Crítica de El universo de Oliver
Crítica de la película El universo de Oliver
Alexis Morante debuta con un primer largometraje bellísimo en las formas y en el fondo, donde el drama de la realidad y la imaginación de un niño se unen en sintonía..
De vez en cuando, hay debuts tras las cámaras que son buenos, otros malos y otros que dejan algunas chispas de lucidez que te dejan con curiosidad por saber qué va a ser lo siguiente de dicho director, y en otras ocasiones, ocurre el milagro que te encuentras con obras casi redondas que te dejan con un poso enorme y con mucho sobre lo que pensar y diseccionar. Y este último es el caso de Alexis Morante y El universo de Óliver, una ópera prima (en cuanto a largometrajes, ya había hecho antes algunos cortos y varios documentales y videoclips) en la que funciona prácticamente todo y a todos los niveles: en lo visual, a nivel de guion, en la parte de cámara y composición de planos y a nivel actoral.
El universo de Óliver nos cuenta la historia de una familia que se muda de Madrid a Cádiz, la ciudad de origen del padre, debido a que éste se queda en la ruina y tiene que volver a casa natal. La película se centra en uno de los niños de la familia, Óliver, quien tiene una imaginación asombrosa y un gusto inusitado por la astrología. Estamos ante una adaptación de la novela homónima de Miguel Ángel González y es un relato dramático que deambula entre el cuento y la realidad, donde el director maneja muy bien las alteraciones casi imperceptibles que se dan entre el punto de vista fantasioso de Óliver y la mirada más cruda y realista de los padres. Es también una historia que habla sobre las dificultades de crecer, sobre el primer amor, la amistad y la familia y en la cual se plantea dilemas sociales como la de la comunidad gitana, desde un punto de vista humanista muy acertado y jugando con los estereotipos para, a la vez, alejarse de ellos, sin prejuicios de por medio.
El guion plantea todos estos temas y sabe cómo combinarlos muy bien para que siempre el eje de la cinta sea Óliver y cómo le afecta a él. Los demás son secundarios (de lujo, todo hay que decirlo) que aportan al arco de crecimiento personal del joven protagonista. Esto está sumamente bien escrito, tratado con sensibilidad en el guion y defendido de la misma manera por Morante detrás de las cámaras. Además, hay un elenco en el que todos están, en líneas generales, muy bien y en el que también se percibe que ha habido detrás una buena dirección de actores.
A nivel visual, Morante demuestra componer algunos planos de bastante belleza y sabe dónde colocar la cámara cuando se requiere tensión o cuando se requiere contención, produciendo una narrativa visual muy acorde con lo que se está contando. Pocas pegas se le puede añadir a una película que sabe muy bien lo qué quiere contar, cómo contarlo y cómo hacerlo. Quizás, pedía a gritos terminar unas cuantas secuencias antes, pero es una licencia que se le puede conceder. Sin duda, un debut fabuloso.
Guillermo Méndez
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