Crítica de la película El Hombre que mató a Don Quijote de Terry Gilliam
Si algo se puede decir de ella es que no dejará a nadie indiferente…
Para bien y para mal. Convertida ya en película de culto desde antes de su estreno, la última “extravaganza” de Terry Gilliam viene acompañada de un tortuoso proceso de creación y una polémica en torno a los derechos de exhibición que se ha resuelto hace poco en contra de los intereses del director en Francia. Un caos que empezó hace más de 13 años, justo cuando servidor colaboraba en un libro sobre la figura de Don Quijote en el cine y sobre la maldición que acompaña a los que intentan acometer un proyecto en torno al personaje desde fuera de nuestro país. Y ya entonces, en el año 2005, esa parte del libro se encabezaba con esta película, que en aquel momento protagonizarían Jean Rochefort y Johnny Depp.
Casi 15 años después aquí estamos. La película, con Adam Driver y Jonathan Pryce a la cabeza del reparto, sustituyendo a Depp y Rochefort respectivamente, ha llegado a nuestras salas. Y no es una película para todo tipo de público, eso seguro. Tampoco una que deje al espectador indiferente. No, no es una mala película, ni mucho menos, pero tampoco es buena en el sentido más estricto de la palabra. La mezcla de drama, comedia, aventuras y fantasía deja una película desestructurada, inclasificable, única, imperfecta, demencial… Por momentos ridícula, por momentos sublime. Un viaje para el espectador, una montaña rusa de emociones y sensaciones, más preocupada de transmitir emociones que de contar una historia.
Para quien esté acostumbrado al cine de Gilliam, sabrá que eso es habitual. Impactar al espectador, hacerle soñar despierto, trasportarle a un mundo distinto, donde las sensaciones quizá no sean como en el nuestro, pero que no olvidará. Una historia en la que el propio espectador tiene un personaje con el que identificarse claramente, un hombre que acompaña en su viaje de locura a otro que cree ser Don Quijote, pasando por aventuras cada vez más surrealistas, en las que realidad y fantasía se mezclan, no solo para el caballero sino también para el propio Sancho (Driver forzado a ello) y el espectador. Y donde el humor campa a sus anchas elevándose a cada minuto de proyección.
Ese humor tiene momentos sublimes (la Guardia Civil es memorable), otros no tan efectivos, y otros directamente vergonzosos. La química entre los dos actores protagonistas funciona con elegancia, y la presencia de nombres como Olga Kurylenko, Jordi Mollá, Stellan Skarsgard, Óscar Jaenada o Sergi López, ayudan a dar esa sensación de reparto de grandes actores que se unen a esta fiesta, este caos ruidoso y aparentemente sin control. Es curioso que incluso cuando más caótica parece la película, cuando menos sentido tiene, todo sigue pareciendo parte de un plan mayor. Contradictorio, sí. Como la propia película. Una contradicción continua, una mezcla asonante, un accidente a punto de ocurrir. Pero tan fascinante que no podemos dejar de mirar. No, no será la mejor película del año, pero será difícil que nos olvidemos de ella…
Jesús Usero
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