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sábado, abril 27, 2024
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Inferno ***

Inferno ***Más entretenida que las dos anteriores adaptaciones de las fábulas de Dan Brown.

Las peripecias turísticoparanoides protagonizadas por Robert Langdon es mejor que El código Da Vinci y Ángeles y demonios, quizá porque finalmente Ron Howard se atreve a quitarle la careta al asunto y decide tomarse las disparatadas propuestas de Dan Brown con la ligereza que merecen.

En esta película Howard acierta cuando prescinde de los vanos intentos de construir intriga sobre la torpe estructura narrativa de Brown, esa manifestación extrema de los peores defectos del best-seller oportunista, que intentara en las dos películas anteriores de la saga y va directamente al grano, lo cual que logra montar un espectáculo trepidante desde el primer momento que va a lo que va y cumple con lo que promete.




Para ello en primer lugar convierte a Robert Langdon en una especie de variante de El fugitivo, perseguido, con el que comienza de inmediato una acción que argumentalmente hace del personaje que interpreta Tom Hanks y de la propia película una especie de híbrido con ecos hitchcockianos entre Con la muerte en los talones y El hombre que sabía demasiado. Añadan a eso visiones pesadillescas del infierno de tono milenarista, que siempre adornan el asunto visualmente porque en el fondo somos esclavos del miedo y nos encanta pasarnos la vida saltando de un sobresalto a otro como conejos asustados; una asesina en plan Terminator –a la que no le sacan todo el partido que tiene, siguiendo la tradición desperdicio de personajes interesantes que arrastra esta saga desde sus inicios; un visionario iluso y demagogo, la peor especie de animal humano que existe, con ellos empiezan siempre todas las guerras y catástrofes, no falla; una niña prodigio que es no obstante algo pardilla y necesita comprarse una vida; y un grupo de perseguidores en el que destaca Omar Sy aunque finalmente su personaje caiga presa del tópico y se nos haga raro que la Organización Mundial de la Salud haya reclutado una horda de tipos y tipas armados hasta los dientes. Todo ello sazonado con un virus capaz de desatar una pandemia global al nivel de la Peste Negra en el tapiz de la habitual colección de toma de vistas turísticas a modo de “ciento y pico lugares del mundo que deberías ver antes de palmarla”, raptados para la ficción con el fin de construir un laberinto de pistas que van desde sellos construidos con huesos humanos a pasajes secretos en museos de postín. Los mensajes secretos y todo tipo de artefactos se pasean por la pantalla como pistas en un recorrido mitad turístico mitad juego de intriga tipo Cluedo, pero convirtiendo el tradicional enigma en cuarto cerrado de Agatha Christie en una peripecia que pasea por el mundo con los aires de una de James Bond, convirtiendo a Langdon en una especie de 007 o Indiana Jones dedicado a resolver incógnitas históricas con el tesón de un crucigramista dominguero mordisqueando inocentemente su bolígrafo. Porque precisamente no de los lastres de toda esta saga es que Langdon es un personaje plano, sin aristas, un héroe bidimensional y sin conflicto, con un Tom Hanks dedicado a pasear su cara de buen tipo por muchos conflictos que le salgan al paso, muchas tortas que le aticen y muchas traiciones que tenga que sufrir. En esta película esto se acentúa, y como es ya la tercera, llega a resultar un tanto sorprendente ese gesto de “buena gente” y “buen rollito” que se gasta LangdonHanks para plantarle cara a la vida y acaba convirtiéndole en un títere con cara de Pinocho despersonalizado que lo entiende todo pero en realidad no entiende nada.

De manera que sí, la película es más entretenida que las dos anteriores porque es esencialmente una persecución arriba y abajo con carreras, disparos, muertes, peleas y epidemias de nivel ¡Oh, Dios mío, vamos a morir todos!… pero no tiene más contenido que las anteriores ni resulta interesante o sólida en la construcción de su tejido dramático y mucho menos de su intriga. Por cierto, tampoco sabe sacarle partido al binomio de protagonismo femenino ni a su papel ambiguo en la trama central, cuyo giro se ve venir desde el principio, así que la sorpresa no es tal.

Es floja, pero distrae, y me ha gustado más que las dos anteriores.

Miguel Juan Payán


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