Crítica de la película El secreto de las abejas
Floja película con alma de telefilme que se desorienta y desperdicia su tema.
Totalmente previsible casi en cada paso de su recorrido, resuelta visualmente de manera correcta, pero con la misma obviedad que aplica al poco elaborado desfile de lugares comunes con los que va resolviendo su argumento -ejemplo: madre atrapada, rejas por delante, así de obvio y poco sutil en su intento de exteriorizar el conflicto psicológico que vive el personaje-, esta película transcurre en la mayor parte de su metraje como un telefilme escrupuloamente apegado a la articulación del relato sobre una serie de puntos de giro muy evidentes y fáciles de anticipar por el espectador. Se inclina así más por el melodrama sembrado de tópicos que por explorar seriamente y en profundidad el tema que aborda. Es por ello una película postal y además descaradamente oportunista.
En su primer y segundo acto no pasa casi nada, o esa es la sensación que se transmite al espectador, poco interesado por una sucesión de personajes tópicos viviendo situaciones y conflictos tópicos. La cuñada mala gente, el niño intrépido, el marido irresponsable y ausente, la prima confidente, configuran un paisaje humano sin relieve porque son meros recortables que gravitan en torno a las dos protagonistas, cuya historia de amor está además servida visualmente de una manera bastante plana, sin que realmente lleguemos a empatizar con ellas porque todo parece ser un desfile de maniquíes a los que el empeño del guión por tirar de estereotipos condena a la carencia de vida. Son simulacros de personas escasamente interesantes ni por lo que les pasa ni por cómo actúan.
Consecuencia de todo lo anterior es que la película desperdicia la mayor parte de su metraje en la presentación de personajes y situaciones, incluyendo flashback explicativo del conflicto de la doctora totalmente innecesario, sin llegar a engancharnos en momento alguno. No es hasta el tercer acto que comienzan a pasar realmente cosas en la historia, haciéndola más entretenida, pero incluso en ese momento descubrimos que se sigue imponiendo el tono telefílmico, y que además el abordaje de todo el asunto no es el más acertado, porque la historia de verdad está en la podredumbre que acompaña a los habitantes de ese lugar, en todo aquello que la película ha ido pasando por algo, o dando por supuesto sin profundizar en ello, en mucho más que el rechazo, el vacío y las amenazas a que son sometidas las dos protagonistas.
Pero hasta en ese arranque final de interés por sucesión un punto apresurada de acontecimientos que deberían haber entrado antes en la trama, la película acaba no pudiendo escapar a un desenlace que resulta falso, por idealizado, esquivando las partes más oscuras del relato y sus consecuencias como si la idealización del final conformista, con abnegado sacrificio y discurso optimista bastante falso incluido, quisiera darle a los espectadores una palmadita de optimismo en la espalda bastante poco creíble, infantil, y forzada.
Pasa de largo por lo más interesante y se entrega a un ejercicio de postureo demasiado obvio, falso, que hace sospechar que no acaba de creerse nada de lo que nos está costando.
Es como una sombra descafeinada de lo que necesitaba ser.
Miguel Juan Payán
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK
★
