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sábado, mayo 18, 2024
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Intruders ****

intruders

Si lo que voy a decir a continuación asusta a alguno quizá es mejor que pare la lectura un momento y tome aire antes de que vuelen las flechas. Juan Carlos Fresnadillo es, posiblemente, el director de cine fantástico español más en forma del momento, por no decir el mejor cuando rondan por ahí nombres de mucho peso como Paco Plaza, Jaume Balagueró o Juan Antonio Bayona. Pero la calidad de productos tan distintos entre sí y a la vez con su sello, como son Intacto, 28 Semanas Después o Intruders, son más que suficiente muestra del talento del director canario y su brillante porvenir. Sobre todo si Intruders funciona en taquilla como se espera y merece.

Además, Fresnadillo ha sabido abrirse al mercado internacional y no ser fagocitado por el mismo para convertir sus películas en muestras ramplonas del Hollywood más comercial. Quizá el hecho de que sean productos británicos haya ayudado a no perder esa personalidad tan importante en un director como él. Sus películas contienen escenas poderosas y difíciles de olvidar, de esas que se clavan en la retina del espectador y que años después de haber visto la película siguen siendo evocadas cuando se recuerda el cine del director sin ninguna importancia. El final de 28 Semanas Después, la carrera vendados por el bosque de Intacto o varias de Intruders podrían servir de ejemplo.

El mayor problema de Juan Carlos Fresnadillo, y supongo que esto se debe a un método de trabajo que mucha gente califica de extremadamente minucioso, es la larga espera que se produce entre sus películas. Lleva diez años haciendo películas y en todo este tiempo sólo ha estrenado 3 largometrajes. Y el público quiere más. O al menos yo como espectador me encuentro con ganas de más cuando termino de ver una de sus películas.

Intruders no es una historia fácil de contar, ni sencilla de asimilar, y eso es también una de las grandes bazas del director y su tándem de guionistas, que saben poner el ritmo del relato a la altura de las circunstancias desde el primer minuto de metraje, poblando la historia de pesadillas infantiles y monstruos sin rostro en el armario, con dos tramas paralelas de dos niños que son acosados de noche por el mismo misterioso ser, pese a encontrarse a miles de kilómetros de distancia.

La película juega con todas las bazas y las artimañas del cine de género para hacernos caer en la trampa y engañarnos, con esos giros de guión que tanto suelen gustar al público aunque muchos los tachen de puro artificio. La ventaja de Intruders es que la historia que cuenta es lo suficientemente potente y está tan bien contada que esos artificios no importan, quedan bien camuflados y se funden en una historia madura y serena que tiene en las relaciones entre los padres y sus hijos su mejor y mayor ventaja. Quizá la historia que transcurre en España sea la más perjudicada de ese juego, porque no conviene revelar demasiado de ella, pero al final todo se entiende y se comprende. O mucho antes, pero uno se deja llevar por la trama y por unos personajes magníficamente construidos, sobre todo, de nuevo, en la trama inglesa de la película.

Esos personajes se sustentan sobre los rasgos faciales de un grupo de actores magníficos y muy trabajados (aunque ver la película doblada es restarle méritos a las historias, porque en versión original es cuando todo se entiende y se aprecia mejor. El uso de los dos idiomas, castellano e inglés, es muy importante para la trama). Clive Owen, sereno, contenido pero perdiendo poco a poco la cordura, Carice van Houten como una madre casi alienada de su hija, que no llega a entender lo que le ocurre. Pilar López de Ayala como esa mujer que sabe más de lo que se atreve a contar. Y un Daniel Brühl que entrega en bandeja de plata una escena memorable a Héctor Alterio. Y eso sin hablar de los magníficos actores infantiles, lejos de niños repelentes inverosímiles…

La trama se centra en esos personajes y los desarrolla, sin dejar nunca el ritmo o el terror de lado. La película juega ahí su segunda gran baza, el director. La forma elegante de mover la cámara de Fresnadillo, su brillante uso de las luces y las sombras, no sólo por lo que se ve sino por lo que se intuye. Las sombras juegan un papel imprescindible en la película, llena de claroscuros (el “exorcismo” en la iglesia, la persecución del intruso por parte de Owen…) que no busca asustar, sino inquietar, producir temor, aterrorizar de verdad, sin hacernos saltar de la butaca por un golpe de sonido. Ahí es donde se revela la naturaleza brillante de Fresnadillo.

En muchos sentidos me recordó a Frágiles, la bellísima y terrorífica película de Balagueró, y quizá algo tienen en común al ser ambas películas españolas. Pero Intruders tiene personalidad propia. Es valiente y sobrecogedora. Es inquietante y terrorífica, aunque explicar demasiado de ella sería romper la magia del cine y estropearle la película a más de uno. Es una historia de monstruos en el armario, de miedos infantiles fundados e infundados y de fantasmas. Pero de los nuestros propios, los que anidan en el corazón de cada uno y son el caldo de cultivo de nuestros miedos. De nuestras pesadillas y monstruos. Una historia de padres e hijos. De ausencias y hombres sin rostro. Una película que te agarra en la butaca y no te suelta desde los primeros compases y que además te deja rumiándola después de verla debido a que los responsables son los suficientemente inteligentes como para no dártelo todo mascado y explicado. Cerrado sí, pero con múltiples interpretaciones. Y eso se agradece.

Una de las mejores muestras de cine fantástico del año y una película más que recomendable para pasar un mal/buen rato con claves de terror clásico y poca pirotecnia y susto prefabricado. Yo espero repetir la experiencia en breve.

Y que Fresnadillo no tarde otros cuatro años en dirigir de nuevo.

Jesús Usero

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