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viernes, abril 26, 2024
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Hitchcock ****

Hitchcock ****

Hitchcock. Drama con toque de comedia en el rodaje de Psicosis. Mirren y Hopkins sobresalientes. Interesante biopic.

Homenajear al maestro del suspense al mismo tiempo que lo humanizan. Ese podría parecer que es el principal objetivo de Hitchcock, pero por debajo del mismo habita algo mucho más sutil: toda una lección sobre cine, concretamente el cine de Alfred Hitchcock. La película recupera numerosos detalles de la forma de entender la narración de historias para el cine del maestro. Se atreve incluso incluso a tejer un retrato inicialmente crepuscular del protagonista en un momento que fue clave en su carrera: cuando su cine más clásico empezó a estancarse en las mismas claves y él mismo quería salir de esa especie de atasco en las mismas fórmulas para recuperar la libertad para experimentar con el lenguaje cinematográfico que no le permitían los grandes estudios de Hollywood para los que trabajaba. Así fue como llegó a Psicosis, y así sería como plantaría cara a los jóvenes talentos del nuevo terror que surgieron a finales de los sesenta y principios de los setenta, los George A. Romero con La noche de los muertos vivientes, Roman Polanski con Repulsión y La semilla del diablo, Wes Craven con La última casa a la izquierda, demostrándoles que podía ser tan terrorífico como ellos simplemente jugando con el concepto de mostrar o no mostrar los crímenes en Frenesí. Trabajando siempre la importancia de administrar astutamente la información que se le proporciona al espectador.

Abordando esa etapa de aparente crepúsculo de Alfred Hitchcock que como manda la historia del cine gira en su desenlace para convertirse en una inevitable fábula de rencuentro éxito con el estreno de Psicosis (no hay en ello spoiler ni sorpresa, puesto que todo el mundo medianamente interesado por el cine es plenamente consciente del tremendo eco que tuvo el estreno de esa película), el director de Hitchcock nos propone además pistas sobre la forma en la que concebía y desarrollaba sus proyectos. Encontramos en este drama con toque de comedia un intento de llevar el biopic al uso un poco más allá. Se abordan así sus dudas como creador, tan bien expresadas en esa compulsiva necesidad de atacar la nevera sintiéndose al mismo tiempo preocupado por su peso. Su necesidad de formar de algún modo parte integrante de la historia, que Hitchcock expresaba visualmente apareciendo en sus cameos en las películas y astutamente el director de Hitchcock resuelve jugando a la inversa, esto es, haciendo que sea el asesino en serie Ed Gein, inspiración para el Norman Bates de Psicosis, quien haga un cameo de corte claramente onírico y con la aplicación del psicoanálisis que tanto le costó reflejar a Alfred Hitchcock en Recuerda, a pesar de contar con decorados creados por el pintor Salvador Dalí. Y en ese camino de implicación directa en las historias que contaba, hasta convertirse de algún modo en parte de las mismas, se nos ofrece también el detonador de esas compulsiones inconfesables que movían el cine de Alfred Hitchcock, esos complejos de culpa y esos falsos culpables, esa paranoia y esa sensación de persecución de sus protagonistas, mostrándonos hasta qué punto el miedo a la supuesta infidelidad de su esposa, Alma Reville, asociada a su compulsiva obsesión casi adolescente por las estrellas femeninas con las que trabajaba (otra forma de ser parte de sus historias), expresada elegantemente con esas escenas de voyeur mirando las fotos y asomándose al agujero practicado en el vestuario de las protagonistas, eran también parte de su manera de entender el cine: como un espectáculo de evasión que le mantenía de algún modo en la juventud. El asunto es interesante porque basta asomarse ligeramente a las historias de falso culpable de Alfred Hitchcock y compararlas con las historias de culpabilidad de Fritz Lang para llegar a la conclusión de que el primero aborda este tema desde un punto de vista más adolescente y de evasión, mientras para el segundo la culpa y la redención son temas dignos de un abordaje desde la madurez.

En un ejercicio de coherencia con ese discurso sutil y elegante no sólo sobre el rodaje de Psicosis, sino sobre todo el cine de Alfred Hitchcock, la película nos propone un mismo tono despreocupado, de evasión, casi adolescente en su superficialidad, para abordar esa historia de celos, amor, desencuentro y reencuentro que protagonizan de forma brillante dos de los actores más dotados de nuestro tiempo. Incluso en el caso de que no les guste el cine de Alfred Hitchcock y nunca hayan visto Psicosis, merece igualmente la pena ir a ver la película sólo por contemplar ese pulso dramático e interpretativo que mantienen Anthony Hopkins y Helen Mirren, en el que, por su peso en la historia y el desarrollo de su personaje, creo que finalmente gana por poco a los puntos ella, pero donde él elabora un ejercicio de interpretación notablemente más complejo y lastrado, más que apoyado, por un maquillaje que intenta, sin conseguirlo, darle un imposible aire hithcockiano a su aspecto.

He escuchado críticas bastante peregrina pretendiendo que la película falla porque el maquillaje de Anthony Hopkins no consigue crear una imagen clónica de Alfred Hitchcock. Estos comentarios son una muestra de las limitaciones de criterio y la ligereza en las opiniones que está generando un abuso de los efectos visuales creados por ordenador. Cada vez escucho con más frecuencia comentarios sobre los efectos visuales en torno a películas donde se debería estar comentando la construcción de la historia, el trabajo de los actores, la planificación y coreografía de cámara, en definitiva lo realmente interesante del lenguaje cinematográfico, en el cual los efectos ocupan el lugar de una herramienta secundaria para contar. Tanta obsesión porque Hopkins sea clavado a Hitchcock me resulta enervante porque la considero un ejemplo de juicio o criterio desviado hacia lo superficial y lo poco importante.

Así que no, aviso ya que el maquillaje que luce Hopkins en esta película no le convierten en una réplica perfecta de Alfred Hitchcock. No lo necesita, porque la creación de Hitchcock está en el gran trabajo del actor, que capta el espíritu del personaje hasta el punto de ser capaz de hacer al mismo tiempo comedia y drama bajo ese pellejo ajeno que le proporciona el maquillaje, cuya función es simplemente proporcionarle un ligero aspecto aproximado al célebre director pero en ningún momento pretende convertirle en una copia física perfecta del mismo. El Hitchcock de Hopkins vive en su trabajo como actor, no en su maquillaje, vive en su manera de emular la forma de hablar del original, en su manera de moverse, pero sobre todo en su manera de entender la vida.

De manera que no sean superficiales a la hora de juzgar un gran trabajo de Hopkins como actor y no caigan en la célebre trampa de que los árboles no les dejen ver el bosque.

Hopkins y Mirren hacen un gran trabajo secundados por un excelente reparto entre los personajes más secundarios de la trama, y el ritmo de la historia bien merece darse una vuelta por el cine y asomarse a esta interesante muestra de biopic que nos cuenta mucho más que cómo se rodó la película Psicosis.

Miguel Juan Payán

Opiniones del público a cargo de nuestro redactor Víctor Blanco.

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