Eficaz con poco dinero pero mucha imaginación. Devuelve al género su originalidad e independencia.
La película que nos ocupa es un pequeño festival de terror que celebra y saca el máximo jugo a todos los resortes, recursos y lugares comunes del género con un argumento que gira en torno al enigmático cadáver de una desconocida descubierto en una casa donde se ha perpetrado una masacre inexplicable. Los forenses encargados del caso, padre e hijo, tendrán que desentrañar el imprevisto significado de las pruebas que encuentran en el cuerpo en una película que sabe administrar con máxima eficacia sus recursos, más bien limitados, dando lugar a una de las más apetecibles propuestas de terror que he visto en los últimos tiempos. Estamos en un momento en que el género va cayendo en la explotación de las fórmulas más previsibles por parte de los grandes estudios y la reiteración de lo ya visto, o bien ante la desnutrida oferta de la chapucera serie Z con aspiraciones de éxito a cualquier precio. La autopsia de Jane Doe se distancia de ambas tendencias aplicando ingenio para darle otro giro al género que la lleva incluso a hacer todo tipo de guiños antes de zambullirnos en una fábula sobre el enfrentamiento de la ciencia con el mito y la naturaleza material contra el terror sobrenatural. El duelo entre ambos extremos comienza con cierto tono al estilo Hitchcock pero pronto deriva hacia el terror puro con alguna que otra sangrienta sorpresa inesperada. Brian Cox es la verdadera alma de todo el asunto. Actor que siempre ha merecido una carrera con más papeles protagonistas, Cox encuentra aquí una buena manera de lucir su capacidad para echar sobre sus espaldas todo el peso del argumento y ser algo más que ese secundario impecable y siempre eficaz a que nos tiene acostumbrados. Sin él resulta difícil imaginarse que esta propuesta pudiera sostenerse con tanta eficacia, aunque inevitablemente la película no puede escapar a algunos de los tópicos que ordeña no obstante con singular gracia y sin complejos, acercándose así a otras propuestas del género de terror nacidas bajo el paraguas de la producción independiente que han ido llegando a nuestra cartelera en los últimos meses, como La bruja, No respires, La visita, Morgan, Nunca apagues la luz, Green Room…
La autopsia de Jane Doe comparte con todas ellas su capacidad para ser toda una escuela de cómo se puede aspirar a todo en el seno del género de terror sin necesidad de contar con presupuestos abultados. La sencillez de su propuesta argumental deja las manos libres a los creadores de la película para sacar el máximo partido a sus recursos de dirección y planificación, fiando con gran inteligencia en la capacidad de los actores para sacar adelante esta especie de serie B con hechuras de serie A en la que asistimos al duelo entre la ciencia y lo natural frente al poder de la superstición y lo sobrenatural, con un final que anticipa posibles secuelas si el rendimiento comercial del invento demuestra ser suficientemente interesante para convencer a la productora de acometer nuevas autopsias.
Miguel Juan Payán
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