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miércoles, abril 24, 2024
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John Wick: Pacto de Sangre ★★★★

John Wick: Pacto de Sangre ★★★★

Crítica de la película John Wick: Pacto de Sangre

Mejor que la primera y una auténtica escuela de cine de acción con contenido.

Contenido visual y contenido argumental. Espectáculo y entretenimiento acompañado de propuesta estética y de una historia que profundiza en el mundo de los asesinos presentado en la primera película al tiempo que lo amplía en su singificado, buceando claves que progresivamente van añadiendo más riqueza a la trama, en paralelo a sus espectaculares escenas de acción.

Tiene más dinero que la primera entrega. Tiene mejor guión. Más arco de desarrollo para personajes claves y para el universo que nos propone. En ese sentido, hace un trabajo similar al que hiciera en su momento El caballero oscuro respecto a Batman Begins en la trilogía sobre Batman dirigida por Christopher Nolan, es ese tipo de “secuela” que por su calidad y superioridad sobre la película anterior deja de ser contemplada como tal y transforma la primera entrega de la saga en una especie de prólogo introductorio para sí misma. Es un curioso fenómeno en el universo de las sagas del cine que podemos observar también en El Padrino 2 frente a El Padrino 1 y en El Imperio contraataca frente a La guerra de las galaxias.

El progreso y la línea de crecimiento argumental lo encuentra esta película frente a la primera en su capacidad para ser por un lado más de lo mismo pero mejorado y ampliado –me refiero a todas las secuencias de acción, combate cuerpo a cuerpo, tiroteos, persecuciones, lo que viene siendo acción pura y dura-, y por otro permitirse explorar esos momentos de cambio de ritmo, de pausa narrativa y dramática para el desarrollo de personajes, que le permite al largometraje construirse como una especie de cebolla. Su arranque y prólogo es una continuación de las claves de la primera película, acción desbordante y trepidante que, eso sí, en su presentación, muestra más ambición a la hora de presentar su propuesta. Plano aéreo de la ciudad como laberinto, sonido de persecución, imágenes de acción reflejadas en un edificio y enlace de esa ficción cinematográfica con la moto “real” que sale disparada del callejón, como si hubiera salido de la película que se proyecta, “materializando” la ficción (¿o somos los espectadores los que, acompañando a esa moto, atravesamos el velo de realidad/ficción para entrar en el laberíntico mundo de asesinos de John Wick?). Es toda una declaración de principios que nos dice: va a haber mucha acción, más que en la primera, pero además hay algo más. Y ese “más” es una construcción de la película que pasa de ser una mera secuela de la anterior tras ese prólogo para convertirse primero en una fábula moderna de samuráis que se convierten en ronin cuando progresamos a la segunda capa de esa cebolla visual, antes de revelarse en su desenlace como una fábula mitológica con una doble figura del Can Cerbero, el perro de Hades, que nos recuerda que todos los pasos que hemos dado dentro de ese relato son un paseo por el infierno.

Plano por plano, John Wick: Pacto de sangre es una escuela de cine que ha resumido en su metraje las mejores opciones para el cine de acción que vamos a ver este año. Pero además, en su contenido argumental, merced a esos momentos de pausa dramática que tan bien servidos y calibrados están por una aplicación flexible y variada de las posibilidades del montaje –observen cómo maneja el momento de preparación para cumplir la misión y el regreso de Wick a los Estados Unidos y sus distintos enfrentamientos con los asesinos y qué otras variantes de montaje trabaja en otros fragmentos-, aporta una madurez narrativa a la creación de personajes y conflictos a la propuesta que convierte esta película en algo más que otro espectáculo de acción brillante. Pienso al decir esto en los momentos de Claudia Guerini como Gianna D´Antonio, de su “hermano” de ficción, Riccardo Scamarcio como Santino D´Antonio, o de Common en el papel de Cassian, esa especie de “igual” de Wick al otro lado de la línea de enfrentamiento con el que el protagonista traba ese vínculo de “cortesía profesional” a modo de historia de samuráis camino de convertirse en ronin. Si añadimos el guiño simbólico de la aportación de Laurence Fishburne y la contribución breve pero contundente de los personajes de Ian McShane y Franco Nero, tendremos el paisaje completo de una de las mejores películas de acción que vamos a ver este año. Y también de una de las mejores propuestas de buen cine que vamos a poder contar en la cartelera de 2017.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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