Pedro Almodóvar cambia acertadamente de tercio con respecto a Los amantes pasajeros, en este drama inspirado en dos relatos de la escritora Alice Munro.
Una atmósfera de misterio y suspense arranca los primeros planos de la historia de Julieta, como si fuera una película de oscuras intenciones. Por medio de continuos saltos en el tiempo, el responsable de La piel que habito sitúa al espectador ante el dilema del personaje principal: el de una señora que narra su vida en formato de flashback voluntario, con el objetivo de exhibir las claves de su extraño comportamiento.
Acompañado de la imponente banda sonora de Alberto Iglesias, Almodóvar consigue mantener el interés en función de construir un thriller de implicaciones psicológicas, en el que funciona con mayor eficacia la parte interpretada por Emma Suárez (Julieta en la edad madura) que la de su alter ego más lozano (Adriana Ugarte). Y para conseguirlo, el cineasta acierta al trasladar la acción de un apartamento madrileño a un tren nocturno, en el que la veinteañera Julieta viaja con destino a su hogar. Sin embargo, la opacidad de lo que ocurre en el interior del citado medio de transporte genera la primera desconexión del filme. Allí, en el vagón donde descansa la protagonista se sienta un pasajero con síndrome de abandono; el cual acaba cometiendo suicidio, sin saberse muy bien cómo afecta eso al argumento general y al devenir de los acontecimientos. No obstante, semejante guiño a lo Ana Karenina permite a PA introducir el papel del marinero llamado Xoan, con el que Julieta tiene un apasionado affaire.
A partir de ese momento, el relato se aleja de los laberintos del misterio, para meterse en un escenario más centrado en exhibir la relación de la pareja, y en cómo cambian los afectos de éstos ante el nacimiento de la hija de ambos. En este contexto, Almodóvar se saca de la chistera el papel de Rossy de Palma: un ama de casa de recio aspecto, que recuerda vagamente al de la enloquecida compañera de Rebeca.
Tales virajes entre géneros no hacen, sin embargo, que los personajes aporten una mayor claridad a su comportamiento en el largometraje. En ese limbo de opacidad artificiosa, las interpretaciones de Emma Suárez y Adriana Ugarte quedan teñidas por una frialdad granítica que no les favorece, y que provoca una cierta desconexión respecto a lo que éstas escenifican en la pantalla.
Según las pistas que da el argumento, la sensación es que algo especialmente grave pivota en torno a la amargada Julieta; pero ese sentimiento se va diluyendo conforme se suceden los recuerdos y los actos del presente. Poco a poco, la reiteración un tanto artificial en el sufrimiento de la dolorida madre, que encarna la protagonista, va quedando superada por un ejercicio un tanto tramposo por parte del responsable de Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Aunque, con independencia de la mayor o menor idoneidad en la utilización de los ingredientes con los que trabaja Almodóvar, Julieta es un filme más que notable; sobre todo en cuanto a la elaboración de atmósferas enrarecidas y de estados de ánimo alterados. Trazos de virtuosismo aparente que ayudan a resaltar las agradecidas caracterizaciones de Emma Suárez, Adriana Ugarte, Rossy de Palma, Michelle Jenner e Inma Cuesta; así como del resto del elenco artístico.
Jesús Martín
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