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domingo, abril 28, 2024
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Entrevista con Patxi Amezcua, director de Séptimo

Entrevista con Patxi Amezcua, director de Séptimo

Patxi Amezcua, director de Séptimo, nos habla de esta película de suspense ambientada en la ciudad de Buenos Aires que ha sido ya un éxito en Argentina aspira a poner la intriga en la cartelera española con un argumento centrado en torno a la desaparición de dos niños en un edificio, con Ricardo Darín y Belén Rueda ejerciendo como padres empeñados en la búsqueda.

            Lo que tenía claro desde el principio es que es una película de suspense y quería huir del lado terror o el lado melodramático que podía proponer la historia. Quería ir por el carril del suspense, la intriga, por eso en la interpretación de los personajes no podía ir por el camino del melodrama o el terror. Quería una interpretación más contenida, no podían desbordarse. Lo hablamos antes con Ricardo Darín y con Belén Rueda, son muy buenos actores y entendieron que tenían que tenían que controlarse sin problemas”.

            El suspense reina por tanto como género en Séptimo, una intriga que según afirma su director: “Ocurre en Buenos Aires pero podría ocurrir en Madrid, Barcelona, Nueva York… Partimos de un hecho que puede tener ciertos paralelismos con la realidad de los secuestros exprés, porque siempre intentas plasmas algunos elementos de realidad en tu película, pero no es una historia sobre secuestros exprés”.

            Amezcua asegura que el principal reto que le planteó Séptimo fue “Ser capaces de contar una historia que transcurre en gran medida dentro de un edificio. Ser capaces de encontrar ese edificio, que diera juego, que tuviera personalidad propia y que contara con esos elementos para hacer una película que aunque transcurre en un lugar pequeño y cerrado fuera igualmente visual y que diera credibilidad a la historia que estamos contando, pasillos, escaleras, y que el guión que habíamos escrito pudiera transformarse en imágenes”.

            Sobre el trabajo con los actores, Amezcua apunta: “A mí me gusta trabajar mucho en el guión, dejar claro cuáles son los personajes, cuáles son sus actitudes, sus objetivos. Todo tiene que estar para mí muy claro y muy explícito en el guión. Luego todo eso lo hablas y lo dialogas con los actores, que tienen siempre el punto de vista del actor que tú no tienes como guionista. Eso ayuda a darle una vuelta a los personajes y los actores les aportan su experiencia. En este caso Ricardo Darín y Belén Rueda tienen mucha experiencia, así que aportaron sugerencias que dan pie a mejorar y refinar los personajes”.

            Respecto al desenlace de la película, que como en toda película de intriga es una pieza básica del enredo en el que todas las cartas argumentales se ponen finalmente sobre la mesa, buscando sorprender al espectador, el director de Séptimo asegura que “el final estaba pensado de antemano. A la hora de construir ese tipo de historia tienes que tener muy claro el final, muy claro a dónde vas, porque si no lo más fácil es que te pierdas por el camino. Nosotros teníamos muy claro el comienzo y el final desde el principio, y la idea era jugar el resto del proceso y construir el resto de la historia para llegar a ese final de la manera más ingeniosa posible, con diversos sospechosos, falsas pistas, y tal. Siempre estuvo pensado el final así. Mi punto de vista en cuanto al cine y a las películas es que cuando haces sufrir a un protagonista mucho durante toda la historia, como escritor y como director no me gusta que el final sea malo, aunque sí me gusta que haya como un precio a pagar. Que no sea feliz pero que tampoco sea amargo. Me molestan los finales que son tristes o amargos simplemente porque el espectador se queda con una mala sensación y un mal sabor de boca cuando sale del cine”.

            Sobre el trabajo de preparación previa o ensayos entre los dos niños y sus padres en la ficción, Amezcua señala: “Hubo alguna preparación previa, pero no mucha, porque Belén estaba terminando una serie y llegó unos días antes de rodar y Ricardo y conoció a los niños por skype. Con Ricardo y los niños sí que nos juntamos algún día, para que se conocieran  y establecieran algún tipo de relación. Pero por cuestiones logísticas, Ricardo estaba en Argentina, Belén en Madrid, fue complicado  reunirlos a todos o hubo pie a ensayos y a crear unidad familiar. Todo fue un poco sobre la marcha. No se nota porque ellos son muy buenos y funcionan muy bien. Lo que también hicimos fue un casting de niños que resultaran creíbles como hijos de esa pareja. Además los niños son hermanos en la vida real”.

            Séptimo sale con mayor apoyo promocional que la anterior película del director, 25 quilates, pero Amezcua no tiene cuentas pendientes respecto al respaldo o el recorrido comercial de su anterior trabajo: “No tengo queja. 25 quilates tuvo unas críticas muy buenas y la mayoría de la gente que la ha visto y me ha hablado de 25 quilates me ha dicho que le gusta, que le parece una peli fresca, entretenida, con ritmo. Sé que se estreno con muy pocas copias y nada de promoción. Todo lo contrario que Séptimo, que va muy fuerte, con un casting muy potente, con mucha promoción y con muchas copias. 25 quilates fue todo lo contrario. Tuvo poco público pero era imposible que fuera más gente, porque tenía muy poca promoción. En Séptimo es todo lo contrario. Venimos de Argentina, donde ha salido con 230 copias y la han visto un millón de espectadores. Estamos en un nivel completamente opuesto. Nadie sabía que existía 25 quilates, nadie fue a verla”.  

            Visto Séptimo es una historia de intriga, es inevitable que la alusión a Alfred Hitchcock salga por algún sitio, pero cuando le pregunto a su director si esa especie de lugar común o etiqueta de partida no es un lastre para quien cuenta la historia, explica: “Es un lugar común, dices: hago una película de suspense, el maestro de suspense es Hitchcock, así que estoy intentando seguir la estela de Hitchcock, lo cual es además es imposible. Pero sí que hay algunas cositas, algunos elementos, partir de un personaje normal, en una situación cotidiana, Hitchcock era el maestro y es un referente. Pero luego Séptimo es una historia completamente distinta, forma de rodar distinta, forma de montaje distinta. Es otro tipo de película. No es el cine Hitchcock, ni mucho menos. Pero sí que tienes como ese recuerdo de ese cine que hacía él, en el que partía de esas pequeñas anécdotas que las convertía luego en grandes historias. Aquí trabajamos además con Ricardo y Belén, que son dos actores muy famosos, a los que de repente los ponemos en la piel de unos personajes creíbles y hacer que te creas que esa pareja es real y que puede existir, que no son personajes”.

Miguel Juan Payán

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