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miércoles, mayo 15, 2024
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Impávido ****

Impávido ****

Impávido le sigue la pista al cine criminal gamberro patentado por Guy Ritchie adaptando la fórmula al estilo ibérico con buenos resultados.

Cine de verano, divertido, despreocupado, mezclando con mucho morro comedia y acción, pateándose estereotipos del cine negro en su vertiente crook story para tomárselos a chufla y sacarles el máximo juego con un buen guión y el respaldo de un reparto que sabe perfectamente cómo moverse en este tipo de trama disparatada donde lo que realmente importa es mantener al espectador enredado en la misma. Para ello, una estructura de puzzle con muchos personajes que conocemos perfectamente por el tipo de películas que han servido como modelo a Impávido, a saber: Lock, Stock and Two Smoking Barrels, Snatch, cerdos y diamantes, Rock´n´Rolla… todas ellas de Guy Ritchie, aunque el director de la película, Carlos Therón, que con este largo adapta su cortometraje del mismo título rodado en 2007 con los mismos actores en el reparto principal y además tiene en su haber el éxito de Fuga de cerebros 2, cita también como antecedente o fuente de inspiración, lo que ustedes prefieran, la película Airbag, dirigida por Juanma Bajo Ulloa en 1997.

Creo que con las pistas anteriores estará bastante claro ante qué tipo de propuesta cinematográfica vamos a encontrarnos cuando nos metamos a ver Impávido: cine gamberro, con acción bien calibrada pero sobre todo con una mirada sarcástica sobre el género en el que ha elegido desarrollar su historia. Therón desarrolla un relato dinámico, muy competente como entretenimiento, muy recomendable para pasar el rato, que no va a cambiarte la vida ni va a cambiar el género, pero te garantiza una hora y media en la que no vas a saber qué puede ocurrir a continuación, porque cualquiera sabe cuál va a ser el siguiente despropósito cometido por sus personajes principales. El protagonismo coral garantiza una estructura de puzzle en la que se entremezclan distintas tramas encaminadas inevitablemente a chocar entre sí en el desenlace, lo cual nos permite ir recorriendo no uno sino varios caminos al mismo tiempo, guiados, como en los mejores ejercicios de Guy Ritchie en esta misma fórmula, por la narración de Manolo Solo interpretando al personaje que mejor acaba cayéndonos de todos los que están implicados en esta telaraña de estereotipos llevados al extremo, Tena, lugarteniente del jefe criminal temible y descerebrado Mikima, interpretado por Nacho Vidal, y empleador del protagonista, Rai, encarnado por el infalible Julián Villagrán, un tipo que se mueve en el agua en el territorio hibrido de comedia o en cualquier otro género que le pongan por delante, como ya ha demostrado este mismo año en Grupo 7 y Extraterrestre.

El secreto de este tipo de fórmula narrativa no es sólo el guión tipo puzzle, sino esencialmente los actores encargados de dar vida a esta colección de estereotipos nihilistas que resultaran tan divertidos como capaces de insuflarles vida sean los actores encargados de interpretarlos, y en eso Impávido demuestra que no tenemos nada que envidiarle a las producciones de otros países, y además a estos tipos y tipas los entendemos mejor y empatizamos más fácilmente con ellos porque son en definitiva producto de nuestra misma idiosincrasia mediterránea.

Lo dicho: nada que envidiar a la aplicación de esta misma fórmula en otros países. Cine sin complejos, parido para entretener y facilitar la evasión del espectador, y en ese objetivo muy competente.

Naturalmente si alguien quiere filosofía o momentos clásicos, mejor debe ponerse a leer un libro de Nietzsche o a ver el final de Casablanca, pero le garantizo que he visto toda la película con media sonrisa y en mi memoria cinéfila ya hay un sitio de honor reservado para la aparición de Marta Torné en la partida de impávido. Si devoramos estos productos cuando llegan del extranjero, con más motivo cuando están rodados aquí y hablan nuestro mismo idioma. Superen a Pepón Nieto dándole la brasa al prota con sus historias de perros, o a Nacho Vidal atracando el banco y pidiendo a los rehenes que canten “el pum, pum, pum”.

Lo dicho: risas y entretenimiento por el precio de una entrada. Y sin dar el coñazo con la política, los temas sociales o la economía. Sólo evasión.

Miguel Juan Payán

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