Crítica de la película Exodus: Dioses y reyes
Más sólida y madura que Gladiator aunque también más fría.
Espectacular y muy bien dirigida, esta versión de la trama de Moisés que ya conocemos se enfrenta al reto de encontrar su propia personalidad más allá de todos los estereotipos e imágenes asumidas por un público que además tiene en la cabeza su propia versión de la historia que Ridley Scott pretende contarnos. Entran ademas en juego todo tipo de idealizaciones y prejuicios a favor o en contra de la vertiente mítica o religiosa incorporada al relato. Añadan a todo eso que si usted cree en Dios, o en cualquier equivalente de entidad creadora supranatural seguramente tendrá su propia imagen del mismo, lo cual complica mucho más todo el asunto porque obviamente Scott no puede tirar a estas alturas de la versión pirotécnica que aplicara a este mismo tema Cecil B. de Mille en Los diez mandamientos. No es viable y no puede funcionar, por mucho que todos sigamos recordando aquella versión del tema que vimos siendo niños o muy jóvenes y recordemos al impresionante Charlton Heston abriendo las aguas con su bastón. Esta es otra época, otro público mucho más escéptico y encima adicto a los documentales de recreación histórica de Nacional Geographic. Scott sale de todo este lío connota alta, pero para ello ya tenido que rebajar el tono épico que caracterizada Gladiator y buscar su camino hacia una mayor verosimilitud de la propuesta trabajando sobre actores y equilibrando muy bien los fragmentos épicos de batalla, plagas y prodigios varios con lo que realmente le interesa, que es el reto de creer o no creer, el sacrificio doble del héroe que alejado de su familia adoptiva egipcia, de su esposa y de su hijo, y convertido en líder de un pueblo al que en realidad no conoce para obedecer a un Dios al que no acaba de entender y con el que suele discutir amargamente. Creo que Christian Bale defiende muy bien ese papel incluso en los momentos más delicados por todo lo que he enumerado al principio, otro tanto se puede decir de su antagonista, un Ramses que a ratos se da cierto aire a Russell Crowe y al que Scott humaniza eficazmente a través de sus miedos con una escena que demuestra su notable talento como director, el faraón que intenta combatir la oscuridad encendiendo antorchas en un desesperado intento de proteger a su hijo. Scott maneja bien la elipsis, impone lo visual sobre lo verbal, y a cierta en muchas cosas, por ejemplo imponiendo un protagonismo del paisaje que me ya recordado Lawrence de Arabia, de David Lean. Pero falla en otras. No llega a desarrollar lo suficiente ningún personaje salvo Moisés y Ramses. Desperdicia a Sigourney Weaver. Y en su persecución de la credibilidad renuncia en exceso a lo épico, algo que ya le ocurrió en El reino de los cielos. Esta película es no obstante mejor que aquélla y mejor que Robin Hood. Y una vez más Scott reina en lo visual.
Miguel Juan Payán
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