Ice Age 4, la formación de los continentes, vuelve a las raíces de la serie planteando otra mezcla de aventuras y comedia con nuevos personajes.
Me sigue gustando. Me ha seguido arrancando varias risas y unas cuantas sonrisas. Y quiero ver más entregas después de esta. Pero, dicho todo lo anterior, a nadie se le oculta, y sin duda a los creadores y gestores de esta saga de dibujos animados tampoco, que la cuarta entrega de una saga es ya un territorio peligroso que puede mover a cierto agotamiento de la fórmula. Quizá por ello en la tercera entrega intentaron abrir el abanico de posibilidades y paisajes de la franquicia de Ice Age incorporando las figuras de los dinosaurios. Pero ahora, tras esa tercera película de exploración en una saga que lleva las sorpresas y los nuevos paisajes en la sangre desde su primera entrega, deciden volver a las raíces de algún modo retomando algunos planteamientos de la fórmula que aplicaron en la primera aventura, dejando nuevamente al mamut, el perezoso y el dientes de sable librados a su suerte y separados de la manada durante buena parte del relato. La pérdida de la tribu o familia, “el grupo”, como dice Diego, el dientes de sable en un momento de la película, es un elemento recuperado de la primera entrega, mientras en la segunda y tercera película era la propia supervivencia del grupo, con todos los nuevos personajes que se habían ido añadiendo al mismo, el centro de la trama.
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Este planteamiento conduce a otra de las características que siempre ha definido la serie: la mezcla de aventuras y acción con una mirada humorística a los personajes. Debo decir que en esta cuarta entrega, por lo que se refiere a las aventuras, estoy satisfecho con la dosis. La secuencia de la tormenta es tan espectacular como se supone que debe ser uno de esos fragmentos de catástrofe y fin del mundo que definen a la saga. Lo que ocurre es que en esta ocasión pienso que hay menos humor que en otras, o quizá algunos personajes, como el perezoso, que siguen resultando entrañables, ya no son tan hilarantes como solían, o por repetición de la fórmula no nos lo parecen. El problema lo han solucionado, en parte, apuntalando al perezoso con la aparición de su abuela, uno de los mejores personajes de la película, muy divertido, pero al que pienso que podrían haberle sacado más jugo. Y no me refiero sólo a convertir a la buena señora en la promotora del giro que facilita la solución del conflicto principal, sino en general a darle más minutos en la trama central.
El tema de los minutos por personaje es otro problema con el que se enfrenta la saga a estas alturas. Dado que en cada nueva entrega se han ido incorporando nuevas criaturas, se produce un cierto problema de superpoblación, de manera que en el intento de darle papel en la trama a todos ellos, contando sólo con algo menos de hora y media de metraje, los constructores de este puzzle se ven en la obligación de reducir la participación de todos ellos con el fin de dejar minutos para el mamut, el tigre y el perezoso, que son el trío protagonista. Si a ello añadimos que han de dejar sitio también para las incorporaciones nuevas de esta entrega, encontramos que algunos personajes particularmente simpáticos, como el dúo de pirados saltimbanquis a los que parece no importarles nada el fin del mundo, apenas tienen participación en la trama. En el caso de estos dos personajes al menos tienen uno de los gags más divertidos de la película, y también uno de los más sencillos, con un humor absurdo que me ha recordado al de Chico y Harpo de los Hermanos Marx. Pero me hubiera gustado verlos más. Sin embargo no me interesa nada la peripecia romántica de adolescente de la joven mamut hija de Manny, muy tópica, lo mismo que esa subtrama de ruptura y recuperación de la amistad con el topo, cuya vertiginosa forma de desarrollarse es un buen ejemplo de ese problema de superpoblación de personajes y argumentos que he señalado antes.
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En positivo tengo que decir que la tercera película me gustó y la defendí en su momento, porque al contrario que a algunos de mis compañeros me parecía divertida y aprecié bastante la aplicación de la fórmula de El mundo perdido de Arthur Conan Doyle, con la aparición de los dinosaurios, por lo que aportaba en clave de aventuras a las peripecias de los protagonistas. Pero creo que los piratas de esta entrega, capitaneados por el mono Gutt, al que pone la voz en el original Peter Dinklage, el Tyrion Lannister de la serie Juego de tronos, funcionan mucho mejor que los dinosaurios como antagonistas. Dan más juego dramático y permiten más interactuación con el mamut y compañía de la que en la película anterior aportaron los dinosaurios. Así que en eso, punto a favor para esta cuarta entrega sobre la tercera.
En todo caso, y aun con las pegas de lógico agotamiento que empiezan a manifestarse después del estreno de cuatro largometrajes, yo diría que el mejor termómetro para medir la salud de la que goza la saga sigue siendo el bichejo Scrat en la persecución de su adorada bellota. Y en eso no he notado agotamiento alguno. En esa especie de interludios que marcan las pausas de la trama central y en este caso la acompañan más en paralelo que en las películas anteriores, Scrat sigue estando en plena forma cómica. Ya que ha citado antes a Chico y Harpo, diría que Scrat es, como lo fuera en los Hermanos Marx el lenguaraz Groucho, un valor seguro. No falla. Cada una de sus apariciones a modo de entremés cervantino desternillante que separa los distintos actos del argumento central, es una oportunidad para reencontrarse con el humor absurdo más desternillante. Y se agradece. De hecho, él es quien, como siempre, pone punto final a la historia con una divertida versión al estilo Ice Age de una de las leyendas más intrigantes de la historia de la humanidad…
Así que quiero volver a ver a Scrat y al resto de las criaturas de Ice Age adaptándose a su nuevo entorno al menos en otro largometraje.
Para terminar este comentario un aviso: la película llega a los cines junto con un nuevo cortometraje de Los Simpson protagonizado por la pequeña Maggie que tiene algunos momentos ciertamente divertidos, especialmente en el control inicial de los inquilinos de la guardería y en el personaje del antagonista y sus experimentos artísticos, aunque en su conjunto destile ese exceso de buenrrollismo bienpensante que no suele sentarle bien a la familia de los personajes amarillos, siempre más divertida cuanto más caótica y gamberra, y menos cuando se ponen ecologistas…
Miguel Juan Payán
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