el propio Sauron.

Añadan a todo lo anterior batallas con trolls en una espectacular escena en las cavernas que emula y en mi opinión supera el enfrentamiento en las Minas de Moria en la primera entrega de El señor de los anillos, además del prólogo con el ataque de Smaug a la fortalza de los enanos, la pelea de los gigantes de piedra en las montañas, la persecución de los trolls en las praderas, la llegada de las águilas gigantes…

Creo que en El Hobbit Peter Jackson aplica todo lo que aprendió y descubrió rodando la trilogía de El señor de los anillos, y ha mejorado mucho la propuesta final. Un ejemplo: sus planos aéreos, que tanto me molestaban porque me sacaban de la película en la trilogía de los Anillos, aquí incluso encuentran una utilización práctica y una razón de ser y les saca el máximo partido en la secuencia de la persecución de los orcos y los wargos tras la compañía de enanos.

El resultado de todo lo anterior es puro espectáculo visual, una película de Navidad en toda regla, el retorno de la fantasía a la pantalla grande en todo su esplendor.

Diría que está entre las tres mejores películas de este año.

Opiniones del público a cargo de nuestro redactor Víctor Blanco.

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