Crítica de la película El Rey Proscrito
Drama histórico de la mano de Netflix con Chris Pine al frente del reparto. Una película que en otro tiempo hubiese sido un perfecto estreno para el cine, pero que últimamente parece no ser del agrado del gran público, que en muy pocas ocasiones se atreve a ir al cine para ver una película de caballeros, espadas, luchas de poder, historia e incluso sacrificio… La película podría ser considerada una secuela en historia y espíritu de Breveheart, y no es broma. David Mackenzie continua la trama casi donde acaba la película que dirigió y protagonizó Mel Gibson. La historia de El Rey Proscrito empieza poco antes de que William Wallace sea capturado y ajusticiado. Pero poco después de ella es cuando llega lo realmente importante, la revolución del rey Robert Bruce.
La historia nos muestra a los nobles escoceses, con Robert Bruce (Chris Pine) a la cabeza, sometiéndose ante el rey Eduardo de Inglaterra, para acabar con la guerra de la que William Wallace es líder, pero que sólo ha traído dolor y sufrimiento a Escocia. Incluso se casa con una noble británica Robert, Elizabeth Burgh (Florence Pugh), y sigue las instrucciones de su padre (James Cosmo, a quien vimos en Breveheart también), pero la muerte de Wallace obliga a Robert Bruce a rebelarse nuevamente contra Eduardo (Stephen Dillane) y su hijo (Billy Howle), aunque en esta ocasión será una guerra absolutamente desigual que, pese a ello, planea ganar a cualquier costa. Una guerra que no ha empezado, y de la que saldrá coronado rey.
No importa si la película es históricamente correcta o si se han cambiado las fechas o las realidades. Hay un gusto por el detalle sensacional, por hacer que lo que vemos parezca real (ojo a la boda y la noche de bodas) y por un estilo visual realmente potente, que se inicia con un maravilloso plano secuencia que es algo que nos dejará boquiabiertos, como las batallas, especialmente el despliegue final. Mackenzie ya lo demostró en su sensacional Comanchería. Sabe cómo contar una historia, sabe cómo guiar a sus actores, un reparto ejemplar, y sabe cómo crear épica en los momentos en los que debe hacerlo. La película consigue todo eso y, sin embargo, nunca está a la altura de la película anterior de su director.
El motivo reside en el guión. Quiere abarcar demasiado en apenas dos horas de proyección. La decisión de Robert Bruce de rebelarse nuevamente contra su opresor, nunca, jamás, es explicada realmente. Parece que la visión del cadáver de Wallace es suficiente… no tiene mucha lógica, y muestra el defecto de la película, andar a trompicones, intentando correr antes que andar, sin presentar nunca como es debido a su protagonista (el personaje de Pugh es muchísimo más interesante, o el de Aaron Taylor Johnson, la verdad). Hay buen despliegue visual para una película que no termina de darnos todo lo que podía haber dado. Buena, interesante… pero de Mackenzie y Pine esperábamos más, mucho más. Y nunca se concreta.
Jesús Usero
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