Crítica de la película Espías con disfraz
Entretenida y visualmente bien diseñada, le falla el guión.
Arropada en un diseño de personajes y ambientes que es lo mejor de su propuesta, funciona durante su primera parte bien de ritmo, pero le sobra algo de metraje. Alguna persecución podría haberse acortado. Es sobre todo acción, pero con poco nulo desarrollo de personajes más allá de lo elemental, con un empeño en seguir las claves habituales del cine de animación más repetitivo tanto en su empeño de transmisión de “valores”. Lo visual gana la partida sobre lo narrativo, pero el resultado de ello es que el nivel de su guión es de capítulo de serie de animación televisiva.
En esa línea, no explota realmente mucho potencial cómico que tienen las situaciones, salvo en su arranque, cuando los chistes se acumulan para construir un puzle de parodia del género de espionaje y el blockbuster de acción que debería haber sido el plato fuerte de la propuesta. En lugar de eso, que le funciona bien, se pierde intentando construir en torno al personaje del joven inventor y su anhelo por ser aceptado todo el corazón del argumento. Incorporan así al mismo un lastre importante: le sobra purpurina, buenrrollismo y chistes de gatitos.
De manera que donde le funciona lo visual, pincha en lo que nos cuenta, que está muy trillado, es totalmente previsible y se vuelca más en la acción que en la comedia. Está bien que aprovechen la tradición slapstick del cine de carrera y persecución, pero tampoco es que consigan emular con gracia en esa parcela la persecuciones del Coyote y el Correcaminos.
El reparto de voces sostiene el edificio y pone parche al mero abocetado de personajes. Obviamente Will Smith y Tom Holland le ponen personalidad al asunto, pero no les dan muchas líneas donde poder lucirse desde la comedia. Lástima. Eso se nota más en el caso de Rashida Jones, encargada del personaje de Marcy Kapell, donde claramente la actriz está siendo tan desperdiciada en su potencial cómico como en el caso de Karen Gillan en el papel de Eyes.
El caso del villano, es el más llamativo, porque Ben Mendelsohn no tiene para trabajar más que un tópico muy esquemático de personaje antagonista bidimensional al que se quiere revestir de una motivación de manera ligera, sin llegar a darle algo que atacar realmente sólido para construir el personaje.
Resumiendo: esta película necesita más palomas y menos purpurina, más humor gamberro y menos acción, mas disparate y menos abrazos y gatitos (el chiste de gatitos puede funcionar una vez, dos ya no). En ese sentido lo más desaprovechado son las posibilidades que presentaba de jugar con el mundo animal, las palomas concretamente, y que no saca adelante. La bandada de aves piradas que acompaña al espía-paloma podría haber dado una fiesta de risas. Pero se queda por debajo de sus posibilidades, siendo explotada solo en el primer acto y en la primera mitad del segundo, antes de perecer argumentalmente devorada por los arrumacos sentimentaloides.
Miguel Juan Payán
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