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viernes, abril 26, 2024
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El olivo ★★★★

El olivo ★★★★

Crítica de la película El Olivo

El olivo. Iciar Bollaín vuelve a dar en el blanco desde la sencillez con una película de itinerario, supervivencia y reflexión.

Fiel a su cine. Fiel a sus intereses como cineasta. Fiel a su manera de entender cómo debe contarse una historia en la pantalla grande sin perder de vista la relación con la realidad y la verdad de sus personajes, Iciar Bollaín vuelve a destacarse como una de las directoras más sólidas del cine europeo.



Su última película, El olivo, vuelve a trabajar con las mismas claves que han marcado sus trabajos desde que se puso por primera vez tras las cámaras en Hola, ¿estás sola? (1995): esgrime el arma de la sencillez en su historia y sus personajes ganándose automáticamente casi desde el primer fotograma la complicidad del espectador, independientemente de lo que éste pueda pensar a favor o en contra del mensaje que plantea su película. Además Bollaín siempre maneja con elegancia eso nada fácil de trasladarle mensajes al público. Su elegancia parte de hacer que ese mensaje llegue desde las emociones, y no desde las palabras, con imágenes tan potentes como sencillas. En este caso esos planos del camión con la réplica en miniatura de la Estatua de la Libertad, o la imagen de ese olivo majestuoso que da título a la película encerrado en la jaula de oro que es la espaciosa pero fría entrada de una poderosa empresa multinacional hablan por sí mismos. Incluso cuando subraya en exceso, como en los planos con Javier Gutiérrez desatando su ira contra la estatua o en ese más panfletario tono de rebelión idealista que se desborda con la multitud en el desenlace, prevalece cierta solvencia sobre la falta de sobriedad, acudiendo a la recuperación de esa bella imagen de cuento dramático a la que el analista de los cuentos infantiles Vladimir Propp le habría sacado sin duda mucho jugo, repitiendo la imagen de la niña subiendo al árbol como último acto de rebelión contra la cara más desagradable e injusta de la existencia. Porque incluso en esos momentos de carácter más reivindicativo e ingenuo, la directora y la película no pierden de vista su verdadero rumbo como relato de itinerario y supervivencia de sus personajes camino de una forma alternativa de entender la madurez que pienso se materializa en esa escena de reparto de bocadillos entre tres españoles perdidos en una ciudad alemana que resume de forma mágica y para mí prodigiosa la situación en la que, más allá de ideologías o inclinaciones políticas de cada cual, nos encontramos los españoles en esta Unión Europea. Es en esa imagen de supervivientes que caracteriza a los habitantes de la península, sea cual sea su procedencia en la piel de toro, en la que veo resumido todo el poder evocador de la metáfora que maneja con gran solvencia esta película sobre criaturas perdidas, tan perdidas como ese anciano que busca el olivo desaparecido de su vida como una huella perdida de su propio pasado, o ese simbolismo del olivo como identidad perdida en estos momentos de crisis ética y económica.

El olivo tiene lo mejor del espíritu épico de las historias sobre perdedores que caen cien veces al suelo pero siempre encuentran una manera de volver a levantarse.

Miguel Juan Payán

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©accioncine


Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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