Crítica de la película Intemperie
Western español a las órdenes de Benito Zambrano.
Una historia árida y directa, basado en la novela de Jesús Carrasco y que no termina de funcionar, como tantas otras veces, no por el trabajo impecable del reparto, liderado por un Luis Tosar que cada día, si es que eso es posible, es mejor actor. Ni tampoco por un apartado narrativo y visual que no sólo cumple con lo que requiere la historia, sino que lo supera con creces, ofreciendo un ejemplar uso del paisaje, de la fotografía y del encuadre (Dónde suceden los hechos es casi tan importante como los hechos en sí, la localización se convierte en un personaje, y el juego de luces y sombras, define a los propios personajes muchas veces mejor que el guión…). Porque el problema es ese. Un guión demasiado simplista, maniqueo y a veces manipulador.
La historia está ambientada en los años posteriores a la Guerra Civil española, con vencedores y vencidos ya muy localizados y localizables. En ese mundo, en un territorio donde la gente sobrevivía trabajando hasta reventar por cuatro perras, un niño escapa de un cortijo. El capataz manda buscarlo a sus hombres. El niño es el hijo de una familia que trabaja en la hacienda pero que vivía con él. En su huida, se encuentra con un pastor y la relación entre ambos cambiará sus vidas, mientras la persecución continúa. Desde ese aspecto, la historia es abordada como un western, una película del oeste donde a veces surgen los momentos de suspense o de cine negro, que la convierten en algo muy interesante, por distinto. Emparentada con la reciente Sordo, por ejemplo.
Y además con un reparto brillante. Luis Tosar está inconmensurable, como siempre, pero no es su mejor papel del año, cabe decirlo. Junto a él el auténtico protagonista, el Niño, interpretado por Jaime López, quien es capaz de aguantar un cara a cara con todos los actores que se crucen en su camino. Con una mezcla de determinación y miedo que lo convierten en un gran personaje y una gran interpretación. Y por supuesto con nombres como Luis Callejo, Vicente Romero o Kandido Uranga, los villanos de la historia en gran medida. Sin olvidar el pequeño papel de Manolo Caro, quien casi roba la película en una sola secuencia. Sumado a eso está la dirección de Zambrano, director del que se pueden decir muchas cosas, pero no que no tenga un impresionante talento visual…
Aunque la historia falla en lo más importante. El guión. El personaje de El Niño y el pastor, están perfectamente descritos y escritos. Tienen recovecos, tienen historia, tienen luces y sombras. Pero los villanos, empezando por el capataz, son lo más maniqueo, tramposo y bidimensional que existe. Son personajes de cartón piedra y no es por falta de talento al escribir. Sólo hace falta ver cómo está presentado y descrito el Tullido de Manolo Caro, que sale apenas cinco minutos en pantalla. Los malos tienen que ser muy, muy malos. Y eso hace que el tema de trasfondo, el verdadero motivo de maldad de la historia se diluya por esa decisión. Cuando la revelación final llega, nos damos cuenta de que no importa, porque el personaje no era importante. No era un personaje, era una figura. Y el reparto hace maravillas con ello, pero no puede con todo. Ese aspecto del guión hace que el ritmo se resienta, porque hay momentos que pierden interés, y hay otros, mucho más interesantes, que nadie explota. Intemperie queda en una buena película, pero nada más. Aunque a veces eso es suficiente.
Jesús Usero
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