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jueves, marzo 28, 2024
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Isla de perros ★★★★

Isla de perros ★★★★Wes Anderson en su película más política, mejor que El fantástico Mr. Fox.

Sorprende, en positivo, la manera en la que Wes Anderson traslada sus claves como cineasta con total flexibilidad y eficacia desde el cine en imagen real a la animación en Isla de perros, que en todos los aspectos me parece mejor y más completa que su anterior incursión en este mismo territorio,El fantástico Mr. Fox. Ello se debe, sospecho, sobre todo después de ver Isla de perros, a que en cierto modo sus películas de imagen real son en realidad películas con vocación de cine de animación. Los decorados, personajes y muchas secuencias de películas como Life Aquatic o El gran hotel Budapest, por citar solo dos de las más evidentes pruebas en este sentido, así lo testimonian. No es imposible en absoluto imaginarse a todos esos actores de carne y hueso transformados en criaturas de animación. Y del mismo modo, recíprocamente, no cuesta mucho imaginarse a cada uno de los perros que habitan su último trabajo con los rostros de los actores que han puesto mucho más que sus voces para darles vida. De modo que el concepto de trabajo con la animación es finalmente tan elocuentemente “de autor” en el caso de Wes Anderson como el resto de sus películas desplegadas en el territorio de las películas en imagen real. Tanto monta, monta tanto. En eso también ha conseguido diferenciarse el director de otros cineastas que cultivan la animación.




El otro aspecto que sobresale en esta producción es, como aclaro en la entradilla de este texto, su carácter casi furiosamente político. Nunca antes en el cine de Anderson habíamos asistido a una tan declarada descarga crítica contra la política y sus figuras, sus malas artes, sus corruptelas y sus manipulaciones. Sorprende en ese sentido la madurez de la sátira que nos propone el director en esta ejemplar muestra de cine entretenido pero que no se conforma solo con entretener, del mismo modo que tampoco se complace o limita en seguir la pista de sus precedentes en la filmografía del director para satisfacer a sus seguidores incondicionales. Hay rabia en la manera en que el director aborda el asunto político en su película, haciendo especial hincapié en las máscaras de los políticos y haciendo honor a su interés por tomar como referencia el mundo y la cultura japonesa, usando de modos y maneras que nos remiten al teatro Nôh y al teatro Kabuki. El estruendo de los interludios políticos de carácter más despótico contrasta con la asociación libre y “democrática” de canes que protagonizan ese viaje sumidos en una muy señalada y significativa incapacidad para llegar a decisiones concretas y a una inicial falta de liderato que les lleva a emprender ese itinerario de búsqueda de un líder desaparecido.

De manera que bajo el habitual sentido del humor y la farsa y la parodia de los géneros cinematográficos y sus habitantes, de las fórmulas del cine, que siempre nos propone Wes Anderson, encontramos además en esta ocasión una propuesta cuya superficie se puede rascar para encontrar suficiente contenido y materia de reflexión que va más allá del juego con las marionetas que suele caracterizar el cine más atinado del director.

El tiempo dirá si se abre con Isla de perros una variable en el cine del director, pero por el momento ya es una de sus películas más completas y mejores.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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